A LA VISTA
La ONU aprobó la creación de un puesto nuevo, un observador independiente que reportará hechos de violencia y discriminación basados en la orientación sexual y la identidad de género. ¿Qué alcance tendrá este personaje en la escena mundial, dentro de cada país y en el interior de familias y alcobas?
› Por Leticia Kabusacki
El 30 de junio pasado se produjo un acontecimiento importante para la comunidad lgbti. Importante para la humanidad. Por primera vez en la historia de las Naciones Unidas, su Consejo de Derechos Humanos aprobó, aunque con mucha resistencia, la creación del puesto de observador independiente, experto internacional (“special rapporteur”) para abordar la situación de los derechos humanos de las personas LGBTI en el mundo. Cuando este observador lleve sus conclusiones a las Naciones Unidas, los países miembros que acordaron brindar protecciones a los derechos humanos deberán adecuar sus leyes y prácticas de manera que la protección prometida baje a la realidad, para cerrar, algún día, esta brecha entre la norma y la verdad que está destruyendo vidas y cuerpos de las personas por su identidad de género y/o su orientación sexual. El trabajo del nuevo “experto” será estar en el lugar, recibir información de individuos y organizaciones, identificar prácticas, situaciones de vulnerabilidad, dar cuenta del estado de situación en cada país en el que actúe, y hacer de puente entre personas y funcionarios y organismos, hasta llegar a la comunidad internacional reunida en la Asamblea General de las Naciones Unidas. Es decir, un enviado, un denunciante, también un negociador, un observador activo. Llevará la palabra de quienes en muchos lugares ni siquiera podrían darse a conocer como víctimas porque les caería el peso de las piedras o la prisión (sí, aún en 10 países hay pena de muerte para las personas LGTB y en 73 países es un delito - no tan lejos, hasta entrada la década del 50 lo era en la Inglaterra del Brexit, y hasta hace pocos años en el Estado de Texas eran constitucionales las llamadas leyes anti-sodomía). No fue magia, esto tampoco. Pero para entender cuán buena noticia es, cuánto hay que brindar y ponerse contentx y qué esperar para que otra desilusión en este camino no contribuya a la indiferencia o el cinismo existencial, veamos primero el mapa de situación.
Contábamos que el flamante experto u observador independiente trabajará para el Consejo de Derechos Humanos, que es parte de las Naciones Unidas. Este Consejo está formado por 47 miembros de 47 países que elige la Asamblea General de las Naciones Unidas. El Consejo tiene que identificar violaciones a los derechos humanos, luego tiene hacer que el mundo se entere de ellas y lograr proteger a los individuos que las padecen (notablemente, a veces al mundo le parece que ciertos padecimientos que destrozan la salud y el cuerpo de personas por las discriminaciones a las que son sometidxs no son violaciones a los derechos humanos, pero justamente esto es lo que ahora ha cambiado porque ya no vale hacerse el distraído).
¿Cómo protege el Consejo de Derechos Humanos a los individuos y grupos desde sus oficinas en Ginebra, Suiza? Cuando recibe insistentemente quejas de parte de activistas, ONGs, y la sociedad en general sobre violaciones de derechos humanos en particular (como los de personxs LGTBI), pone en su agenda debatir sobre la necesidad de designar un experto internacional independiente, a través de quien llevará sus conclusiones y descubrimientos a la Asamblea General, para que los representantes de los países que no han hecho lo suficiente para proteger a las personas, sean señalados en esta reunión donde buscan alianzas con otros países, y eventualmente sancionados. Sí, es muy burocrático. Pero hasta el propio Ban-Ki Moon se dio cuenta en su momento, tan es así que antes había otro monstruo burocrático e ineficaz, reemplazado por este Consejo en este siglo. La creación del Consejo también fue un avance para las víctimas de perpetuas discriminaciones y violaciones a sus derechos humanos, porque instauró un Procedimiento Especial para que le lleguen sus denuncias y que más rápidamente se conviertan en un tema en la comunidad internacional, que debe trabajar para mejorar la situación. No hay muchos expertos internacionales designados por el Consejo. Son unos 14 en total que trabajan sobre violaciones a los derechos humanos países como Siria, hay uno por Boko Haram y otros 41 que se ocupan de temas más generales como restricciones al derecho de reunirse y discriminación racial, por ejemplo (como si pudieran abstraerse las categorías). Claramente hacía falta un experto en SOGI, por sus siglas en inglés (orientación sexual e identidad de género).
Finalmente ocurrió, en un edificio en Ginebra, donde en bancos largos de madera clara se calzaron los auriculares para escuchar el debate en su idioma los 47 miembros del Consejo, sentados en su Sesión 32. Varios items para debatir esa mañana. El número 8 de la lista determinaría la necesidad de aprobar la creación de este nuevo experto, observador independiente para este Consejo con el mandato de tratar aquellos temas que afectan directamente a las personas LGBTI. Debatido y aprobado con mucha resistencia y sin magia alguna. Para llegar a esto que hoy se marca como hito, como en su momento los Principios de Yogyakarta, hubo (hay) un trabajo constante y no sin riesgos de activistas y NGOs del mundo. 628 de ellos escribieron un informe contundente que el Consejo no pudo ignorar. Señalaron que no existe todavía un mecanismo en el sistema internacional de derechos humanos que siquiera logre abordar de manera sistemática y comprensiva la situación de los derechos humanos de las personas LGBT e I, y que en los baches a su protección se afectan gravemente su salud, la autonomía de sus cuerpos y sus vidas, su salud sexual y reproductiva, padecen discriminaciones aumentadas por su clase, raza, religión, su condición de portadores de VIH, su discapacidad.
Con este informe, liderado por el grupo de activistas de nuestra región, Mauro Cabral, los Abosex, la Agrupación Nacional Putos Peronistas, la Cooperativa de Trabajo Paquito Ltda., el Grupo de Estudios sobre Sexualidad de la UBA, Grupo de Mujeres de la Argentina, la CHA, HPY Argentina y otros cientos del mundo, algunos teniendo que participar en condiciones de anonimato por el riesgo inminente que corren en sus países, lograron derretir el frío de Ginebra y que la mayoría apretada del Consejo entendiera la necesidad de tener un experto independiente. Es un acontecimiento porque las transcripciones de las sesiones y quienes allí estuvieron cuentan que no fue fácil. Pero una vez que este observador independiente del Consejo de Derechos Humanos para temas que afectan a las personas LGBT empiece a trabajar, se harán más visibles a toda la comunidad internacional los constantes asesinatos, el padecimiento sistemático de torturas agresiones de todo tipo, las discriminaciones que afectan sus derechos básicos a la salud, a la vida, al trabajo, a una vida libre de tener a riesgo permanentemente su autonomía y su vida- todas violaciones a sus derechos humanos fundamentales. El trabajo del experto empezará por poner al descubierto que esto ocurre, ya sea porque sus países no tienen legislaciones que los protejan, o mecanismos para protegerlos, incluyendo campañas para divulgar que no deben ocurrir y buscará que la comunidad internacional ayude a que se haga lo que sea necesario para que las reglas y su aplicación ensamblen bien y se detenga esta barbarie. Algún día. Por ahora creo que es una muy buena noticia que significa que el amparo de los perpetradores no está bien visto por sus pares en la comunidad internacional.
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