A LA VISTA
Como la fuente de la eterna juventud, como la máquina de la verdad, la ilusión de librarse de los preservativos y, obviamente, del riesgo que ello implica, mantienen erecto al mundo. ¿Quién se atreve a decir que se trata de una vana ilusión? ¿Acaso no se inventó la penicilina alguna vez? Pero mientras tanto, los mil intentos y un invento siempre encuentran conejillos dispuestos a entregarse a laboratorios, magos y el consejo de algún amigo que lo probó y le fue bien. En este momento circula el rumor de que una pastilla podría reemplazar al preservativo que hoy por hoy, por más contras que tenga, sigue siendo el único medio eficaz para detener a las enfermedades de transmisión sexual. La revista americana The Advocate denuncia en un artículo reciente que la nueva panacea se llama Viread, se toma con la ilusión de que previene la transmisión de VIH y que además está funcionando como parte de un cóctel de placer que incluye tres pastillas: Viagra (para potenciar), Cristal (para resistir) y Viread (para la inmunidad). De hecho se suele comprar en saunas y bares de concurrencia gay. Viread es en realidad un medicamento que se administra a personas con VIH y que impide que el virus altere el material genético de las células T sanas, evita que las células produzcan nuevos virus y en definitiva, asociado a otros medicamentos, disminuye la carga viral. La idea de usarla antes o al rato de tener sexo sin preservativo se inspira en la existencia de estos medicamentos que suelen administrarse a modo de profilaxis a las personas que se supone han tenido contacto con el virus, como personal de la salud o víctimas de violación. También es cierto que se administran medicamentos profilácticos a embarazadas con VIH para evitar la transmisión al feto. Una encuesta realizada en 2006 entre 1819 gays en California arrojaba que un 16 por ciento conocía la existencia de la pastilla y el 1 por ciento la había probado. La misma encuesta en 2007 arrojaba los mismos números, sólo que en una muestra de sólo 227 personas. El consenso médico ha sido terminante en sus declaraciones públicas: “Quienes recurran a este método están exponiéndose a contraer una enfermedad incurable. No deberían dejar de usar preservativos”. Mientras tanto, Bill Stackhouse, director del Institute for Gay Men’s Health at Gay Men’s Health Crisis in New York City es un tanto más ambiguo: “Los gays tradicionalmente han estado en la avanzada respecto de la ciencia en el asunto del sida; desafortunadamente, muchas veces pagando con complicaciones y la vida”. La ciencia deja hacer y hasta deja correr la voz mientras va tras estos pasos perdidos. Según los estudios, una pastilla profiláctica sería más factible hoy por hoy que la tan soñada vacuna, al menos así lo dicen las pruebas realizadas con animales. Claro que todavía faltan resolver unos cuantos detalles: cuánto antes de la relación sexual habría que tomarla, cuánto dura el efecto, si el efecto va decreciendo, si depende de la carga viral que tenga el compañero, si al dejar de tomar la pastilla el organismo se vuelve más vulnerable, si en el caso de contraer el virus el organismo se volverá resistente a los retrovirales, cuál es la dosis y la combinación efectiva... Muchos médicos admiten que aconsejan tomar esta droga, aun sin tener pruebas de su efectividad, en los casos de aquellas personas que se muestran completamente resistentes al uso de preservativo y que pase lo que pase no lo van a usar jamás. Si para decidirse, alguien está necesitando saber si existe registrado algún caso de una persona que haya recurrido a este método y aun así haya contraído el VIH, la respuesta, lamentablemente, es afirmativa. Ya existe un caso registrado.
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