Viernes, 25 de abril de 2008 | Hoy
LUX VA > A LA MARSHALL
En la primera milonga gay de Buenos Aires, nuestrx cronista se deja llevar por dos, por cuatro...
¿Merezco la cruz porque alguna noche me atacan ganas de practicar my english? Que me claven. Total, si el tres a uno ya no me deja ir a la montaña, al menos hace que Mahoma venga a mí.
“Mohamed”, corrigió enseguida el gringo parado pero perdido en Corrientes y la 9 de Julio. ¡Ay, Mohamed! ¡Qué himno desentonado a la diversidad! Mitad alemán, mitad panárabe con unos dedos tan anchos que si llegan a hurgar entre mis nalguitas como en el mapa de Buenos Aires por fin voy a saber para qué vine a este mundo.
“¿Mai I help you?” con entonación de vendedora del shopping de Mujer bonita. Una puñalada de ojos en los míos y su dedo sobre el mapa en un punto exacto: Maipú 444. Después dijo algo más, pero no tengo level para saber qué. Pero si lo que quería era ir a la milonga, a Maipú y Corrientes lo llevaría. Tenía cuatro cuadras para pedirle a Santa Eladia que el ambiente tangueril no me reciba ahora como lo hizo aquella vez en Flores cuando me encandilaron los charoles en mi jeta mientras la horda excedida en testosterona me echaba a la voz de ¡torta, puto, travesti, vos y Piazzolla le hacen mucho mal al tango y al país!
Santa Eladia de mi lado: llegamos del bracete a La Marshall; piso de madera, viruta y media luz, parejas bailando al compás, mesitas alrededor, faltaba el organito. ¿Será por la Niní, el nombre? “Por fin alguien con un cacho de cultura”, me dice el de las entradas que de la emoción no sé ni cuánto salieron. ¿En qué momento me zamparon un ácido? Me froto los ojos, estoy en shock. ¡No murió en Medellin!, quiero gritar. ¡Gardel, diez años menos y en musculoca bailando con un Tito Lusiardo rubio teñido, cheek to cheek! Así da gusto: heterosexuales en franca minoría y una francachela que gira como las agujas de reloj pero invertidas, como manda el tango. ¡Quiero a mi Mohamed! ¿dónde está mi quepe crudo? Enredado como un ocho con el que parece ser el Rey de la Milonga. Madame Ivonne suena muy oportuna interpretada por la orquesta de Caló.
“We need two to Tango”, le digo al oído a un flor de chongo. “No te gastés porque soy de Liniers”, dice el rudo. Qué más quiero. Me toma del hombro y como el caballero que nunca tuve me conduce hasta el centro de la pista y así frente a frente, cuando parece que me da los labios para que yo los mastique, los abre para decir: ¿Quién lleva? ¿Y yo qué sé? Yo no traigo nada, que se fije en el baño, es la primera vez que vengo… “Entonces llevo yo”, dice y me aprieta contra su pecho.
Es automático, pruébenlo, es cuestión de colgarse del cuello y dejarse llevar; la pierna de él, ternura y determinación, me roza la entrepierna: Camino para atrás, dos pasos, veinte, los que quiera, le obedezco, me pisa, yo lo piso, me clava la rodilla, me zarandea, ¡Sí! quiero gritar a los cuatro vientos ¡soy un cuerpo delicado en manos de un guapo de arrabal! Quiero más y mi Copes me desprecia. Que venga a las clases de tango que se dan los miércoles, él no está para papelones en la pista después de haber cruzado la ciudad entera; acá será todo muy friendly pero el que baila mal, plancha, como en cualquier milonga. Lo que queda de la noche se ocupa de confirmar sus dichos. Vuelvo mañana, le digo al de la puerta. Mañana venga si quiere, pero sepa que la Marshall funciona solamente los miércoles, el resto de los días, acá es de lo más normal. Okey, digo, normal no me gusta, y me voy cantando una de los Beatles, para exorcizar tanta argentinidad al palo, y además, ya lo dije, porque a veces necesito practicar my english.
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