BRASIL > GUILHERME ZARVOS
Guilherme Zarvos es un incomodador serial. Se ha casado con su perra y ha sido expulsado del mítico colectivo artístico CEP 20.000, que él mismo fundó, por pelearse con el público. Sus libros retratan una Río de Janeiro border, llena de drogas y taxis. Hable de lo que hable, Zarvos siempre está pensando en eso.
› Por Facu Soto
¿Cómo estás?
–¿Nos conocemos? Si no me conoces, entonces, no me preguntes cómo ando. Qué importa a você cómo yo ando…
Así comenzó la entrevista con Guilherme Zarvos en un café de Flamengo, en el corazón de Río de Janeiro, entre olor a café, cerveza y guayaba. Zarvos es doctor en literatura y economista. Sus libros retratan la parte subterránea de Río de Janeiro, el mundo de las drogas, la prostitución masculina, el protagonista de sus textos parece ninfómano, la violencia llevaba al extremo.
Vivió varios años en Berlín, entre los punks, donde pasó por lo más oscuro que unx se pueda imaginar. Blanco sobre blanco es el libro que lo identifica, de 2009, incluye a los poetas que surgieron de Poesía Centro de Experimentación, que coordinó por muchos años, y que hoy sigue sin él después de que lo invitaran a retirarse por pelear constantemente con el público. Su padre era un empresario. Su mamá, una reconocida periodista del Brasil, simpatizante del whisky. Falleció, hace unos años. Zarvos llevó sus cenizas a una palmera del Jardín Botánico, y cuando se siente saudade se acerca con dos botellas de whisky, una para él y otra para el espíritu de su madre, y conversan.
Es primo directo de Chico Buarque, y es odiado hasta el día de hoy por la familia de su ex pareja Paulo Fichtner, porque al cumplir cuarenta empezó a salir con Paulo de dieciséis. Desde que Ericson, poeta y amigo, murió, por sobredosis de alcohol, se fue a vivir al campo, a Maricá; pero siempre vuelve a la ciudad. Entre sus pares lo reconocen como un escritor border y un agitador cultural sin límites, que realiza lo que el inconsciente colectivo fantasea. Áspero cuando se emborracha, y según sus contemporáneos, tierno y sensible cuando está sobrio (casi nunca) dicen que, donde él pasa deja huella.
Durante el carnaval pasado, la prestigiosa y snob galería de arte Opavivara montó una instalación en la calle, con duchas para que los artistas, mezclados con el público, pudieran refrescarse. Cuando apareció Zarvos se quitó la ropa y se duchó en la calle, sin problemas. El público y los artistas, entre superados y asombrados no sabían qué hacer, si taparlo, sacarle fotos o ignorarlo. El poeta Domingo Guimaraens se metió con él bajo la ducha y lo empezó a bañar, como si todo hubiese sido planeado y fuese parte de una performance. Todavía algunxs periodistas y colegas tiemblan cuando lo ven llegar… Accedió a viajar por más de dos horas, de Maricá a la ciudad para ser entrevistado en exclusiva para el Soy, con la confesada esperanza de llevarse al periodista a su casa.
¿Cómo está el tema de la sexualidad en la literatura de acá?
–¿Aquí? No, no, no ter. Não, no hay sexo en la literatura acá, meu algo convencional; pero nada mais. No hay nada acá como Néstor Perlongher. La historia de la literatura brasileña trata de un hombre con una mujer. Toda la literatura brasilera trata sobre eso, cuando toca el tema sexual. Estoy preocupado, porque quiero ligar.
¿Ligar?
–Drogas… Cocaína… La Argentina, ¿entendés? Es un lugar peronista y Brasil ñao tem esa apertura…
Lo voy a poner… Estamos grabando la entrevista para el Soy…
–Poné, poné lo que quieras. Está todo tudo bom. Eu quero drogas.
¿Qué drogas te gustan?
–¿Agora? Todas las drogas. Mais bebida, cigarro, cada vez menos cocaína, ácido. Adoro tudo. Eu tomo remedios para disminuir la libido sexual. Pero ahora no sé si estoy mejor o peor. No sé si você comprende mi razonamiento. Eu voy a tirar los remedios, no quiero más remedios. Sólo quiero sexo. Usar poppers para untar en el cu y que se dilate, es óptimo, para que lo usen los mininos. Si você tiene poppers, te llevo agora.
¿Cómo se vive la sexualidad acá?
–Lo que aquí acontece es que todo el mundo es bisexual. Porque la cabeza de los hombres es putero. Todos, todos somos gay, gay, gay; zafados. La sexualidad no tiene objetivo… Freud decía que la sexualidad era polifórmica.
Polimorfa.
–No importa la palabra correcta. ¿Você sabe por qué no importa la palabra correcta? Porque para eso están los tipógrafos. Yo soy escritor. Poeta. No hay palabras correctas para mí. No tengo obligación de usar las palabras correctas.
¿Y esta bisexualidad de la que hablás, en Brasil, es a nivel de la fantasía?
–No, no. No. Yo he estado con muchísimo bisexuales. Estoy convencido de que en Brasil todo el mundo es bisexual. Si un hombre no ha chupado un palo, es mentira. Mentira. Puede no decirlo, pero todo el mundo ha chupado un palo o jugado con el cu. No es por dinero, mais es por otra cosa…, aunque algunos digan que son prostitutos. Nos gusta el palo duro. Pero, ojo, porque la ciudad es falocrática. Apreciamos la belleza del palo duro, pero el palo duro no significa que eso sea todo en de la sexualidad humana. La sociedad brasilera está: atrasada.
¿Y el lugar de las drogas en la obra? Perlongher tomó y escribió sobre la ayahuasca…
–Perlongher es un buen escritor, pero no porque tomó drogas. Otros que bebieron mucho no hicieron buena literatura. El feminismo entró en la poesía, que era masculina, y eso sí que está bien. No hay un suplemento como este Soy, eso no existe acá. Argentina es un país literario. Hay un motorista esperándome afuera, con carro, para llevarme a la casa mía del campo. ¿Te vienes conmigo y te quedas unos días?
Mientras salimos del bar, Zarvos va al baño. Sale resplandecido, con un halo plateado por el cuerpo. Se pone a hablar en la vereda con unos muchachos con uniforme de trabajo blanco, que cargan cajas en una camioneta. Se para muy cerca de un moreno con gorrita, al que le brillan los ojos cuando se siente adulado por Zarvos, que no para de hablar y seducirlo. Después busca el auto donde su chofer lo espera. Por la ventana se asoma un perro. Es Edith Piaf, la perra con la que se casó, “hice fiesta y todo”, dice Zarvos. Deja una lata de cerveza en el techo del auto. Se baja, me regala unos libros, y vuelve a subir. El auto arranca con él y su esposa todavía con la cabeza por fuera de la ventanilla. La lata dorada brilla en la oscuridad y se mantiene firme, como un faro, como un falo, hasta que el auto gira y se pierde en las calles de Flamengo; hasta que la lata derrame espuma y se caiga. Quizás termine abollada en la calle. O quizás no le pase nada y se recicle, como Zarvos.
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