ELECCIONES EN ESPAÑA
› Por Dolores Curia
Graciela Rojo Crespo es rosarina y vivió en Argentina hasta 1984. Desde ese año vive en España y tiene doble nacionalidad desde hace 25. Es integrante del comité local de Unión, Progreso y Democracia (UPyD) y responsable del Departamento de Cultura y Deporte de ese partido en Las Palmas. Se trata, dice, “de un partido transversal con ideas de centroizquierda cuya fundadora, Rosa Diez, se ha desprendido del PSOE”. Graciela fue regidora de ópera en el Teatro Pérez Galdós (el más importante de Gran Canaria) y de la Opera de Madrid entre 1985 y 1991. Fue además campeona en fisicoculturismo y es la dueña de Charleston Café, cita lgbtti obligatoria en la noche de Gran Canaria, donde vive con quien es su esposa desde diciembre de 2014, Heidi Alamo Martín, que también es su compañera de partido. Graciela es candidata por UPyD a concejala para el Ayuntamiento de Las Palmas para las elecciones que tendrán lugar el 24 de mayo en Gran Canaria: “El clima político de España en este momento está marcado por Podemos, que ha entrado pisando muy fuerte y haciendo un descalabre con los dos partidos tradicionales de aquí, que son el PP y PSOE. Con la explosión de Podemos todos se han desestabilizado un poco, y aquí en Canarias a nivel local lo que se percibe es que el PP perderá poder, y mi partido, el UPyD, tendrá más oportunidades. Al tener un local de noche, conocer la movida (manejo el Charleston Café desde hace una década, también tuve una disco lgbtti, etc.), si gano, defendería el ocio nocturno de los abusos de la policía. Y también, las políticas públicas para la protección de las mujeres, madres solteras, etc., como he venido haciendo hasta ahora. Y me preocupa especialmente la concientización sobre el bullying en las escuelas, que aquí en España es un problema muy grave”.
–Mi partido es un oasis en relación a la lesbofobia reinante en la política partidaria española. Nuestra boda salió en fotos, notas, varios lados. Y los compañeros de mi partido estuvieron en ella. Aquí, en Canarias, que es tan friendly, hay muchos políticos, de distintos partidos, que son, como se decía en mi época, “del ambiente”. Pero me los encuentro en mi local y se hacen los zonzos. Contrariamente a lo que todo el mundo imagina, es frecuente que no salgan del closet ciento por ciento porque muchas veces no se los permite la estructura del partido al que pertenecen. Mi caso es absolutamente lo contrario, soy una candidata por completo fuera del closet y saco a relucir mi lesbianismo en todas las notas que me hacen. Mi identidad es parte de mi capital político.
–Yo era profesora de música de primaria. Imagínate, trabajando con menores, si se enteraban de que era lesbiana, me crucificaban. Así pasé la época de la dictadura allí. Siempre fui deportista. Jugaba al softball en la selección argentina. Y era una locura porque entre las mismas compañeras nadie tocaba el tema. Muchas éramos lesbianas pero teníamos que salir con novios de paripé. Es decir, si ibas a una entrega de premios o una fiesta, se acostumbraba llevar a un amigo-pantalla. Obviamente que tuve novias en el equipo pero todo muy oculto y esas mismas mujeres aun hoy siguen tapadas. Algunas de ellas se casaron con hombres para aparentar y, claro, en la mayoría de los casos, como es obvio, esos matrimonios no funcionaron.
–Muy típico: me fui siguiendo a una novia. Era una peruana de la sección de softball de allá. La conocí cuando fue a Buenos Aires con su equipo. La fui a visitar al verano siguiente y me encantó Perú. Yo en Argentina además había estudiado dirección coral. Así que volví a Lima con la idea de quedarme y cantar. Acá yo estaba en un grupo de jazz. Pero como armar una banda de jazz es muy difícil, armé en Lima una banda pop. Me llevé temas míos y temas de Marilina Ross que allí pegaron recontra bien. En Lima cambié de novia, unas cuantas veces. La última me propuso ir a probar suerte a España. Estuvimos un poco en Canarias y otro en Madrid. En ese momento trabajé en la Opera de Madrid como regidora.
–Siempre me he peleado con el peso. Hice siempre mucho deporte. Y estando en Madrid empecé a ir al gimnasio. Un entrenador me vio actitudes y me propuso entrenarme para competir. Yo tenía 31 años ya, así que me daba bastante inseguridad, pero me convenció. Me preparó con dietas y pesas, y ese año, 1993, me presenté en una competencia y la gané. Estuve compitiendo durante 6 años y gané tres veces el título de España y salí séptima a nivel mundial. El fisicoculturismo es sacrificado, hermoso y también un deporte que te coloca en constante señalamiento. Te dicen que con ese cuerpo no se entiende si sos hombre o mujer. Pierdes tu grasa y por eso pierdes las mamas y otras formas de la supuesta feminidad. A mí me gustaba incomodar en ese sentido, entonces me iba a las competencias vestida con falda. Imagínate el efecto de unas piernas musculadas y una buena falda, unos brazos musculados y las uñas pintadas. A los hombres les incomoda una mujer que practica el fisicoculturismo. Enseguida te quieren echar el pulso (en Argentina le dicen “una pulseada”). En las competencias yo rompía un poco con la dinámica del culturismo, no sólo por la falda, sino porque en la parte de poses libres elegía siempre ópera como música de fondo. Imagínate una musculosa tremenda haciendo poses con Carmen.
–¡La edad! A los 37 años ni tu metabolismo ni tu cuerpo es igual que diez años antes. Ahí es cuando me retiro y pongo el Charleston. Este local es emblemático. Como un Tortoni de Gran Canaria pero en versión queer. Han pasado por mi local desde los catalanes de la Fura dels Baus hasta Silvia Luchetti haciendo de La novicia rebelde. Vienen muchas argentinas. Mi amiga Susana Guzner, por ejemplo, ha presentado libros aquí. Es un sitio bohemio, para beber, cantar, relacionarse. Hacemos galas gays, patrocinamos drag queens. Ha sido un local trasgresor, en el sentido de defender la noche y el turismo lgbt contra los abusos policiales. Por aquí han pasado los mejores shows transformistas de la isla, music hall. El orgullo gay de Canarias es referente mundial y el Charleston es, a su vez, una referencia en ese circuito.
–En el ’85 pasé mi primera etapa en Canarias. Viví aquí un período corto con mi pareja de ese momento. En esa época la conocí a Heidi pero no pasó nada. Luego me volví a Madrid. Esa pareja se termina y yo decido que quiero vivir cerca del mar. Vuelvo a Canarias. Entonces empiezo a contactar gente de Canarias por chat. Ambas teníamos un nickname. Chateamos y chateamos noches enteras. Yo le cuento que ya había vivido un tiempito en Las Palmas en otra época y que estaba volviendo. Ella me habla de una amiga que tuvo que se había ido a vivir a Madrid, que era argentina, que hacía fisicoculturismo... Dos más dos son cuatro y le digo: “Guapa, me parece que tu amiga soy yo”.
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