Genealogía de las caderas de Ney Matogrosso y de la música más ambigua de Brasil
Si hubiera que trazar un comienzo en la androginia de la música brasileña, se podría empezar por nombrar la delicadeza del cantante de samba Mario Reis, en la década del 30. Al popular Cauby Peixoto y al cantor Ivón Curi, en los años dorados de Radio Nacional, y al falsete de Agostinho dos Santos, a comienzos de los años 1950. Pero entrados los ’60, con la dictadura militar, era de esperarse que ni en los circuitos de la joven guardia musical de Brasil ni en los grandes festivales ya nadie se atreviera a mariconear. Excepto, claro, el gran Caetano, que desafió con sus pieles y plumas al caretismo en el escenario. Pero cuando Ney Matogrosso irrumpió al frente de Secos & Molhados, y capturaron lo que el nuevo pop (con Bowie a la cabeza) estaba experimentando por otras tierras pero aggiornado a un espíritu nuestro, la ambigüedad en la MPB inauguró un nuevo capítulo. Y con esa marca Ney se ganó a la nación y especialmente a los jóvenes que apoyaron entusiastas la subversión de los valores que Secos & Molhados les presentaba.
Maquilladísimo en el escenario o totalmente desnudo, Ney tiene muchas historias porque él mismo es una célula viva de la historia de Brasil. En el escenario, según él ha dicho, es puro carácter, actitud. Y aun cuando no hay ningún secreto a voces, con todo lo se ha dicho de él y con todo lo que él mismo ha dicho de sí, se las arregla para mantener un aura de misterio. Si bien Ney es deudor de algunos de los músicos brasileños ya mencionados, aquellos que han empezado a coquetear con la androginia, les debe mucho a las grandes estrellas de cabaret, a la Carmen Miranda de su la infancia y a la actriz sex symbol en blanco y negro Theda Bara. Más allá de las influencias, Ney es auténtico, y es la ambigüedad la que encierra la mayor parte de su encanto. Es uno de los artistas que más ha cuestionado los géneros establecidos —con sus ropas, sus gestos y sus poses en los shows, así como también en las tapas de sus discos, con los que ha adherido a un estilo que algunos han llamado post-tropicalista—. En una de las tapas se lo ve por ejemplo metamorfoseado mitad hombre, mitad bestia. Y en el interior del álbum, surgiendo de la espuma del mar con la mitad del cuerpo al desnudo. No ha parado de presentar nueva alegorías de ser: despojado, sensual, ecológico, hombre-animal.
Por supuesto que Ney se nutrió de la androginia internacional, mirando el rock y el pop del Reino Unido. Se dice que, después de Mick Jagger, la androginia pop británica comenzó a explotar. En 1972, el glamour era el elemento que arrastraba hacia adelante al rock y a la cultura hippie. Tal vez Bowie haya sido el más extremo en este punto. En términos de ambigüedad, fue un tsunami. Su explosión en Inglaterra alcanzó límites planetarios, exactamente un año antes de la explosión Ney Matogrosso en Brasil. Pero no hay que olvidar que antes de Bowie, en Estados Unidos, apareció Alice Cooper envuelto en una boa constrictor. Ya lo dijo la gran Virginia Woolf: todo gran artista es andrógino, y también lo ha dicho Gilberto Gil, a su manera, en esa canción que habla de la parte femenina de todo hombre. La misma Rita Lee, artista andrógina si las hay, lo ha cantado: “Es difícil decir quién menea mejor, si Sidney Magal o Matogrosso”.
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