Vie 14.11.2008
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CINE

Forajidos a la deriva

Gregg Araki, uno de los más radicales creadores del grupo New Queer Cinema, realizó The Living End, road movie que refleja el espíritu de una época atravesada por el sida y por la necesidad de hacer de la visibilidad un grito de guerra. Por primera vez, la película podrá verse en el Festival de Cine de Mar del Plata.

› Por Diego Trerotola

A principios de los ’90, un movimiento sexualmente incorrecto surgió entre los cineastas más radicalmente independientes de Estados Unidos. Rebelde pero no confundido, este grupo, que luego se denominó New Queer Cinema, comenzó esa década con una furia punk matizada con los gestos revolucionarios de la contracultura pop de fines de los ’60. Entre todos ellos, Gregg Araki ha sido quizás el más consecuente con su espíritu original: usar la incorrección como arma para desordenar la restringida concepción de la identidad gay asimilacionista. Nada de adaptarse a la mayoría, la idea del nuevo impulso queer era crear un plan de fuga hacia otros ámbitos, otras estéticas, otras sensibilidades. Y nada mejor para lograrlo que una road movie; por eso, la primera gran obra de Araki, la más ruidosa y aguerrida, fue The Living End, donde el crítico de cine Jon (Craig Gilmore) y el Hustler Luke (Mike Dytri) se embarcan en un viaje nihilista, criminal, sexy y profundamente queer. Araki, con una cámara de 16 mm prestada y sin presupuesto, dirigió, escribió, filmó y editó esta película que terminó convertida en el paradigma de un cine de resistencia. Remasterizada y remixada recientemente, The Living End se proyectará en el Festival de Cine de Mar del Plata y será una oportunidad de ver esta película que en la Argentina continúa inédita en todos los formatos.

Pocas películas encarnan tan plenamente un espíritu generacional de rebelión queer, el lado B de la cultura de los ’90, como The Living End. Tras la recuperación de la película, Araki recordó el impulso que lo guiaba: “Mi trabajo ha sido siempre más personal que político pero, como todos sabemos, hay un gran cruce. The Living End y todo el auge de la ‘nueva ola queer’ fue un producto del zeitgeist cultural de finales de los ’80 y principios de los ’90, el mismo clima socio-cultural donde crecieron las organizaciones Act Up, Queer Nation, con un sentido más amplio de visibilidad política gay y queer. La película no estaba en modo alguno creada desde el vacío, sino que derivaba de un espacio y tiempo, de un espíritu muy real y concreto, donde ser gay se sentía como un acto político en sí mismo, de una forma mucho más profunda y más radical que la actual. Había un sentimiento relacionado con que el sida era como una hostil guerra genocida, y que ser gay te hacía inmediatamente un ser extraño y peligroso para la sociedad en general. Estando muy influido por la música punk y post-punk, yo estaba cómodo viviendo en esa marginalidad. Y fue este aspecto punk de The Living End que hizo de la película algo tan traumático y amenazante para la cultura gay blandengue”. Lejos de las representaciones tímidas y deserotizadas sobre el sida que se hicieron por aquellos años, como la anterior Juntos para siempre (1990) y la posterior Filadelfia (1993), el caso de The Living End es más insolente y frontal: sus dos protagonistas viven con VIH y no se convierten en víctimas sino en forajidos a la deriva, como bandidos de un western insurrecto donde la civilización es puesta en crisis, pero la ley del sheriff queda fuera de campo. Nada del gay domesticado, del cuento didáctico y positivamente idealista. Por eso, si bien la película pertenece a un subgénero específico del cine indie, la road movie, las raíces también hay que buscarlas en el underground más revolucionario de los ’60. En este sentido, no es casual que el personaje de la lesbiana Daisy sea interpretado por Mary Woronov, performer warholiana devenida actriz del cine anarcosexual proto-queer de Paul Bartel. Y aunque pasaron más de quince años, The Living End no tiene ni un gramo de gusto retro, porque su impronta queer aún resulta desestabilizadora. Porque hay algo que aún vibra es este viaje de Araki hacia el principio del fin, un trip apocalíptico pero vital, que se agita al ritmo del deseo y de la ruidosa música de bandas como KMFDM, Coil, 16 Volt y Psychic TV. o

The Living End: Remixed and Remastered se exhibirá en el Festival de Mar del Plata este viernes 14 de noviembre a las 23.30 en la sala 1 del cine Santa Fe (Santa Fe 1854).

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