A LA VISTA
Si bien la Ley de Fertilización Humana Asistida ha mejorado la situación de muchas familias co-maternales, su sanción no ha sido suficiente para hacer frente a un sistema burocrático que aprovecha ciertos vacíos legales para trabar el acceso a los derechos. ¿En qué se basan las prepagas que se niegan a cubrir las técnicas? ¿Qué hacer frente a los prejuicios ajenos y miedos propios en relación al lugar de la madre no gestante? ¿Cómo encarar el relato del origen y el fantasma de la identidad del donante? Madres y futuras madres ensayan respuestas y cuentan aquí sus experiencias.
› Por Clara Gualano
26.862 es ese número mágico que –junto a la Ley de Matrimonio Igualitario– a muchas les abrió la puerta interna para salir a jugar un nuevo rol social: la co-maternidad amparada por las técnicas de reproducción asistida. Hace tan sólo algunas generaciones, por pura resistencia ideológica (¿reproducir nosotras la fuerza de trabajo capitalmachista?), por internalización de que las condiciones externas –económicas, médicas, legales– eran casi siempre adversas, por rechazo a un modelo familiar burgués que nos desterritorializó siempre... buscar un* bebé era o de muy valientes o de muy trastornadas. El deseo del hijo por la lesbiana, madre soltera o en pareja, era tabú no sólo para la mirada social externa, sino que intramuros a veces ni siquiera se habilitaba o se disfrazaba de una maternidad en la que una paría y la otra compañera “ayudaba” en la crianza. Todavía recuerdo una de mis primeras charlas sobre el tema en la casa de una amiga –un par de décadas más experimentada que yo– en la que, copa de vino mediante, seriamente me decía: “¿Embarazarte?, ¡olvidate! A las lesbianas, es sabido, siempre nos nacen varones” (¿por decantación obvia patriarcal?). Con el arribo de los nuevos tiempos y las nuevas leyes, construir una familia de dos mamás/papás y hasta de tres (caso triple filiación) empezó, en algunos ámbitos, a tener su costado revolucionario-cool: ¿potenciamos las redes afectivas más allá del 2?, ¿nos bancamos la mutación corporal gestante?, ¿proveemos alimento y techo sin roles preestablecidos?, ¿enseñamos a esas pequeñas esponjas de dos años y medio nuevas formas de vivir experimentando el “futuro ahora”?, ¿intentamos ese intercambio vital que no tiene que ver con la pareja sexual y amorosa sino que hace circular amor e información de arriba para abajo y abajo para arriba, es decir, intergeneracionalmente? O, por la negativa..., le cedemos la construcción cultural-ciudadana de la infancia a una Maru Botana o, ¡mejor!, a ese colegio católico de la esquina cuyo nombre lo resume todo: Mater Dolorosa.
La 26.862 y su reglamentación (decreto 956/2013) garantiza el acceso a las técnicas de reproducción médicamente asistida a aquellas personas que no puedan procrear por medios naturales (por infertilidad o falta de una de las gametas). Y ahí entramos a jugar las lesbianas, antinaturales, ya se sabe, por etiqueta histórica. (También lo “natural” se pone en cuestión cuando los gametos no tienen la calidad deseada o algunos valores hormonales se salen de la regla, ¿estandarización médica sobre cuerpos diversos?) La cobertura abarca al sector público, seguridad social (OS) y privado (prepagas). En los últimos tiempos los consultorios de fertilidad se superpoblaron de parejas de chicas, no dieron abasto para atajar el aluvión. Ronda el chiste de que las salas de espera de Procrearte, Fertilab o Reprobank son las sedes modernas de “La Fulana”. Como también ronda en el boca a boca que hay un famoso médico que atendió durante los últimos años a tantas parejas de lesbianas que se empezó a buscar cierto parecido fisonómico entre los hijxs, ¿mismo donante?, ¿muestras frescas sin analizar?, ¿una imaginería perversa que iguala el médico fertilizador al donante? Si bien la ley vino a ordenar la utilización concreta de las técnicas acotando algunos márgenes que antes estaban librados a la buena de Dios, todavía falta.
A Jimena Grigaitis (33) y María Eugenia Castro (33) un perverso juego de la ley que promete y no cumple (“se puede - no se puede” legislativo empresarial) se les reveló con crueldad aquel día de octubre de 2013 en el que un representante anónimo de OSDE las llamó a la casa de Pilar para informarles con cínica amabilidad: “No les cubrimos el tratamiento”. Pero no fueron las únicas en recibir el llamado. Según una encuesta de Concebir (asociación sin fines de lucro de asesoramiento sobre infertilidad) realizada sobre 344 personas, el 42 por ciento de los encuestados no logró todavía ninguna cobertura para los tratamientos y el 39 por ciento consiguió, apenas, acceso a una cobertura parcial (40 por ciento en medicamentos). Si a chicas de 39 años, por ejemplo, demoran meses en darles un turno o responderles un reclamo, deliberadamente se juega con el reloj biológico, lo que las expone a una situación de vulnerabilidad extrema. Incluso, no depende de planes más altos o más bajos dentro de una misma prepaga, en general cuanto más grandes o renombradas son, mayores los incumplimientos, salvo excepciones: a Antonella (32) y María (49) Omint les garantizó todo sin protestas desde el día uno. En Rosario el Hospital Provincial del Centenario realiza fertilización en baja complejidad sin pagar ni un peso. Pero este comportamiento ejemplar no abunda.
¿En qué se basan las prepagas para decir no? En la mayoría de los casos alegan que no pueden cubrir porque los bancos de gametos no están regularizados por un organismo estatal, en otros casos, por interpretaciones sobre ítem de la ley no del todo específicos. Dice Jimena Grigaitis de Concebir: “En la mayoría de los casos la negativa tiene que ver con la donación de gametos. Ellos te dicen “si vos necesitás un tratamiento de fertilización asistida y requerís de un banco de gametos, no te lo podemos cubrir porque no hay bancos que se encuentren inscriptos en el Refes (Registro Federal de Establecimientos de Salud). La ley no es clara en esto y no hay ningún organismo que se ocupe de regularlos o inscribirlos, aunque tenemos el caso de Procrearte de La Plata, que es de los primeros inscriptos. En otros casos dicen ‘no te cubrimos el banco pero te cubrimos el tratamiento’, depende. Y la medicación te la cubren al 40 por ciento. En la ley no está aclarado el porcentaje, pero como es cobertura integral tendrían que cubrir al ciento por ciento. Hay casos combinados de estas tres cosas: a veces cubren el tratamiento y no los gametos. Y también hay casos de la misma obra social que a algunas personas les cubre y a otras no. También tenemos un caso en el que les han cubierto hasta la criopreservación de embriones”. En las últimas semanas la lista de laboratorios y bancos de esperma inscriptos se está ampliando y algunos hospitales ya están gestionando bancos propios (se pueden consultar en la página del Ministerio de Salud: www.msal.gov.ar). Si hablamos sobre costos, las hormonas que acompañan a los tratamientos son diferentes en cada caso, según decisión médica. Los valores rondan los mil doscientos pesos aproximadamente; el tratamiento de baja de manera particular tiene un costo aproximado de cinco mil pesos. La muestra de esperma varía mucho: por ejemplo en Reprobank, que ofrece el programa Identidad Abierta en donde el chico puede conocer al donante al cumplir los 18 años y tiene un estudio profundo de enfermedades genéticas, puede salir alrededor de diez mil pesos. En otros, menos.
Frente a tanta barrera hay que decir dos cosas, la primera es que estamos mejor que hace unos años. Las leyes nacen, se mejoran en base a la experiencia, con suerte y decisión política, avanzan y no retroceden. En la instancia en la que hay huecos, las acciones legales, bien agotadoras, dan resultados. El caso de una barilochense que ganó un amparo contra Swiss Medical salió en todos los medios (cada día más común). Las esperanzas de muchxs están puestas en un proyecto de ley complementario presentado por las diputadas María del Carmen Bianchi y Mara Brawer que obtuvo ya media sanción en Diputados, pero espera su media sanción en Senadores. Especifica varios puntos claves, como el plazo para conservar embriones, responsabilidades de los centros médicos, límite para la utilización del mismo material genético, etc.
Al taller Familias igualitarias de Concebir concurren siete parejas y catorce chicas, la mayoría entre los 30 y 40 años. Hablan rápido y fuerte muchas de ellas, tratando de manejar cierta ansiedad por el futuro que se les viene encima en su doble faz: serán madres y serán pioneras de la multiplicación de los nuevos tipos de familias. Las que han tomado la decisión de no gestar en su cuerpo tienen un código para dirigirse unas a las otras que no se comprende (desde afuera) sino por un miedo a quedarse afuera, no del grupo, de una ocupación de la maternidad que necesitaría parir para afianzar el rol (trampa a desarmar). Primer problema: “¿Y sí al pendejo se le ocurre que se inventa un padre? Porque es algo que ya sabemos que puede pasar”. Respuesta: “¡No le digas pendejo!”. Segundo problema: ¿Cómo le hablamos al deseado nonato? Así rebotamos entre la fantasía, las predicciones tranquilizadoras y el miedo (por suerte, no paralizante). La mayoría lleva puestos los anillos. Recordemos que con el anterior Código Civil la filiación de los niños era directa si la madre y la co-madre estaban casadas. Luego de la sanción del nuevo, la manifestación de “voluntad procreacional” (bajo firma de consentimiento) alcanzará para que los niños concebidos por fertilización asistida lleven los dos apellidos aun si no hubiere matrimonio. En general los talleres toman una temática y la estallan de preguntas que no decantan en ninguna verdad. En el período de la preconcepción hay decisiones que son determinantes. Es el caso de una pareja que está llevando adelante el tercer procedimiento de fertilización de alta complejidad y ya pasó por dos de baja y le queda la opción de ovodonación (que la madre gestante se implante el óvulo de una donante). Nos enfrentamos acá con otros cuestionamientos: si no tenés la carga genética de ninguna integrante de la pareja, ¿qué te pasa con esto?, ¿qué aporta la gestación al vínculo? Quizá se empieza a pensar en la adopción, pero ¡tardaría más! Las características de un “buen” donante es otro tema propuesto para el debate, ¿es importante el fenotipo/apariencia física?, ¿el gesto solidario que le atribuye características de “buen tipo”?, ¿que sea sano, por sobre todas las cosas? Otro tema clave es cómo decirles a nuestras familias que una puede quedar embarazada en cualquier momento (cuestión que se complica más si no hicimos la salida del closet). “La amiga” que vive conmigo puede ser ocultada o renombrada para adecuarse a la heteronorma pero cuando aparece un niño la familia se constituye (visiblemente) y se produce una salida del armario completa –automática o declarada–. Con la consecuencia de que las falsedades o rechazos hacia nosotras pueden estar ya elaborados y hasta pueden ser tolerados pero la no aceptación/discriminación de nuestrx hijx nos puede poner los pelos de punta. Y si nos extendemos en el tiempo, puede haber otros obstáculos que sortear, por ejemplo, cómo pararse frente a una maestra lesbófoba o a una directora de colegio dinosaurio. Todos estos interrogantes salen en el taller y a veces hasta se actúan y se bajan a un rol playing.
Otra pregunta frecuente es la de la identidad abierta, es decir, que el niñx a los dieciocho años tenga acceso a conocer los datos del donante. Este último debate parece ser importante, porque divide la mesa en dos: algunas quisieran reducir esa palabra a un frasquito que sirve para el instante mágico y se olvida (escena tan temida de la película Mi familia: el esperma se hace carne quince años después para complicar la vida). Pero es inevitable pensar que lo omitido/negado genera más interrogantes que lo que muestra o dice abiertamente. Si quien aporta el material genético es un amigo o un conocido, existe un riesgo de reclamo de paternidad (cuestión que parece provocar terror) pero desaparece el fantasma o la pregunta constante: ¿de dónde vengo? Surgirán otros. Al respecto nos aclara Guillermina Pieroni, abogada de Concebir: “Como asociación venimos con una ardua lucha sobre el tema de la identidad, más cuando estamos hablando de tratamientos en los que indefectiblemente acudimos por lo menos a donación de una de las gametas. Debemos resaltar que si bien la ley no crea el registro de donantes –como nuestra asociación propone–, sí resguarda, en consonancia con el nuevo Código Civil, el derecho del niño a ejercer su derecho a la identidad”. Los bancos de esperma actualmente “venden” como un servicio aparte lo que en el Código está garantizado por ley: la conservación de los datos del donante hasta que el chico o la chica cumpla 18 y pueda decidir si los quiere saber o no. También pensando en la posibilidad de que se requiera el conocimiento de la herencia genética por prevención o cura de enfermedad. Sirve, a veces, pensar en las experiencias legislativas de otros países intercambiadas en congresos internacionales: ¿qué pasa si el chico quiere llamarle hermano a otro fruto del mismo esperma donado?, ¿vamos a decir nosotros siempre cómo y con quién se arman o desarman los vínculos?, ¿quién y cuándo dice en base a qué yo debo construir mi identidad familiar o de filiación en el mundo? Respuestas inciertas. En Estados Unidos la espectacularización ha llegado al punto de que una organización sin fines de lucro (The Donor Sibling Registry) se encargó de unir (¡y hasta lo hizo en un reality show!) a medios hermanos por todo el mundo (hermano es el que te roba los juguetes, pero ¿tenemos una palabra para nombrar las vidas gestadas por el mismo donante? Problemas del lenguaje).
Aun en acuerdos y desacuerdos, las decisiones individuales se construyen muchas veces en las experiencias previas de los otrxs. El saber libera. Saber sobre identidad, explicitar y narrar las realidades originales sin omisión ni sentimiento de falta. Saber que se puede gestar, saber lo que habilitan las leyes, saber lo que falta que habiliten, saber que las crianzas no son todas iguales, que la transformación social empieza por casa y no siempre se hace rompiendo, o más bien se hace rompiendo y volviendo a armar. Castillitos en el aire que se hacen vida, triunfo, deseo.
1) Solicitar la cobertura verbalmente a la obra social/empresa de medicina prepaga llevando solicitud de autorización con diagnóstico del médico de cabecera, estudios realizados, seguimiento del ciclo reproductivo (control de la ovulación, análisis de sangre y ecografías) y una síntesis de la historia clínica.
2) La negativa en forma verbal a la cobertura no es suficiente para poder iniciar el reclamo formal. Debemos enviar una carta documento o presentar el formulario RESOLUCION SSSALUD Nº 075/98 ANEXO A. (www.sssalud.gov.ar)
OPCION 1
Superintendencia de Servicios de Salud (gratuito)
Si la respuesta sigue siendo negativa o hay silencio ante la presentación formal, debemos realizar la respectiva denuncia ante la Superintendencia de Salud de la Nación (Av. Pte. Roque Sáenz Peña 530, Ciudad Autónoma de Buenos Aires).
OPCION 2
Defensa del Consumidor (gratuito)
Realizar una denuncia ante Defensa del Consumidor del Ministerio de Economía de la Nación (Av. Julio A. Roca 651, Ciudad Autónoma de Buenos Aires) y tratar de llegar a un acuerdo en instancia de conciliación.
OPCION 3
Defensor del Pueblo de la Nación (gratuito)
Realizar una denuncia ante el defensor del Pueblo de la Nación.
OPCION 4
Recurso de amparo
Presentar un Recurso de amparo, requiere de un abogado.
Concebir
www.concebirorg.ar
info@[email protected]
Teléfonos: 4941-9209 / 4703-0614
Sumate a dar vida
www.sumateadarvida.org
[email protected]
(Versión para móviles / versión de escritorio)
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina
Versión para móviles / versión de escritorio | RSS
Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux