Gabi Balcarce es investigadora, académica y especialista en Jacques Derrida. Pero la filosofía no es su único medio de expresión: su disco Polleras salió a la luz pocos días después de que lo hiciera su libro, Derrida (Galerna), fruto de años de investigación y ritmo.
› Por Paula Jiménez España
–Derrida era un judío argelino. Cuando iba al primario había un porcentaje de alumnos judíos argelinos que se redujo, entonces lo echaron, tuvo que cambiar el nombre para que no lo identificaran y dar tres veces el examen de ingreso en la Sorbonne. No es de las personas que nacen con estrella. Vivió experiencias de exclusión y segregación toda su vida que lo marcaron, y esas son sus temáticas. Para mí, representa un horizonte de lo que también emerge en algunas feministas como Butler o Spivak, también en Preciado, porque de hecho Derrida fue quien lx llevó a Francia. Era una persona muy generosa, justamente por su empatía con situaciones de vulnerabilidad.
–No (risas), yo llegué a través de Heidegger. Llegué por las temáticas que me conmovieron mucho de su filosofía, por su tono de escritura que tiene algo muy sensible, como Walter Benjamin. Son autores que se distinguen dentro de la escritura filosófica, que es imperativa, que te viene a decir cómo es el mundo. Derrida trabaja temáticas que conectaron con vectores vitales de mi vida, como la violencia, la hospitalidad, el ser diferente. Siempre me sentí diferente, incluso dentro de mi familia que es muy creyente: yo hice la apostasía, imaginate el nivel de distancia. Yo retomo el tema de la hospitalidad.
–Es una noción que aborda criticando otra, la de tolerancia, a la que critica porque la tolerancia que se presenta sobre la base de la igualdad resulta ser una igualación, una neutralización de la alteridad, una asimilación, una violencia hacia lo que es diferente. La hospitalidad trata de pensar la posibilidad de un encuentro donde pueda haber espacio para la diferencia. Otra cuestión más: ese otro que viene, te altera. Con la tolerancia vos quedás inalterada. En ese sentido, lo que él hace es una lectura subversiva de la filosofía, pero siempre con este foco: en lo que fue obliterado, lo que se borró en el gesto inicial y que finalmente era tanto o más importante. Esa singularidad borrada puede ser la de una forma de vida, una identidad sexual o de género, todo lo que aparece como diferencia y disloca e interpela y desestabiliza. Al feminismo, volviendo a tu pregunta anterior, llegué por ser mujer y por mi orientación sexual.
–Sí, si bien hoy no me identifico tanto, me pareció un espacio interesante como derridiana. Esta cuestión de poder reunirnos y encontrar tantas diferencias. Ese momento en que todavía hay una puesta de la experiencia muy grande y un rechazo a la cuestión de las identidades solidificadas. Me identifico más como lesbiana ahora. El paso por el grupo de bisexuales fue parte de mi camino.
–Sí. Un día les dije a mis amigos que tuve un brote creativo porque la música siempre estuvo cerca, pero llegó después de la filosofía; hace un par de años. La música me permite hacer descargas de expresión a las que solo por pasos podés llegar en la filosofía. Lo que une a la filosofía y a la música es mi vida, son sus diferentes formatos, distintos abordajes de mí misma.
Lucy Patané, además de ser la productora participó musicalmente. Mi directora filosófica también es mujer, Mónica Craneolini. Y tiene algo maravilloso, igual que Lucy, y es que son mujeres que dan espacio al otro. Mónica siempre me incentivó al disenso, a que no la siguiera como si fuera una reproducción de ella o la viuda de Derrida, a que haga mi camino como en el Zaratustra, cuando dice a sus discípulos “Ahora vayan y olvídense todo lo que les dije”. Lucy tiene algo muy similar. Empecé en una banda, Lobardo, en la que éramos todas lesbianas. En las fechas siempre elijo tocar con mujeres. En mi disco participan todas chicas. Está Lu Martínez, en contrabajo, y Natalia Sabater, en acordeón.
–A mí eso me importa mucho. Después del grupo de bisexuales no tuve una pertenencia en la militancia orgánica, pero en la música sí fue muy importante para mí construir comunidad y lo hice con mujeres y en particular con lesbianas. Casi todas las fechas toco con Sacha. De pronto la canción propia empieza a tener otros caminos.
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