DIA DE LOS PADRES
Los nuevos dobles apellidos, las buenas nuevas, las nuevas desigualdades, la reinvención de la familia
› Por María Moreno
Antaño el doble apellido identificaba a la gente bien, los “gordis” diseñados por la sociología buffa del humorista Landrú (ponele los Pereyra Iraola Huergo, los Paz Quesada Casares Gandulfo, los Gowland Donovan Cullen, los Bianchi di Cárcamo Mejía) o a los García o Fernández hartos de ser confundidos en nuestra gran proliferación de “gallegos”. Ahora pertenecerán a las nuevas familias de múltiple filiación cuyo linaje será el de la lucha por convertir la injuria en orgullo, lograr la vida plena de derechos y placeres, y las mutaciones genéricas necesarias para el estallido simbólico del Complejo de Edipo. Bienvenidas las constelaciones familiares y sus reinvenciones de La casa grande, sin Luis Sandrini, en igualdad de reconocimientos con los Cis-casaditos y su prole –la consigna Ni Una Menos es tan genial que puede extenderse en ni una menos (familia) en derechos, en asignación, en reconocimiento social, por parte del Estado–.
Siguiendo la tradición humorística de La vida de Brian podemos imaginar que existe un gasto mayor en el aliento de las maestras progres para llamar al frente (¡guarda con dejar fuera de la invocación a una de las dos mamás o a uno de los dos papás a fin de hacerla más corta!), que la niña o el niño deberá apresurarse a completar su media lengua para recitar con destreza la ristra de su identidad, pero ahora resulta que a esas buenas maneras reconocidas justamente por el Estado y gracias a ¿Madre o Padre? Ciencia se les agregaría en potencia un giro a la biológica. ¿Ovulos salidos de un brazo peludo? ¿Genealogía puramente macho? Porque es eso lo que está conseguido y, en cambio, para que salga esperma de un brazo femenino todavía falta, a Cambridge no le sale. Santa Judith Butler que no estás en los cielos, si se te ocurre algo, avisá.
No hay dos sin tres siempre que sea un hijo
El 2 es un número facho –por algo el logo SS, el par represor policía bueno y el malo, el bajón ético representado por tener 2 caras, la teoría de los 2 demonios–. Matemática moral que lo opone a la soledad del 1 como símbolo de egoísmo y des-solidaridad; base capitalista de la llamada familia nuclear ya que no del amor romántico, que la literatura rápidamente transforma en 0 a través de la muerte (nada que ver con el cisne de Darío que duplicado en espejo hace que, entre los cuellos de negro plumaje y en forma de 2, aparezca un simbólico corazón). El 2 tiende a reconstituirse como las bolitas de mercurio de un termómetro roto en una unidad fusionada. No importa cuántos cuerpos se inviertan en las nuevas hazañas reproductivas, siempre suele haber dos gestores hegemónicos. A veces el “2” ejemplar se enuncia como reparación de un origen “natural” defectuoso, ya que existe entre las minorías una tensión siempre presente entre la exigencia de ser reconocidas en sus culturas específicas por el total de la sociedad y la promoción de ser capaces de relevar con hipereficacia las prácticas fallidas del patrón dominante. Por ejemplo, en los canales de cable pasan hasta el cansancio un documental sobre una pareja gay de varones con dos hijas. En sus declaraciones las niñas –muy ordinariamente femeninas, remilgadas, formales– hacen con voz estudiadamente pedagógica loas a su familia –cuando todo el mundo sabe que cualquier persona “normal” ama a sus padres en la misma medida en que los odia–. Los únicos momentos del documental en donde se esboza alguna crítica –y la hacen padres e hijas casi a cuatro voces– es cuando se alude a la madre de alquiler que puso el cuerpo para que esa preciosa familia sea: prácticamente la tratan como a alguien que abandonó a sus “propias” hijas, amén de mencionar que es alcohólica.
Hernán y Rolando han tenido dos hijos –uno de cada uno, biológicamente hablando– y es que nada más compulsivo que el dos de la pareja, aun la queer, cuando deviene democracia privatizada: “Yo pongo el óvulo, vos ponés la panza”, “yo lo tengo pero vos le das el primer apellido”. “Para el primero ponés vos, para el segundo yo”. Aunque el Uno se puede volver totalitario si Olimpo Científico permite que quien pone el esperma ponga también el óvulo extraído de su piel: Ouróboros papi-papi.
Las buenas nuevas y el retorno de lo reprimido
1) del mito de Adán y Eva remozado en Adán y pongamos Josué y la costilla reemplazada por la piel y ¡oh, triunfo paradójico de Francisco! El óvulo sin pecado original hétero;
2) de lo biológico como modelo de reproducción fiel al modelo de la propia sangre, de la genealogía ideal. Y aún en la naturalización sin conflictos de la madre subrogada en quien se lee “solidaridad” y “colaboración” en lugar del factor necesidad de su cumplimiento de “anatomía es destino”;
3) de por lo menos dos formas de desigualdad: a) entre las familias tortas y las familias locas –uso estas dos paridades operativamente y, si no, llamen al Inadi–, ya que, según las nuevas: “La investigación probó, primero en ratones y ahora en humanos, que es posible llegar a producir un óvulo desde la piel de un hombre, aunque todavía no es posible generar esperma con piel femenina. De esta manera, dos hombres podrían tener un hijo sin la necesidad de acudir a una donante de óvulo”; b) los hijos del esperma-óvulo de piel constituirán una nueva elite, mientras que los hijos de las tortas constituirán una clase media lgbtti, un fruto algo artesanal de una ciencia modesta con su retro banco de esperma o/y alguna jeringa especializada.
Y ¿qué quieren que les diga? Ya sé que el falo no es el pene, que la castración simbólica no es la castración real, que una mujer no es su óvulo, que la reproducción de dos padres biológicos es un atentado al patriarcado –estructura que naturalizó hasta hacer ley lo que la infancia traduce en nena/nena, agujero/palito”– y no un reforzamiento pero, en tiempos en que el femicidio incluye la eliminación de mujeres reales por sus patriarcas particulares y mediante la acción ritual de mafias paraestatales en una nueva configuración de la guerra –de acuerdo a la teoría de la feminista Rita Segato–, una práctica que elimina todo elemento femenino salvo como matriz gestante (¿un container, palabra que alude a tantas mujeres asesinadas y escondidas entre la basura?) no me lleva al regocijo democrático, sino a la vieja risa histérica, de nervios, como decía Catita.
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