Vie 27.05.2016
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Con los besos contados

Los besos entre hombres o entre mujeres siguen siendo un espectáculo extra en las ficciones que se recibe como si fuera un oasis, una prueba de circo, una limosna para el morbo. ¿Qué se entrega en el beso? Después del beso desviado, ¿vendrán protagonistas como unx?

› Por Marcelo Camaño

Llegar al beso es traspasar la frontera de lo imposible, del miedo, del rechazo. Uf, respondió positivamente, respondió con la boca, con la lengua, con la mirada. El beso es la certeza de que estamos yendo bien. Claro, cuando el otro está en el mismo camino, con la misma revolución hormonal, tengas la edad que tengas. La tele por supuesto provee al beso desde el melodrama (dejemos de lado la no ficción porque no podemos asegurar que sean reales, y para irreales, mejor la ficción) y eso requiere sus tiempos. El melodrama canónico indica que debe esperarse el primer beso en la pareja protagónica con un tiempo prudencial, una vez que ya han pasado sufrimientos e imposibles. La misma ley indica que al primer encuentro sexual también hay que esperarlo. Pero muchas veces el beso es suficiente, alcanza y contamina de entusiasmo por un buen tiempo dentro de la trama. Inocula el reflejo de que eso que pasa ahí, pase acá en nuestro sillón, en nuestra cama, con la persona elegida. En La Leona vimos estos días el beso mal correspondido entre Alex y Franco. O entre Ludovico Di Santo y Pablo Echarri. Colosales actores que circularon por la escena en la cual Alex se anima a besar a su amigo que se siente destruido por las circunstancias adversas que le tocan vivir, y es convenientemente rechazado porque Franco no es gay, ni heteroflexible. Para nada. Ama a la Leona, y Alex es su amigo y, claro, reacciona como hetero enojado y ofendido. Alex le cuenta que lo quiere, Franco se pone peor, Alex lo insulta y se va. La novela siguió el estado de Franco, no el de Alex. Cuan sensible es seguir al rechazado, ¿se equivocó? ¿Leyó mal? O simplemente puso en juego su deseo con el fin de obtener aunque sea una sensación liviana desde los labios del otro. Quién sabe, si en cuestiones del amor nunca se sabe. Y nadie puede decir que es imposible no tirar la primera piedra. Venimos de ficciones deudoras de historias gays bien intencionadas. Se ha detallado muchas veces en este suplemento los besos salpicados en contadas ficciones. El melodrama nos debe todavía, y sospecho que aún pasará mucho tiempo hasta que lo veamos, un melodrama gay con todas las de la ley: con el imposible, con las dudas, con el ir y venir amoroso, con las traiciones, con los malos entendidos, con el renunciamiento, con el pasatiempo de ir a otros brazos y a otras camas, y el consabido reencuentro final para vivir juntos para siempre… dure lo que dure.

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