ELECCIONES EN ESPAÑA
El domingo pasado el triunfo de candidatxs lgbti en España formó parte de lo que puede leerse como un avance queer en la política partidaria de ese país. Entre otrxs, Beatriz Gimeno, militante lesbiana, entró como diputada por Podemos y el reconocido activista Pedro Zerolo fue elegido nuevamente diputado por el PSOE. A estxs nombres se suma el de Carla Antonelli, diputada trans por el PSOE, quien tras renovar su banca conversó con SOY sobre cómo contribuir a la ampliación de derechos desde adentro del Parlamento.
› Por Gustavo Pecoraro
Carla Antonelli ha sido elegida por segunda vez como diputada por Madrid y es una de las pocas activistas trans en el mundo que ha conseguido entrar a un Parlamento y renovar su banca. Su rol dentro del PSOE (al que entró oficialmente en 1997) es “la posibilidad concreta de defender en primera línea las demandas del colectivo lgbti y poder hacer todas las denuncias necesarias ante todas las agresiones que empiezan a surgir en distintas partes y aquí específicamente, en la Comunidad de Madrid, por más que el gobierno del Partido Popular diga que no es verdad”. Carla cree fehacientemente que, además de luchar desde la calle, “es muy importante tener relaciones directas, de tú a tú, con los ministros y los partidos políticos”. Su presencia dentro del PSOE abrió muchas más posibilidades de diálogo. “De hecho, así se demostró y así fue que en el programa electoral de José Luis Rodríguez Zapatero participamos el conjunto de las personas lgbti que estábamos dentro del PSOE con las demandas de los colectivos como la Felgbt (Federación Española LGBT), esto significó que se incorporaran al programa las demandas de Ley de Matrimonio Igualitario y la Ley de Identidad de Género.”
–Yo viví el franquismo hasta los 15 años y a los 17 escapé de mi casa. Fui víctima de la “Ley de peligrosidad social”, que no se derogó hasta el año 1979, sufrí el posfranquismo, las palizas tremendas en comisarías, el cambiarte de vereda para no pasar frente a las comisarías porque si no te detenían, el convivir con un pie en la legalidad y otro en la ilegalidad, el sentir que realmente podían hacer con vos lo que quisieran. Esto es lo grande de la democracia y de creer en un partido como el PSOE. Mi camino es desde el ayer en una esquina en un parque de Gran Canaria hasta el hoy en un escaño en la Comunidad de Madrid. Miro de frente a la bancada del Partido Popular. Toda esta gente que son los mismos, o los hijos, o los nietos, de los que nos perseguían, de los que nos pegaban. Entonces es un gustazo poder tenerlos enfrente y te puedo garantizar (aunque dentro del PP también hay buena gente) que muchos de ellos me miran con un odio y con desdén bastante evidente y obvio. Ante eso pienso: “Estoy aquí, soy su señoría, soy la señora Carla Delgado (nombre oficial)” y eso es lo que se tienen que tragar. Para mí es una satisfacción poder haber hecho todo ese recorrido y poder dar voz a unas demandas sociales de un colectivo con todo lo que eso conlleva.
–Este tema siempre lo comparo con la Ley del Aborto de 1985. El colectivo trans venía de la más absoluta oscuridad, desde donde era imposible absolutamente todo, donde si “eras hombre, ibas a la tumba como hombre”, como nos decían los jueces en los ’80. Recién en 1987 se consiguió una sentencia donde se permitió el cambio de nombre y el cambio de sexo, pero se seguía sosteniendo que éramos ficciones de mujer o de hombres. No nos podíamos casar hasta 2001, cuando recurrimos a la Fiscalía. Pero hubo un gobierno, el de José Luis Rodríguez Zapatero, que escuchó, y esta ley salió adelante sin la condición de la reasignación genital y con el consenso absoluto de todos los colectivos lgbti de España antes de conocer la existencia del movimiento de la despatologización de la transexualidad. La Ley de Aborto, aprobada en 1985, fue modificada en 2011. Bueno, ahora la Ley de Identidad de Género española debe aspirar a eso, a mejorar. Dimos el primer paso, ahora debemos despatologizar esta ley. Después de España vino Portugal, y Portugal afinó un poco más, y después vino México y afinó más, y después Argentina, que hizo una gran ley donde desaparece cualquier tipo de patologización. ¿Qué le falta a la ley de la Argentina? Sigue sin reglamentarse en materia de sanidad. Hay que garantizar el derecho sanitario de las personas transexuales. No hay que obligar a ninguna persona transexual a pasar por un psicólogo o un médico, pero al mismo tiempo se debe garantizar que todas las personas transexuales que sí necesiten esa atención tengan garantizado su derecho a poder hacerlo.
–Pienso que la existencia de muchas T es una necesidad de autoafirmación que viene de la negación de nuestras identidades por parte de la sociedad. Tal vez pueda ser una necesidad de diferenciación entre un colectivo y otro. Como ejemplo te digo que cuando llegó la palabra transgénero a España (transgender) se tuvo la idea de englobar a toda la comunidad trans, pero poco después la palabra “transgender” se empezó a utilizar para estigmatizar a las personas que no hubieran pasado por una cirugía de reasignación de género. Transexuales eran las personas que estaban operadas y transgénero, las que no. Por lo tanto, se concretizaba como un sistema de castas, había gradas donde nos ubicaban. La percepción es que siempre tenemos que tener a alguien por debajo de nosotras. Yo tomé la decisión de “ni pa’ ti, ni pa’ mí”, y utilizaba “transgénero” y “transexual” por igual. Decía que para mí era lo mismo.
–Es un compromiso del PSOE de Madrid llevar al Parlamento una Ley de Igualdad de Trato y Contra la Discriminación del colectivo Lgtbi. Se va a mantener en el programa la Ley Integral de Transexualidad, que fue tumbada por el Partido Popular. Pedimos además una Ley Integral de Transexualidad para el ámbito estatal, pero son necesarias las leyes autonómicas: sanidad y educación específicamente. Recuerdo en el año 2012, en la primera intervención que tuve en la Asamblea de Madrid para denunciar las agresiones a las personas lgbti, terminé mis palabras diciendo: “Saquen de las cunetas a los fusilados por maricones”. Ante el silencio incómodo del PP, como diciendo “¡ha dicho maricones!”, yo pensé: “Pues sí, les hablo a la cara y he dicho maricones”. Ese es el gustazo de poder ser diputada, transexual y poder decir maricones delante de esos elefantes de la derecha española.
–Siempre he tenido claro que lo que hay que combatir se encuentra fuera del colectivo lLgtbi y es la homolesbotransfobia. Lo que hay que combatir es la discriminación, provenga de donde provenga. En toda mi vida he intentado evitar públicamente tener una discusión interna entre activistas. No me gusta. Eso es algo de los últimos años, que fundamentalmente sucede en las redes sociales. Eso perjudica al colectivo porque es el sueño dorado de “los otros”: divide y vencerás. Se ha demostrado en la historia del movimiento lgbti de España: cuando hemos ido unidos hemos ganado. Lo hicimos así con el Matrimonio Igualitario, y lo hicimos así con la Ley de Identidad de Género. Hay una regla casi primaria: juntas y juntos somos muchas y muchos más.
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