MI MUNDO
› Por Gabriela Cabezón Cámara
“Mi nombre es Rain, como desde el cielo, Dove, como el ave. Rain Dove”, “Lluvia Paloma” en castellano. “Me gustan las caminatas largas en la playa, las rosas cerca del fuego y los loris perezosos”, se empieza a describir la chica. “Soy una modelo a-genérica, modelo como varón, como mujer y como todo lo que está en el medio. Soy una modelo sin género. Soy una modelo de todos los géneros. Modelo como ser humano. No se trata de lo que mi cuerpo es, se trata de la ropa que estoy usando.” Rain dijo estas cosas en una entrevista que le hizo la revista DapperQ. Moda masculina transgresora en marzo de este año en su país, Estados Unidos. Antes de la nota, Rain ya había sido noticia: modeló con ropa de mujer y con ropa de varón en la New York Fashion Week, fue elegida por la revista Marie Claire como una de las once mujeres que están redefiniendo la belleza y las marcas de ropa de varón que apostaron por ella festejan la viralización de su imagen, junto con sus logotipos, en las redes. La industria de la moda está enamorándose de ella y le dedica piropos del tipo “handsome”: buen mozo. Los medios especializados, y también los otros, hablan de Rain: ha sido nota en W, Vogue, BuzzFeed, Huffington Post, Elle, Harper’s Bazaar, People, Bustle, Styleite, Fortune, The Miami Herald, 20minutos, Marie Claire, Mashable, Dapifer y The New York Times, entre otros. Ella que, rompiendo otros estereotipos además de los genéricos, no es ninguna tonta –estudió Derecho e Ingeniería genética en la Universidad de California, Berkeley– lleva un blog donde relata sus experiencias como modelo excéntrica. Y entiéndase lo de excéntrica literalmente, como algo que no forma parte del centro, de lo que la doxa –el sentido común– entiende por “normal”. Rain es una belleza con cualquier trapo encima. Y casi ningún trapo también. Tiene una espalda musculosa, como de nadador o nadadora, el pelo cortado según la moda de un sector de las lesbianas –rapado a los costados, largo arriba–. Vista de atrás, en cueros, parece un muchacho. De adelante también. Y si está en cueros, parece un muchacho con tetas. Pese a que se siente más fuerte vestida de mujer, Rain ha sabido capitalizar su androginia. Estos últimos dos años, concretamente, la está haciendo billete. Basta con ver su cuenta de Instagram, Raindovemodel, “Rain Dove Dubilewski GENDER CAPITALIST representing ‘human’ thru fashion, film, & activism” –Capitalista del género representando lo humano a través de la moda, el cine y el activismo– se presenta. Y enseguida las imágenes: parada, en un puente, besándose con una rubia que está trepada a ella. Ahí estaba modelando un jean andrógino. Con un vestido negro y estiletos. Modelando trajes varios en pasarelas varias. Luciendo corpiño calado y pieles. Durmiendo y caminando con otra rubia en un pequeño video-festejo del fallo de la Corte de EE.UU. que permite el casamiento igualitario. Planchando. Cortando leña. Haciendo fuego. Luciendo vestidos brillosos en escenarios muy fashion. Lo del capitalista del género lo lleva como nadie.
No siempre le fue tan fácil. Cuando era chica –contó en una nota a la revista BuzzFeed– su mamá la peló. En el colegio le empezaron a decir “Tranny Danny”. Ella no sabía qué significaba “tranny” –transexual–, pensó que tenía algo que ver con los trenes. Le pidió a la mamá que le comprara una gorra de maquinista y la usó durante tres años. Cada vez que alguien la llamaba por su sobrenombre, gritaba: “¡Chuuuu, chuuuuuu, todos a bordo, motherfuckers!”. Y así se pasó media infancia, convencida de ser popular porque tenía un sobrenombre. Recién en la mitad de la secundaria se enteró del significado de “tranny” y se dio cuenta de que se había pasado la vida entre gente que se reía de ella sin haberse dado cuenta. Dice que por un minuto la súbita conciencia le fue difícil de tragar. Que nunca se había percatado de su masculinidad. Que pensaba, sencillamente, que había mujeres de sororidad y mujeres de acción, tipo Sigourney Weaver. Y que ella era de las últimas. Cuando se dio cuenta tanto de su androginia como del machismo del mundo, hizo otras cosas. Por ejemplo fue bombero en Colorado: su trabajo era correr de acá para allá con una motosierra cortando árboles durante los incendios. Los otros bomberos asumieron que era un varón y ella no los desengañó. Más tarde, consciente –dice– de que como no era el tipo de “mujer de sororidad” le sería difícil conseguir trabajo de moza de cócteles o cosas por el estilo, trabajó en construcción y en jardinería. Dice que fue realmente agradable ser un hombre blanco en América. Que fue alucinante. Que después, de todos modos, pudo apropiarse de su feminidad y hacer cosas más “típicas de mujeres”. Pero que siempre eligió el baño que le quedaba más cerca, sin importar si era de “damas” o “caballeros”.
En su blog relata audiciones. Cómo es presentarse con el pelo cortado así, con pelos en las axilas, con tacos cortos. Ser la más alta. La menos flaca –es muy flaca, pero musculosa– tanto que las piernas de las otras chicas son más chicas que sus bíceps. No sé si exagera, fanfarronea o si las modelos son tan extremadamente anoréxicas. A los bíceps se los ve regios en las fotos. Eso, cuando va a audiciones de ropa de mujer. Distintas son las de ropa masculina. Ahí son todos varones. Muchos tienen barba. Se sorprenden de que se presente siendo mujer. Le prueban bastante ropa. Les gusta. Pero hay objeciones: ¿dónde se va a cambiar?, ¿cómo consiguen un vestidor exclusivo para ella en el desfile? Sus respuestas, “yo no tengo ningún problema en cambiarme junto a los hombres”, son desechadas: eso podría terminar trayendo problemas legales. Ensaya otra: “Los modelos son casi todos gays”. Tampoco funciona: una mujer no puede compartir el vestidor con varones. Salvo que, claro, no sea una mujer sino un chico trans. ¿Sos un chico trans?, le pregunta un diseñador que muere por que ella modele su ropa y le guiña los ojos pidiéndole complicidad. Que mienta. No, dice ella. Pero puedo modelar ropa de varón, ya me vieron. No hay caso. Las cosas no siempre salen bien. Vendrán más audiciones y muchas la verán salir exitosa.
Dice, también, que para ella la transgresión es ponerse un vestido y no vestirse de varón. Por eso se siente más fuerte cuando se viste de princesa, porque hacerlo es romper moldes para ella que, por su cara angulosa tal vez, quién sabe, se sintió condenada a no ser considerada una mujer atractiva. Es una mujer muy pero muy atractiva. Claro que, ya sabemos, todo eso de la belleza y lo de los géneros también es cuestión de cultura. “Me molesta que a las mujeres les hayan enseñado que no pueden ser bellas siendo ellas mismas. Me llena de ira”, explica. Y se pone los estiletos. Cree –está firmemente convencida– que su trabajo en el mundo de la moda puede ayudar a mejorar la vida de muchas personas. Que modelos como ella, a-genéricos, como le gusta definirse, van a lograr algo parecido al milagro. Que si un varón se pone un vestido la gente sólo se de vuelta a mirarlo porque el vestido le encanta, ejemplifica. Entonces, dice, se siente más fuerte con ropa de mujer. Pero cómoda, lo que se dice cómoda, está cuando usa ropa de varón, ropa suelta. Es la que prefiere; quiere poder correr “si llega una invasión zombie”.
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