De la mano de un sector del activismo lesbiano regresa a las camas y a las conversaciones el viejo asunto de la eyaculación. Para algunxs, un placer negado, desconocido y hasta medicalizado, para otrxs, el peligro de una nueva forma de control y de exigencia. En su nuevo libro de descarga gratuita, Coño potens: manual sobre su poder, su próstata y sus fluidos, Diana Torres enfrenta mitos, propone métodos y esgrime razones para pensar que la eyaculación entre mujeres cis es sólo cuestión política... y de práctica. SOY conversó sobre el arte o el placer de la eyaculación con lesbianas cis y también con hombres trans quienes con sus experiencias bien diferentes echan todavía más fluidos al asunto.
› Por Gabriela Cabezón Cámara
¿Escuchaste hablar de la “eyaculación femenina”? A su difusión se dedica, entre otras, la española Diana Torres, que acaba de colgar en la web, para su lectura libre y gratuita, su libro Coño potens, enteramente dedicado al tema. Torres, que se define como “pornoterrorista” –habrás escuchado hablar de ella, es una de las chicas que mojó la mesita del PO en Sociales el año pasado, para gran escándalo nacional– es una especie de cruzada: lleva, llevaba cuando publicó el libro en papel hace un año, más de 200 talleres en 30 ciudades del mundo. Talleres, sí; parece que eso de eyacular puede ser una práctica. Es un tema del que se ha hablado relativamente poco hasta hace también relativamente poco: los estudios sobre los aspectos no inmediatamente reproductivos de la genitalidad femenina comenzaron a tener importancia recién en la segunda mitad del siglo pasado. Hoy, la eyaculación femenina es tema: es posible asistir a talleres, en general impartidos por activistas lesbianas. Ver videos instructivos en la web: tanto didácticos, a cargos de chicas –sexólogas ellas– de distintas sexualidades, y porno, en general a cargo de señoritas con uñas de diez centímetros de largo. Y leer papers universitarios.
No desesperes, lectora: esta nota no sale sin su correspondiente guía. Por otra parte, especialistas de lo más diversos aseguran que no brinda mayor placer que el orgasmo menos mojado. Y, ya está dicho, te podés bajar el libro de la web. Es un libro de prosa flamígera, poco propensa a caer en matices, nociones paradojales o contradicciones, taxativa, de esos que hacen de la lengua una mera herramienta en pos de difundir lo que quieren decir: algo así como una didáctica con puteadas, casi oral diría, de hecho, buena parte deben ser desgrabaciones de conferencias de Torres. No es un ensayo; es, y lo dice desde el subtítulo, un manual. Define como sus enemigos al patriarcado y el capitalismo. No sabemos qué piensan ellos. Pero Torres tiene una clara, subrayada y manifestada una y otra vez, intención libertaria.
Por ahí te pasa o te pasó. O estuviste al lado, abajo o arriba. Podría ser o pudo haber sido de muchos modos, pero también más o menos así: te dejás aplastar contra la pared por un cuerpo deseado y fuerte, con la fuerza suficiente como para que se pueda usar el verbo aplastar sin mentir mucho, sentís las tetas, la concha de la otra contra las tuyas, contra tu propia piel aplastada por esa otra, la lengua con la lengua, las babas calientes, te clava las manos en las manos como estacas, te dejás vencer, apoyás la cabeza contra la pared mientras te sube la remera, te sujeta, ahora, las dos manos con una sola, rompe la figura de la crucifixión un poco porno del principio, te baja el pantalón, la bombacha, te los deja más o menos enrollados a la altura de los tobillos, te lame las tetas, te las chupa, te vuelve a meter la lengua en la boca, baja otra vez, baja más, te chupa el clítoris, te suelta las manos, las apoyás contra la pared, te movés en su boca, te mete dos, tres dedos, la mano entera, no tenés ni idea ya, sigue, sigue, sigue y la mojás: le caen chorritos en la cara y en las manos, los ves bajar por sus antebrazos, los sentís mojarte los muslos, las rodillas, los talones: ¿te pasó algo así o algo parecido? Ya lo sabrás, pero si te pasó, eyaculaste. Puede pasar antes, durante o después del orgasmo. En el mismo clímax o en sus adyacencias, podríamos decir.
A Torres le pasa desde chica. Creyó que se meaba cuando tenía un orgasmo. Hasta que le regalaron unas sábanas negras divinas para su cumpleaños en 2005 y las estrenó bien acompañada. Al día siguiente, vio los restos de sus orgasmos, “un cerco blanco que se asemejaba al mapa de Africa (…) Entonces lo olí: no olía a pis. Entonces lo lamí: no sabía a orina. Tenía un sabor dulzón muy ligero y su olor era apenas perceptible.” No era pis, no. Si te pasó, lo sabés. Es, hoy por hoy, bastante fácil encontrar información en Internet: hasta Alessandra Rampolla –el “hasta” viene porque, convengamos, Rampolla no parece muy interesada en posicionarse a la vanguardia de la lucha contra el patriarcado ni contra el capitalismo– tiene algún artículo por ahí. Desde donde sea que hable, dice esto: “Cuando llega ese momento, el del ‘gran oooh’, muchas mujeres sienten que expulsan un líquido… Para algunas es un gran placer, pero otras se sienten extrañadas y un poco avergonzadas, sin poderse explicar qué les ha pasado.” Y dice que entre un 35 y un 40 por ciento de las mujeres eyacula. Lo que no dice es de dónde sacó esos números. Pero en eso de sentirse avergonzadas, coincide con Torres: la española cuenta en su libro que en un taller una mujer le contó que, abrumada por sus propios charcos, fue a ver a su médico: resultado, le extirparon las glándulas de Skene. Que, cuenta Torres, son la próstata, pero en los cuerpos de las mujeres. Que producen un líquido semejante al semen en muchos sentidos y con una utilidad complementaria en términos de supervivencia de la especie: es un fluido en el que los espermatozoides viven en su carrera al óvulo durante más tiempo. Y otra, que suele ir asociada a lo necesario para sobrevivir: prodigarnos placer. ¿Qué sentido tendría el sexo si no nos hiciera felices aunque sea un rato?, ¿a quién le darían ganas sin el placer de por medio?
Antes de meternos en la anatomía, sigamos con la investigación de Torres: la falta de información o la falocracia bajo la cual se organiza la información disponible, ella hace explícitas esas dos situaciones, la llevó a buscar en otras culturas y otros tiempos. Encontró, por ejemplo, un libro que se puede leer gratis en Scribd, el Ananga Ranga, un manual sexual hindú de finales del siglo XV o principios del XVI. Es un manual para la vida dichosa en pareja, en pareja monógama y heterosexual, sí, pero tiene sus cosas de los más interesantes. Entre esas cosas, está la clasificación de las clases de hombres y mujeres según su kama salila, “agua de la vida”, el líquido que se expulsa durante el acto sexual se tenga la genialidad que se tenga. Acá nos vamos a detener en las clases de mujeres: las hay con un kama salila “con el olor de la azucena en el momento de abrir”, en otras “tiene el aroma y la calidez de la miel, y durante el rito amoroso produce un sonido a causa de su abundancia”, en otras “su yoni, siempre húmedo de kama-salila, tiene un marcado sabor salado; además, está cubierto de un vello espeso” y, por último, están aquellas cuyo kama salila “tiene el olor del líquido que fluye de las sienes del elefante llegada la primavera”. Lindo, ¿no? También difícil de reconocer, eso del olor del sudor de las sienes de los elefantes al principio de la primavera, para empezar, se nos complica.
Ahora sí, un poco de anatomía según la investigación de Torres. Eso que en los varones cis se llama próstata, en las mujeres tiene varios nombres: glándulas de Skene, glándulas parauretrales o próstata femenina. Alexander Skene, el “descubridor” de las glándulas en cuestión, trabajó a fines del siglo XIX. Pero fue, cuenta Torres, recién en 2004 que el Comité Federativo Internacional de Terminología Anatómica –un grupo de expertos que revisan, analizan y discuten los términos morfológicos de las estructuras del cuerpo humano, explica Wikipedia– “renombrara, o más bien restableciera su nombre a nuestra próstata, considerándola como sinónimo de la glándula parauretral o de Skene, dándole el nombre de «próstata femenina» y situándola, no obstante, como parte del sistema urinario de la mujer a pesar de que la próstata del hombre está en el apartado del sistema genital. Tan absurdo como hablar de corazón masculino o femenino pero al menos ya no andamos cargando el apellido de un ilustre señor en el coño, práctica que, por otro lado, no es más que puro colonialismo corporal, ¿de qué nos suena eso de alguien que «descubre» algo nuevo para la sociedad occidental y le planta su apellido?”, comenta la española y transcribo cita larga para que se entienda el tono, aunque este fragmento no sea de los más encendidos. La tesis de Torres es que tantos nombres sólo han servido para no llamar a las cosas por su nombre: la próstata es la misma en todos los cuerpos –así como el corazón y los pulmones son los mismos– y su eyaculación también, pero “hay un pánico atroz a decir próstata porque eso sería reconocer que no somos en realidad tan diferentes unos cuerpos de los otros y que por tanto no hay razón ninguna avalable científicamente para seguir sosteniendo la dominación patriarcal.” Hay que decir que no todo el mundo coincide. Entre especialistas en ginecología, por ejemplo. Alejandra Sánchez Cabezas, ginecóloga argentina de notable trayectoria, dice esto: “No hay glándulas que sean similares a la próstata, ya que esta se encuentra ubicada en otro lugar. Las glándulas de Skene son parauretrales y, junto con otras glándulas, como las de Bartholino mantienen la humedad de la vulva e incrementan su secreción con la excitación”. Respecto de la patologización de la cuestión que denuncia Torres, Sánchez Cabezas dice que “es posible que muchos ginecólogos hayan patologizado la eyaculación femenina, si es que se puede llamar así, pero más por defecto profesional, ya que estamos formados para solucionar problemas y si algo por lo que nos consultan no lo entendemos probablemente tendamos a catalogarlo como tal. Sobre todo porque probablemente la paciente que consulta por ello tampoco lo sabe y lo interpreta como algo malo”.
Sea como sea y por lo que sea, de malo no tiene nada y parece ser que muchas de nosotras eyaculamos. Que no todas eyaculamos del mismo modo: existe también lo que se llama “eyaculación retrógrada”, en la que el líquido va a parar a la vejiga en vez de a la vagina. La próstata o glándulas parauretrales o glándulas de Skene está alrededor de la uretra, el conducto excretor de la vejiga. Es paralela a la vagina y está a unos dos centímetros de su orificio. Seguro que ya la conocen. Pero, por las dudas de que alguien no la termine de ubicar, una técnica Torres para reconocerla: “Es muy simple hacerlo, solo tenéis que meteros los dedos en el coño cuando estéis excitadas (algunas, dependiendo del tamaño de vuestra próstata no necesitaréis ni eso) y presionar con estos hacia el hueso púbico. Notaréis que hay una parte que es más densa y que al contraer los músculos de la vagina no se contrae (porque no es un músculo). También que si la movéis hacia los lados es como escurridiza. Es muy hermoso saludar por primera vez a nuestro órgano recién recuperado y una de las mejores técnicas para volver a reconectarlo con nuestro cerebro.”
Hay quien la llama “La fuente de la doncella” y hay que reconocerle que la cita a Bergman es muy oportuna. Hablamos de eyaculación con varias chicas. Las respuestas fueron bastante variadas. Andrea Torre, una joven lesbiana de joven lesbianismo, tuvo su primera eyaculación con su primera novia, hace tres años. “Sabía qué era, porque me ocurrió luego de saber que existía. Me genera gran placer eyacular -acabando o acabar-eyaculando. A veces acabo sin que suceda y no me quejo, es otro placer que me gusta sentir. No siempre es simultáneo. La busco y predispongo mi cuerpo como empujando mi genitalidad para abajo y luego es como un escupir. No sé, es un movimiento distinto”. ¿Qué significa para ella eyacular? “Nunca me había hecho esa pregunta. Me sale decirte que es como un gran fuck you al machismo”. Para Muriel Mazzadi, una chica que trabaja de alquimista –hace tinturas madre y cremas ecológicas– de lo más vital y entusiasta de la eyaculación, la cosa empezó con un viaje de su hermana: le trajo de regalo un vibrador de diez velocidades. Antes lo había intentado con diversas personas y las técnicas que se pueden encontrar en videos y artículos en la web, casi llegaba… pero no salía. Hasta que probó el regalito de la hermana y “paagfff, charcazo!”. ¿Le genera más placer? “Sí. Es un placer diferente. Y me sucede cuando exploto más allá de mi control. Es como que puedo tener bocha de orgasmos y acabar sin eyacular tanto, pero cuando se produce el charcazo es mucha satisfacción y a veces es interminable también. Si me masturbo, no paro hasta encharcar. Cuando es con otra persona, es re diferente cuando llego a acabar que cuando no. Soy eyaculadora por placer clitoriano y no por penetración ni presión. Y descubrí que no hace falta que me saque lo que tenga dentro de la vulva para eyacular: una sensación que tenía antes de tener un nuevo vibrador que es doble. Pensaba que si tenía algo en el tracto vaginal, en el momento de eyacular, me cortaba la sensación o no podía. Ahora me di cuenta de que puedo igual o más. Mi técnica es vibración clitoriana, variada y donde me da mucho placer, darle hasta que explote. Aunque tenga esa sensación de que me va a explotar todo y de fin de la vida, después de eso, viene la eyaculación.” Otra que remontó hasta la fuente de la doncella, su propio manantial, lo hizo en llamas con una piba con la que tiene “zarpada piel, excitación, ternura y calentura. Fue muy placentero y fue un orgasmo que me invadió y no pude controlarlo. O sea, lo sentí como difícil de manejar, digo porque por ahí otros tipos de orgasmos puedo hacerlos tardar y eso. Este es más invasivo, me sale como desde más adentro. A partir de ahí he eyaculado varias veces. Y ahora lo reconozco. Mi compa dice que ya lo re manejo, como que soy precisa.” ¿Tiene una técnica para lograrlo? “Tiene que ver con que me metan uno o dos dedos bien al fondo y es como un puntito que esta en las paredes de la vagina medio hacia arriba, que podés entrar y quedarte presionando ahí o bien entrar y salir, pero en general es una situación de mucho apriete, incluso comprimo los deditos de quien entra”. Y hay, también, quienes están buscando. Es el caso de la cineasta Lucía Vasallo: “La verdad es que no sé si alguna vez la experimenté, a raíz de tus preguntas empecé a investigar y si bien cuando tengo sexo sola o acompañada me mojo muchísimo, no distingo bien si es lubricación o líquido eyaculatorio. En general mis compañeras o compañeros se impresionan bien de lo que me lubrico o los líquidos que me salen de mi vagina cuando tenemos sexo”. ¿Alguna idea de cómo se logra? “La idea es estimular la pared superior de mi vagina con los dedos, dildo o un pene como curvado hacia arriba para tocar esa zona cercana a las glándulas de Skene. No contraer la zona, más bien relajarla y no tener vergüenza de la sensación de que uno se está meando”. Las técnicas que descubrió Torres junto a todas las mujeres de sus muchísimos talleres se parecen bastante: lean el recuadro. Y a tener cuidado: hay quienes, como la sexóloga Claudia Groisman, advierten que esto de “la eyaculación femenina se puede transformar y ser utilizado como una nueva forma de presión y control sobre las mujeres. Que además del orgasmo que conocemos todas se nos empiece a exigir una nueva clase.”
Los varones trans también tienen lo suyo. Aunque, a juzgar por lo que cuenta el director de teatro y colaborador de este suplemento Pablo Gasol, es bien distinto: “Hace unos dos meses vengo experimentando algo parecido a la eyaculaciónòn masculina. Apenas me pasó lo asocié a la llamada ‘eyaculación femenina’, dadas las condiciones, pero no se parece en nada a eso, que está asociado a las glándulas de Skenne. En mi caso se produce una descarga parecida en textura, sabor, color, etc, al semen, ¿será el poder de la mente? Me sorprendí de mí mismo al sentir esa descarga, y más aún al comprobar que era distinto y la similitud con lo otro. Juntos con mi novia comprobamos lo que había pasado. Actualmente me pasa que puedo acabar ‘de ambas formas’, es decir sin que suceda también, aunque más frecuentemente sea de esta ‘nueva forma’. A mi novia le proporciona mucho placer sentir esa descarga que se siente como una eyección –que conlleva movimientos involuntarios y vibrantes del micropene que se desarrolla gracias a la testo–, y yo siento que el orgasmo cuando es así es más eléctrico, se siente literalmente que hay una descarga. Fue algo totalmente inesperado, que de algún modo quise hacer toda mi vida, supongo que por la imagen mental del ‘machito cis y sus lechazos’. Como la barba, como el micropene, y como todos los cambios que vengo disfrutando, siento que todo forma parte del proceso y lo recibo con alegría y como es. Estoy en plena adolescencia hormonal, así que esta nueva forma de acabar, es una más de las nuevas formas de hacer y vivir las cosas que forman parte de mi realidad, que me acerca cada vez más a mí mismo”.
Bueno, ¿qué más? Hay videos y artículos diversos disponibles en la web. En inglés, un montón: busquen “squirt”. Y, si sale, que salga: vamos a mojar, mi amor.
(Versión para móviles / versión de escritorio)
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina
Versión para móviles / versión de escritorio | RSS
Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux