Vie 23.09.2016
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TOCANDONOS

En lo que va de este año han ido apareciendo canciones y videos realizados por bandas y solistas que cantan en “tono lesbiano”: el cuerpo de una mujer, desnudado, deseado y cantado por otra mujer, aparece en estos temas sin eufemismos, con humor y con fuego. Con plena conciencia de los años en que el mercado y las buenas costumbres mantuvieron a las chicas escondidas, el trabajo de una nueva generación de artistas se propone cantar de lo que no se habla y despabilar a las masas. Chocolate Remix Lesbian Reggaetón, Cam Beszkin, la Actibanda, Ibiza Pareo son algunos de los nombres que se destacan en este horizonte cada vez más les.

› Por Gabriela Cabezón Cámara

Las pioneras

“Hay muchas chicas que de día se pintan las uñas y a la noche les molesta”, le decía en 1990 Celeste Carballo a un Juan Alberto Badía que no se animaba a decir “lesbiana” ni “homosexual” -”ser como sos”, “lo tuyo”, cosas así atinaba el conductor-, entonces, en la tele, Celeste Carballo, cuando decía “amor entre mujeres”, “homosexual”, “lesbianismo”, estaba rompiendo un silencio denso, el mismo que le impedía a Badía llamar a las cosas por su nombre, rompía un espacio, partía un iceberg: el del eufemismo, que no es otra cosa que una forma del silencio, el del confinamiento de las mujeres en general y de las lesbianas en particular al espacio de lo íntimo, de eso que ya estaba dispuesto para nosotras desde la Grecia clásica y se llamaba “endon” -algo así como “interior”.

Estaba rompiendo Celeste Carballo y ya venía rompiendo desde su música: habían grabado con Sandra Mihanovich temas como “Mujer contra mujer” -”Nada tienen de especial dos mujeres que se dan la mano…” arrancaba-. Y habían empapelado medio Buenos Aires con un afiche en que, con los hombros y por lo menos parte del pecho desnudos -la imagen sugería desnudez completa- una besaba en la mejilla a la otra. Antes, Marilina Ross había grabado “Puerto Pollensa”, esa canción que parecía aludir a un amor entre mujeres. Y Sandra Mihanovich, “Soy lo que soy”. Con eso quiero decir que hasta hace poco, hablamos de unos 26 años -bastante en una vida pero nada en términos históricos- el lesbianismo, en la música popular, luchaba por decirse. Y lo lograba, visto desde hoy, tímidamente. Visto desde el momento en que sucedía, muy valientemente.

Pasado hit Presente hot

Y acá estamos, 2016, con canciones en llamas y con, por lo menos, tres videoclips nuevos, métanse en Youtube ya mismo y gocen, “Como me gusta a mí”, de Chocolate Remix Lesbian Reggaetón, y “Pisco Blues” y “Enamorar o morir”, del disco homónimo y nuevo de Cam Beszkin. Los tres están buenísimos y no se ahorran nada: tienen perreo, caricias intensas en la cama, tetas, lenguas, tijeretas, caras de orgasmos. Además, surgen grupos como la Actibanda, las chicas percusionistas que, con breves eslóganes como “¡Biela, careta, tomá la tijereta!”, “Olé, olé, olé, olá, No soy amiga de tu mamá, somos lesbianas, no paramos de garchar!”, “Unidad de nuestras perversiones, y al que no le gusta, se jode, se jode”, “Somos guerrilla de la subversión sexual”, llevaron la voz cantante en el escrache a la Biela del 5 de septiembre. Ellas también tienen video, fíjense, por ejemplo, en “La paja”, su hitazo.

Hay dos videos que, vistos juntos, parecen haber sido hechos en fricción, como si el segundo fuera una reformulación del primero, parecen ilustraciones del salto en la posibilidad de representación del lesbianismo: “Barco quieto”, de Celeste Carballo y Sandra Mihanovich sobre la canción de María Elena Walsh, esa lesbiana genial a la que le debemos tanto todos los que tuvimos la suerte de escucharla o leerla, y “Pisco Blues”, el de Cam Beszkin ideado y dirigido por Lucía Vassallo, una directora joven que tiene varias pequeñas maravillas hechas y que promete mucho más. En los dos, la historia es la un amor de dos mujeres. En los dos hay una casa en algún lugar afuera de Buenos Aires, un hogar a leña y un juego de mesa. En el primero, el de 1990, la relación sexual de las mujeres se sugiere mostrando una cama doble -vacía- en la casa que habitan mientras se escucha la balada.

En el segundo, un rockazo, la cama ni se ve: las chicas chapan tranquilas en bombacha y corpiño. Y con lencería esmerada. Y la letra clara de toda claridad que compuso y canta Cam: “Con esa mujer yo me casaré, con esa mujer voy a amanecer. Con esa mujer yo me casaré, con esa mujer voy a amanecer. ¡No, tal vez no, tal vez no, tal vez no! Puedo vislumbrar mi familia ideal con esa mujer, mi tierna mujer. Puedo vislumbrar mi familia ideal con esa mujer, mi tierna mujer. ¡No, tal vez no, tal vez no, tal vez no!”. La de María Elena Walsh que cantaban Sandra y Celeste era, sí, más tímida. De hecho, de no ser por el video, difícilmente podía atribuírseles ningún género a las miembros de la pareja: “Estos muros, estas puertas, no son de mentiras, son el alma nuestra, barco quieto, morada interior que viviendo hicimos, igual que el amor. Y afuera llora la ciudad tanta soledad.”

Es interesante lo que cuentan tanto Bezskin como Vasallo: ninguna de las dos había visto el video de Mihanovich y Carballo. Consultadas por Suplemento Soy lo miraron y las similitudes las asombraron. Cam dijo que “parece una respuesta desde el siglo 21, pero fue sin querer”. Las dos coinciden en cierta falta de intencionalidad: lo que querían era “mostrar una relación como todas; el amor trasciende los géneros. Los seres humanos sufrimos todos y todas por lo mismo”, dice Vassallo y “sinceramente es algo natural, estoy hablando de mis experiencias personales y lo cuento desde mi abierta lesbiandad. Entiendo que también es un lugar de visibilización, y me gusta que así sea. Pero la verdad no fue algo buscado. A veces trato de verlo desde los zapatos de otro y pienso en qué lindo y alivianador hubiese sido tener alguna referencia así cuando yo era chica (una joven rockera abiertamente lesbiana que lo cante con la naturalidad que merece), creo que me hubiese facilitado mucho las cosas”, remata Bezskin.

Chocolate caliente

Si vamos a hablar de cosas facilitadas, miremos y escuchemos a Chocolate, Romina Bernardo, la inventora del lesbian reggaetón: en su “Como me gusta a mí”, los cuerpos de las mujeres se muestran y se muestran gozando.

Incluso en un cama larguísima que parece representar el continuum lésbico y sus muchas variaciones. Y sus letras son notables, explícitas, divertidas: “Te canto, mami, es que eres un encanto, pero voy pensando mientras tanto es que ya no me aguanto y esta noche vamo a darnos canto con canto”, “Sabes bien que me gusta la tijereta de frente tranqui, hacemos un teta con teta mirando pa los pies y sale una tijera que corta al revés, mirándote el bote, ay mamasota que ya estoy hasta el tope, dame la vuelta, un par de azotes, dale que tocó la hora del chipote chillón, voy a hacer tu chillona chapulina, tu chocotorta de chocolina, es que me fascina verte dildo en mano mi gata fina”.

Choco, así la llaman y así le gusta que la llamen, tiene un abordaje político de lo suyo: “Hay varias cuestiones que tienen que ver con lo político y con el hecho de militar desde muchos lugares. Hay un montón de laburo que tiene que ver con eso, con la visibilización, y ese fue uno de los motivos por los que elegí el reggaetón: habla mucho de sexo. Y me viene bien para hablar de un montón de cosas que no se estaban hablando. Con este proyecto empecé hace unos tres años y medio; hoy es mucho más fuerte el discurso del lesbianismo en cuanto a la sexualidad. Yo me doy cuenta porque viví como se recibió mi proyecto. A un montón de feministas les cayó como un baldazo de agua fría, no les parecía hablar así de sexo, creían que era una cosa de chabones. Cuando estaba más de moda el término ‘objetivización’, nadie me quería; después se puso más de moda ‘emponderamiento’ y ahí dijeron, ‘ah, sí, ahora me gusta, llamemos a Chocolate’”.

Bandada

De política hablan también, fuerte y claro, las Actibanda. En la entrevista que hicimos en la casa de Choco estuvieron Aylén Daniele, Julieta Lopinto, Raquel Defays, Lorena Campos y Hache. Son más, son muchas, son todas y son ninguna, explican: la banda es elástica y dinámica, se integra gente todo el tiempo, y así pueden tocar en dos lugares en el mismo momento. Tocan en la calle, lo suyo es ganar espacios. Militaban como feministas en un grupo que se llamaba Mujeres Activando y “al final tamboreábamos, empezamos a flayar y a escribir letras, todas participando de algún modo. Nuestra militancia va también por el arte, ahora música, entendemos el arte como una herramienta de cambio y de decir. Queremos activar la militancia, activar el arte, hacer ruido, tomar el espacio público que nos ha sido arrebatado”. Lo hacen, lo hicieron en muchos lugares y en La Biela se vio fuerte, lo van a seguir haciendo. “La paja”, su hit con ritmo de marcha callejera, cierra con estos versos: “Siempre seré una torta, aquí y en el más allá, Ahora y por siempre la concha no se secará. Siempre seré pobretona, aquí y en cualquier lugar. No entrego mi tiempo creativo para el capital”.

No estamos solas

¿Cómo se explica que no paren de sumarse bandas de chicas contra chicas a la lista? Como las Ibiza Pareo: Ani Castoldi y Marina Lagrasta, unidas en la música, en la vida y en la arena, como se las ve en el video de su imperdible hit “Arido espejismo”. O como Marimacho, las veinteañeras Fer Della Costa, Titi Damasso, Marcela López Blanco y Elisa Rempel, que hacen rock fusión en clave queer. Es que en el medio, en estos últimos años, hubo varias mujeres trabajando y destacándose que permiten entender cómo se ha llegado hasta estos niveles de representación del lesbianismo y de destrucción del eufemismo: entre otras, el trabajo de la banda de lesbianas Tumbamores -y luego el de solista de su cantante, Pepi Dillon-, el de Valeria Cini, el de Las Taradas -miren su video “¡Que no, que no!”, también de Lucía Vassallo-.

Y, claro, ineludibles, geniales, las inventoras de la cumbia punk y queer, las Kumbia Queer, que fueron, y siguen siendo, un tsunami de alegría y liberación desde el momento en que aparecieron hace casi diez años. Tomo, por tomar algo de una poeta tan queer como ellas y muy buena, Silvina Giaganti, una definición de “La isla con chicas”: “La verdad es que así como Madonna hizo por mi empoderamiento tanto como Simone de Beauvoir, las series mainstream hicieron tanto como la universidad. Las Kumbia Queers, ni tan mainstream ni académicas, en La isla con chicas tiraron toda la carne al asador de los tópicos lésbicos porteños: San Telmo como lugar de iniciación en los tempranos noventas, el Tigre como cadena de islas recluidas y propicias para el amor sáfico, las camisas leñadoras, la pandilla como clave de alianza más fuerte que el noviazgo, Madonna en versión cumbia y con un tono alegre, dicharachero y desdramatizador, dieron en el blanco de una sensibilidad menos pesada que se estaba polinizando por ahí”. Este arco que intento trazar para contar un alto cambio en la visibilización lésbica es, no puede ser de otro modo, un recorte. Incompleto, claro. Pero da cuenta de lo sucedido: ahora llamamos a las cosas, y a las conchas, por su nombre. Felicidades para todas y gracias a las músicas.

Chocolate Remix y Cam Bezskin tocan el 1 de octubre a partir de las 20 en el Festival Divergencia, en el Matienzo, Pringles 1249.

Marimacho toca este viernes a las 21 en Casa Bandon (Luis María Drago 236).

El 29 de octubre “Enamorar o Morir”, show especial en el que Cam Beszkin, a dos baterías, despide el año. A las 21hs en Roseti: Roseti 722, CABA.

La Actibanda convoca a la Fiesta 100% Torpillera el 1 de octubre a las 21 horas en Villurka, Av. Triunvirato 4778.

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