17 DE MAYO: DíA INTERNACIONAL CONTRA LA HOMOLESBOTRANSFOBIA
Qué ocurre cuando el Estado, el mercado, las correcciones políticas se apropian de categorías y de las luchas. ¿Habrá que revisar los espacios de crítica? Se pueden cometer atropellos en nombre de las buenas prácticas. No en nuestro nombre.
› Por Liliana Viola
Por primera vez en su historia, Estados Unidos lanzó al universo un Enviado especial por los derechos lgbtiq. El activismo, que lucha desde antes de que el sida fuera entendido como mano de Dios o como catástrofe que no merecía políticas de Estado, celebra el gesto. Cómo no celebrar y acompañar a un presidente como Obama que avanza con políticas progresistas y cede a las presiones de las minorías en un país mayoritariamente conservador y religioso, donde la broma (pesada) que inventa un affaire entre Yoko Ono e Hillary Clinton le cuesta a esta última unos puntos en las encuestas.
Pero cómo no sospechar de los policías del bien. Cómo no sospechar de la supremacía de las leyes, sobre todo cuando no se reglamentan o son utilizadas para marcar a los que quedan afuera. O de las propias categorías cuando aparecen para normalizar a otros. Se ha creado una especie de defensor, revisador, voz de alerta, mientras el gobierno afirma que se compromete a acompañar en la lucha. ¿Tendrá la palabra lucha el mismo valor para el Estado, el capitalismo, la globalización y el mercado que para lxs ciudadanxs de carne y hueso lgbtti? La primera representación imaginaria del Enviado es mesiánica y fantasiosa, un superman abiertamente gay que va por el mundo solucionando entuertos, liberando a condenados a muerte, Quijote sin locura, con escritorio de funcionario que va marcando el eje del mal con un lápiz multicolor. El enviado global —anunciaron en febrero desde Washington— sería una clara muestra de lo que la administración entiende como derechos ineludibles. Lo que hace Washington hacia afuera no impacta en la situación de cada estado, ni en los corazones de su población, para quien Washington es una entelequia, un faro que se encarga de los asuntos imperiales mientras la vida, con más o menos homofobia, continúa según la zona. Y con la misma virulencia transfóbica que en el resto del mundo.
Mientras se anuncia que muy pronto la Corte Suprema se va a expedir a favor del matrimonio igualitario que no se ha conseguido por consenso, surge el encargado de proteger los derechos lgbtiq en el resto del mundo. El resto está formado por la Latinoamérica machista, más de 80 países que penalizan la homosexualidad, otros que la condenan a muerte. Sobre todo por los estados islámicos y las dictaduras africanas. Dato al margen: Estados Unidos invierte aproximadamente un billón y medio de dólares en ayuda militar a Egipto y a su vez aumenta el presupuesto (notablemente menor que esa cifra) para la formación de activistas lgbtiq en estos países bárbaros. El recorrido del dinero da cuenta de
la paradoja: la “lucha” por un mundo más respetuoso y vivible se ha instalado con cargos nuevos, con armas y con millones.
Enviado implica también fuera del territorio de Estados Unidos. O, dicho en otros términos, parte de la estrategia de seguridad nacional. Una postura de frente a sus enemigos, que se completa con la media docena de embajadores “abiertamente homosexuales” que fueron destinados a países “abiertamente” mata homosexuales, a lo largo del año pasado (Polonia, Rusia, Nigeria... y por estos días se espera que el Senado apruebe al séptimo gay que iría camino a Vietnam...).
El enviado que fue cuidadosamente elegido se llama Randy Berry, ha ocupado misiones en Bangladesh, Egipto, Uganda y Sudáfrica, es abiertamente gay y blanco, casado y con dos hijos. Habla español y árabe, dos idiomas de la tan temida inmigración. ¿Se ocupará su oficina de proteger y fomentar el refugio y la contención en países friendly del mundo o se ocupará de señalar el mal de los malos?
Por primera vez en la historia, aquí y allá, se vislumbra, aun en los territorios más hostiles, un conjunto de minorías político-sexuales que hablan, que se hacen oír y que le enrostran a la normalidad que es apenas una parte. La redacción de la Ley de Identidad de Género argentina, modelo del mundo, es un ejemplo de la incidencia de la voz propia, de los saberes por fuera de la “normalidad” que vienen a decirles a los “normales” que ellos también configuran una identidad, la dominante. El enviado es apenas una estampa del conflicto y la paradoja, entre logros y riesgos. Las categorías y las reivindicaciones en manos del Estado se vuelven como un boomerang. Tiempo de celebraciones y de recalcular la lucha. Habrá que dar el salto en el medio de ese vuelo o al menos no apoltronarse en los sillones permitidos.
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