A LA VISTA
› Por Laura A. Arnés
Ella ama a Sofía es una obra de teatro y un homenaje a la década del noventa. Es un viaje por los recuerdos propios pero, también, por los de una generación. Ella amó a Sofía y la sigue amando en cada mujer que conoció después de ella. Ella es Sofía porque de la transformación que provoca el contacto lesbiano no se vuelve.
La década del noventa argentina, a pesar de su tono de constante frivolidad, estuvo atravesada por los debates en torno de las nociones de inclusión y exclusión propias de la redemocratización. Es la época en que el lesbianismo, el travestismo y la homosexualidad comienzan a estar en boca de todos o, por lo menos, en la de los medios. Y el relato da cuenta de esto. Sostenida sobre una estética que reivindica el zapping, el videoclip y el pastiche, Ella ama a Sofía habilita la (re) lectura y la aparición de una serie de narrativas culturales –fragmentos de entrevistas a Carlos Menem y de Almorzando con Mirtha Legrand, referencias a Susana Giménez y Mauro Viale– a partir de las cuales se señala al cuerpo, la memoria y los medios de comunicación como espacios de significación simbólica y territorios de disputa de poderes sexuales y sociales.
Los noventa fueron, también, esos años de apertura en los que comenzó a desarrollarse un mercado y una cultura orientados a organizar los consumos y a normalizar los imaginarios disidentes. Y entonces: Thelma y Louise, Tomates verdes fritos y La caracola y el clérigo; Ace of base, Daniela Mercury o el Grupo Green. Porque es en el cruce de mundos que la entrada a los noventa exige y en la consecuente redistribución de lo sensible –y de sensibilidades– donde sucede la tentación y la caída. La lucha por los sueños –por el ser, por el tener, por el saber– se produce en los espacios de fricción, en aquellos lugares donde una lengua entra en contacto con otra lengua, donde un cuerpo entra en contacto con otro cuerpo, donde una tradición entra contacto con la otra. Pero, además, ésta es la década en que los imaginarios sobre lo gay tienen un punto de inflexión marcado por el sida. Y tal vez ése es el momento en que la celebración, un tanto carnavalesca, da lugar al drama. La pérdida tiñe todo de negro y la pantalla se apaga. Pero la historia sigue. Porque la pasión, en Ella ama a Sofía, se hace presente, no sólo como sentimiento o afecto sino como acción e imaginación. El amor lesbiano es creativo y productivo: Ella ama a Sofía y en un continuum lesbiano, amará, inscribiendo repeticiones y desvíos, a todas las mujeres que vienen después.
Dirección y dramaturgia: Lucas Martinelli.
Viernes de junio 23 hs., Buenas Artes Social Club.
Guatemala 4484. Palermo. [email protected]
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