De costurera en los clubes del trueque de Mar del Plata en 2002 a primera directora trans de una Secretaría de DD.HH., Daniela Castro hoy educa en materia de diversidad al personal de los penales bonaerenses.
› Por Matías Máximo
El alerta de lo que pasaba llegó por un aviso telefónico a la Secretaría de Derechos Humanos de la provincia, que tiene sede en Mar del Plata y una directora trans: Daniela Castro. Lxs policías de los penales de bonaerenses escucharon en 2015 cuáles son las formas en las que se trata una persona trans con respeto. “Del juzgado me dijeron que habían llevado a una persona trans que tenía su documentación en trámite. Les había hecho ruido que al recibir a esta chica en el penal, quizá desde el desconocimiento, la pusieran directamente en una unidad masculina. El juez intervino porque claramente no podía estar ahí”, contó Daniela a SOY.
Ese caso hizo revisar otros: “Los penitenciarios no sabían cómo abordar el tema, no porque no les hubiera pasado nunca, porque personas trans detenidas hubo siempre, sino porque parecían ignorarlo y desconocer los alcances de la ley de Identidad de Género. Antes si la persona trans tenía sexo masculino era masculino y punto. Más allá de la apariencia física la biología decía adónde iba a parar, sin discusiones”.
Al entonces secretario provincial de DDHH, Guido “Kibo” Carlotto, la propuesta que le llevó Daniela le pareció bien de entrada: “Empezamos a ir los penales de la provincia y los recorrimos todos, fueron más de 700 miembros del servicio penitenciario que participaron de las charlas, los talleres y tomaron el material que entregábamos. Nunca se había capacitado al personal dentro de la unidad carcelaria y a nosotros nos parecía importante llegar a ese lugar, estar desde adentro y trabajar desde su ámbito”.
Las capacitaciones se basaron sobre todo en la sensibilización: “Hacíamos un repaso en cuestiones de derechos humanos, en las leyes que empoderan a la diversidad sexual, en la buena convivencia y las necesidades específicas en salud y cuidados. Al tenerme a mí al frente del taller me daba la sensación de que les aportaba un extra, porque sobre todo en esos ámbitos se sigue relacionando a la persona trans exclusivamente con la prostitución y la delincuencia”.
En Mar del Plata, Daniela fue pionera trans en muchas cosas: la primera en recibir su DNI con un amparo antes de la ley de Identidad de Género, la primera en ser candidata a concejal por el Frente para la Victoria, la primera directora de una Dirección de la Secretaría de DDHH y la lista sigue. En 2002, con la crisis por todas partes, había estrategias para pasar los días sin tocar un peso: ollas populares, club del trueque y roperos barriales, donde la ropa se donaba con alguna falla y después se repartía o vendía muy barata. Daniela trabajó en uno, donde le pagaban cinco centavos por cada bolsillo que cosiera. Ella los cobraba con el orgullo de ser los primeros pesitos que se ganaba y que no venían de la prostitución, lo que hasta ese momento parecía la única alternativa.
Un plan de ayuda social de la Central de Trabajadores Argentinos la llevó a la conexión con la militancia organizada. “En ese momento descubrí que llevaba a una sindicalista dentro y la lucha era permanente, en las asambleas y las calles resistiendo. Antes también había estado militándola, porque no me bancaba ir presa por solo caminar en la calle. Una vez salí a comprar pan y no volví. Lo máximo que me tuvieron, por no hacer nada, fueron tres meses en un calabozo común. Yo no me quedaba callada y eso molestaba a la policía, hasta que un día el jefe de calle me recomendó que me fuera de la ciudad y supe que me lo decía en serio, eran años en los que andaba el ‘Loco de la ruta’ suelto y matando a compañeras”.
Daniela consiguió trabajo de administrativa en la CTA, siguió con la militancia y desde 2012 es directora de la delegación de la Secretaría de DDHH en Mar del Plata. Piensa que lo que viene ahora, además de resistir los derechos conquistados, es batallar por ley de resarcimiento para las personas trans: “Muchas de las detenciones ni siquiera figuran en los registros de entonces. Fuimos secuestradas en democracia con la justificación de los edictos policiales. El Estado debe reconocer que se nos persiguió y maltrató durante mucho tiempo”.
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