ENTREVISTA EXCLUSIVA
Su novela Fruta prohibida en los años 90 funcionó como un espejo donde encontrarse para muchas lesbianas. Era un texto joven que irrumpía en un catálogo donde brillaban unos pocos clásicos. Lesbiana, feminista y escritora inglesa, Jeanette Winterson, a veinte años de aquel texto, reflexiona sobre el poder de la literatura y de la diferencia.
› Por Clara Gualano y Paula Jiménez España
Jeanette Winterson es simpática. Muy simpática. Tiene los rulos cortos y despeinados de siempre. Está totalmente vestida de negro. Al vernos llegar abre los brazos, extiende las manos y dice: ¡Las estaba esperando! Esta escritora británica, una de las plumas actuales más destacadas en su lengua, no parece anteponer ningún reparo sobre lo que se le pueda preguntar. Será porque, en cierto sentido, a través de algunos de sus libros ha franqueado hace tiempo los límites de su intimidad, se ha hecho a sí misma el blanco de su propia escritura. En el año 2012 Winterson publicó ¿Porqué ser feliz cuando puedes ser normal?, una suerte de autobiografía con título de autoayuda donde prácticamente comparte protagonismo con su madre adoptiva (una religiosa fundamentalista presente ya como personaje en Fruta prohibida su primera novela). Y como si el trago no fuera lo suficientemente amargo, en este mismo libro termina confesando que intentó suicidarse alguna vez. Sus modos medidos, su risa fácil, el optimismo que persiste en sus respuestas, parece contrarrestar las imágenes de esa historia trágica que todxs le conocemos y que, como matriz subjetiva, ha dado origen a su literatura, la más representativa de la cultura lésbica desde los años 80 a esta parte. La mayoría de nosotras (las que hoy tenemos entre 30 y 50 años) nos inspiramos en ella, para escribir, para dar con una simbología erótica disidente y a veces también para amar, pero ella, huérfana también en esto, dice no haberse inspirado en ninguna.
Hay muchxs más autorxs visibles ahora, pero en mi época de juventud, cuando me enamoré de una chica, no. Había algunos libros underground, pero no tan ambiciosos como para ser considerados buena literatura. Es bueno haber sido parte de construir eso que señalás. Yo vine al mundo en una época en que ser lesbiana era un problema. Volvamos treinta años atrás y recordemos. Cuando yo era joven se sancionó una ley en Gran Bretaña -que supuestamente es un país liberal- que se llamó “Sección 28”, por la cual se prohibía hablar de homosexualidad en las escuelas. Una ley a la cual nunca obedecí. Las cosas han cambiado mucho hasta el momento. La idea de jugar con los géneros como algo fluido y cambiante, por ejemplo en La pasión, que es de 1987, es algo en lo que he venido trabajando desde hace mucho tiempo. Claro que ahora ya es una temática mainstream. Nos volvimos más conscientes y también menos prejuiciosos; yo nunca estuve de acuerdo en pensar: esto es para una audiencia específica. ¿Porqué no hacer las cosas para todos si sabemos que somos parte de una misma familia? ¿Porqué los heterosexuales no pueden leer nuestras historias si nosotrxs leemos sus historias todo el tiempo? Con eso crecimos, no es un problema tan grave para nosotrxs.
La diferencia nos ilumina, si sos gay o trans o lesbiana, vos entendés sobre la diferencia, de la misma manera que otras personas entienden acerca de la normatividad. Y yo nunca voy a decir “no voy a leer esto porque él o la autora no está hablando de mí”. Es ridículo. Nosotrxs debemos ensancharnos, ser cada vez más grandes, no estar siempre narrándonos a nosotrxs mismxs.
En verdad es mi manera de ampliar mis límites: ponerme a mí misma como un personaje de ficción. Lo que pienso es que cada cual es un invento y si pensás que te conocés a vos misma estás equivocada, porque sos muchas cosas. Muchas cosas que también van apareciendo en el momento de la escritura. Esta idea de reconocerte como una invención es algo que entiendo bien por el hecho de haber sido adoptada, algo mucho más crucial para mí que ser lesbiana, porque cuando sos chica y te enterás de que sos adoptada, sabés que necesitás inventarte: esas personas no son tus padres y te preguntás quién sos, a dónde pertenecés. Las preguntas sobre tu identidad empiezan muy pronto, antes que la pregunta por la sexualidad, que es parte de una experiencia humana general. Si vos te sentís fuerte en relación a esto sabés que es algo tuyo, que nadie te lo puede quitar, eso se transforma en tu manera de hacer identidad. Pero también hay que tener cuidado con esto…
Con quedar fijos en una identidad. Es genial que en muchos países podamos casarnos y tener hijos, pero también podemos hacerlo de modo diferente, no simplemente pedir que nos dejen casar y tener hijos como hace todo el mundo. Sabemos que la sociedad como está es una locura: tener relaciones de la manera en que la mayoría las tiene o elegir solo un compañero sexual. La gente GLTB es muy buena haciéndose preguntas, como son buenas para esto la literatura y la creatividad. Muchas veces la gente se pregunta porqué tantxs de nosotrxs somos artistas o escritorxs; yo no creo que sea porque seamos más sensibles sino porque nos hacemos preguntas. Y quizás es porque de alguna manera estamos fuera del mundo. O porque la gente te mira y te cuestiona a vos…
Sí, definitivamente. Y no hay que tener miedo de ser crítico, de buscar otros desafíos y otras soluciones alternativas. Escribimos historias para creer que algo puede ser mejor a cerca de otros mundos. Nos gusta leer cosas que no sean sobre nuestras propias vidas para expandirnos a nosotrxs mismxs.
En Inglaterra leían mis primeros libros y de lo único que querían hablar era de mi sexualidad. No los consideraban literatura, ni de interés para todxs porque entendían que hablaba de una experiencia pequeña y particular. Había que combatir ese intento de empequeñecerlos. Fruta prohibida causó mucho escándalo cuando fue publicado. Es un libro que ganó premios y la gente se preguntó qué es esto. Y la manera en que trataron de pararlo es que algunas librerías no lo mostraban, estaba prohibido en las escuelas, se hablaba muy negativamente de él en algunas críticas. Pero el libro se abrió camino igual y no murió. Se hizo más fuerte, y yo también. Yo me planté diciendo esto es lo que hago y voy a continuar por este camino. Eso fue bueno, pero sufrí muchos ataques.
En esos tiempos no había muchos grupos de soporte más que amigxs que te cuidaran, ni había organizaciones. Estaba muy sola en ese momento. Era difícil. Tiempo después salió La pasión y también se vendió mucho, y al tiempo Escrito en el cuerpo, que causó gran enojo porque no definí el género del/la narradorx. He recibido cartas en las que me decía un alumno de una escuela que un profesor lxs obligaba a atribuirle un género al personaje, tenían que leerlo como si el narrador fuera una mujer. Actualmente sigue siendo un libro incómodo, porque en verdad el lector decide el género. Esto produjo mucha ansiedad en algunas personas, otras lo disfrutaban porque no querían elegir. Para mí es lo bueno del libro. Fue publicado en 1992 y años después el enojo persistía en la gente, todavía me siguen escribiendo y preguntando. Es una locura. Ahora hay un movimiento con la gente trans que no pasaba veinte años atrás. Es nuevo esto. Y hay complicaciones en lo que plantea. El género es algo construido y no tenemos respuesta para estas preguntas.
Un montón de gente joven que conozco se siente cómoda estando un día con un hombre y al otro con una mujer; no se están ocupando de las etiquetas y pueden amar, que es lo verdaderamente fantástico. Intuyo que las nuevas generaciones se están moviendo hacia ese lugar: pelean por los cambios, pero también por ser ellxs mismxs. Y creo que una de las cosas buenas de las generaciones más jóvenes es que hay diversidad representativa en su producción de literatura y arte. Claro que cargan también su responsabilidad, especialmente en este momento en el que hay una vuelta de la religión y de los preconceptos y una nueva pelea está comenzando aunque estemos atravesando un período de relativa tolerancia. Es necesario seguir batallando, por ejemplo pensemos en la situación de los países africanos donde quieren volver a la pena de muerte. Es una pelea no de lxs africanxs sino de todxs. La lucha nunca se termina porque las fuerzas antiguas están siempre empujando por volver a la luz.
¡Lo soy, lo soy! Todo lo que hacemos es político. Yo soy feminista y esa es para mí la pintura completa. El feminismo en su espectro mayor, no importa la orientación sexual. Mi activismo es acerca de los derechos GLTB, de las mujeres y de la justicia social. Vos como integrante de grupo oprimido y discriminado podés reconocer cuando otros grupos lo son también. Si querés un mundo mejor lo querés para todos, no solo para vos. Y a veces creo que la comunidad GLTB está militando por sus propios derechos nada más. Quiero ser parte de un mundo en el que no importe con quien te acostás. Los heterosexuales no se están ocupando todo el tiempo de eso, para ellos ese tema está en la parte de atrás, no adelante, como para nosotros, que es algo que odio.
Así es como pienso el erotismo, artísticamente. Si hacés una escena sexual relatada de modo común, todo el mundo se aburre, pero cuando las cosas están sugeridas las imaginamos no solo ocurren. La escritura y la lectura crean imágenes en la propia cabeza. Tienen que ser imágenes fuertes. Quiero estimular la imaginación de los lectores, para que ellxs sean parte también de la escritura. Es lo opuesto a darles todo servido. El lector debe llegar a estar totalmente involucrado. Si estoy escribiendo sobre sexo quiero que lxs lectorxs se sientan incómodos. Lo hacés mejor si hablás de una manera indirecta. No directa. Si querés escribir sobre algo y ser sexy tenés que encontrar la manera de hablar del cuerpo y de hacer el amor de una manera bella, excitante y poderosa; mostrar el punto, el momento de alto deseo, que es una cosa muy difícil de transmitir y que solemos mantener en privado. En esa tensión que todos conocemos se construye la ficción.
No. No lo es. Cuando escribí eso fue en 1992, a los 32 años y creía en eso, que el amor y la pérdida eran gemelos. En ese momento estaba explorando la pérdida. Si perdés a tu madre, es importante porque es tu primer amor y está muy metida en tu cuerpo y tu vida, eso marca mucho la manera en que vas a entender el amor. Es como el lenguaje. Todos tenemos la capacidad de hablar una lengua, pero si nadie te la muestra no sabés cómo hacerlo. El amor igual. El amor implica relación también, no sabemos hacerlo solos. Aprender a amar es algo de lo que no se habla. Y podés hacerlo de una manera mala y violenta si no estás entendiendo tus propios sentimientos; en ese caso puede asimilarse el amor con la pérdida. Me tomó otros veinte años darme cuenta que dependemos del amor como del sol. Lo quieras o no, el amor está ahí. Con el tiempo vas entendiendo las cosas. Ya no creo que la pérdida sea la medida del amor. Podés ser una amante mejor cada día, hacer que el amor sea estable, pero no aburrido. No tenés que llegar siempre a las altas cumbres de la pasión para sentirlo. Yo no sabía que eso podía existir. En estos últimos tiempos descubrí esto y soy afortunada.
Estoy con alguien fantástica. Es psicoanalista y puede lidiar con la locura (risas). Ella es divina y simpática y la cosa realmente funciona. No vivimos juntas y eso es algo bueno, no pensamos que algo esté mal en nosotras por esto. Yo necesito tiempo para mí misma y ella tiene su clínica. Es la forma que encontramos para relacionarnos; como suele hacer la gente gay o lesbiana, encontrar la propia manera. En mis escritos siempre seguiré escribiendo sobre la sexualidad y la pasión, lo prometo, pero con diferentes niveles de entendimiento.
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