ES MI MUNDO
Mixtura entre activista queer e icono fashion, Beth Ditto –cantante de Gossip– se abraza al punk como quien teme ser tragada por las fauces del mainstream, capaz de convertir su cuerpo generoso en un objeto de consumo. Tanta carne, sin embargo, es apenas suficiente para albergar el tamaño de su enorme voz.
› Por Mariana Enriquez
Cada año, la revista inglesa New Musical Express elige a la persona más cool del rock’n’roll. Y son una revista que sabe del tema, una autoridad en la materia, con su staff de periodistas que cambian ni bien se hacen un poco mayores, con su obsesiva insistencia en tener registro de lo último y tratarlo todo con irreverencia. En 2006, entonces, eligieron a Beth Ditto, la cantante de Gossip, una banda de Portland, Oregon (la ciudad que en los años ‘90 fue meca del punk queer). Y se entiende por qué. La banda de Beth suena un poco como White Stripes y otro poco como Yeah Yeah Yeahs, una mezcla de rock sureño y sofisticación del post punk neoyorquino; punk funk, podría ser. Pero Beth suena como una tormenta. Su voz recuerda a las grandes divas del soul, desde Aretha hasta Tina Turner; sólo que si Beth se tiene que desgañitar, lo hace. Una voz enorme y hermosa, pero sobre todo fuerte. “Soy supergritona”, reconoce ella. “Nunca tuve una voz discreta. Canté en un coro y ahí traté de achicarla, pero no funcionó. Y cuando crecía, escuché un montón de música soul: las cantantes que más me gustaban eran Mama Cass y Gladys Knight, y ellas también tienen voces grandes, aunque diferentes de la mía. Incluso hablando tengo mucho volumen. Nunca pude hacer esa voz débil de lavanda y raso. Sale de mi cuerpo, no puedo pelear con ella.”
Beth Ditto tiene 26 años, nació en Arkansas y se define como “una lesbiana gorda”. Detesta, suele decir, los términos “excedida de peso”. También le molesta que por su peso se la trate de manera especial. “Lo acepto en otros países, pero en el mío es absolutamente loco que remarquen mi gordura. ¡Somos mayoría!” Beth es, además, una rara mezcla: activista queer e icono fashion, tan icono que sale de bares con Kate Moss y la superpequeña actriz Keira Knightley dijo que cambiaría su figura mínima por la opulencia de Beth si le dieran la oportunidad. Ella trata de que no se le suba a la cabeza. “Mi hogar siempre va a ser el under. Mi vida no es parte del mainstream. Ni siquiera del mainstream gay.” Sin embargo, hace muy poco Gossip firmó un contrato con una compañía mainstream, nada menos que Columbia, pero para su sello especializado en bandas y artistas Glttbi, que se llama Music With A Twist. Este sello, que da una oportunidad importante a muchos músicos, también trajo controversias, porque a muchos no les gusta estar en un aparte, en una especie de sello-ghetto. Beth lo entiende de otra manera: “No me importa porque ser queer es muy importante para mí. El lugar donde tengo mi espacio y donde lo tiene mi gente ya es marginal. No hay mucho movimiento alrededor de la violación de los derechos civiles gays, así que nunca me pensé como no-marginada. Soy una pensadora radical, y prefiero que a mi banda se la describa como queer, o lésbica o feminista o incluso riot grrrl antes que la agrupen con algo que no somos. Es como decía Kurt Cobain: prefiero que me odien por lo que soy antes de que me amen por lo que no soy”.
Lo que Gossip es se resume en la definición que colgaron en su MySpace, y dice así: “Gossip es una banda. Nos formamos hace ocho años, y crecimos en Arkansas, criados por casetes, coyotes salvajes y madres. Nos interesa el cambio, la moda, el arte, bailar y las películas. Ahora vivimos en Portland, Oregon. Siempre estamos de gira, y ahora trabajamos en un disco nuevo. Sólo existimos para inspirar. Les recomendamos que escuchen Nico, Glenn Branca, The Shaggs y Yoko Ono. También que agarren una guitarra y formen su propio grupo. La perfección no es real. Eso es todo”.
Beth es un animal político, y junto a su banda son esa brisa joven, ese aire de valentía y desafío necesario para todo recambio, para interpretar el mundo con ojos menos cansados. Ya tienen cuatro discos de estudio, uno en vivo, dos de remixes y están a un paso de ser una banda famosa –sobre todo desde que aparecieron elementos disco en su música, y la banda se vuelve más y más groovy–, pero Beth espera que si el gran éxito viene, llegue con calma. “Quiero llegar a más gente, pero no quiero sentarme en el living de Oprah. Nunca hice música para hacer dinero, ni me interesó: fue más bien una forma de supervivencia.”
Beth Ditto creció en el Sur profundo, y es hija de una madre cristiana que no aprobaba su sexualidad. En las anécdotas sobre su infancia suelen aparecer un primo que, después de fumar porro, salía a cazar ardillas, las freía y se las comía (impulsado por el hambre del bajón) y alguno de sus seis hermanos. También la confusión del despertar del deseo, los primeros novios que no la atraían, las chicas de las que se enamoraba en silencio. Todo cambió cuando se mudó a Olympia, en el estado de Washington, la otra ciudad que fue cuna del punk feminista, del punk queer, del movimiento riot grrrl. “Fue la primera vez que estuve entre gente que me consideraba cool. O más que cool, que me creía fabulosa. Yo no sabía que algo así podía existir.” Beth tenía 18 años, y aunque todavía luchaba con la aceptación, ya estaba en camino de plantarse como “una gorda orgullosa. Ya no quiero cambiar. Pasé muchos años tratando, especialmente de chica, y me cansé. Me gusta la comida. No quiero parecerme a Britney Spears. Creo que ella es fea”. El orgullo y la actitud le hacen falta, cuenta, porque se deprime seguido. Tanto que en 2005 se internó en un hospital psiquiátrico –ella solita– porque sentía que no podía seguir lidiando sola con la vida, “ni siquiera podía levantar la cabeza”. Ahora, cuenta, está mejor. Tiene una pareja –Freddie, transexual– con la que es feliz, aunque dice que no quiere formalizar la relación. “Pero la angustia está ahí. Y por eso somos una banda punk. No considero que The Gossip sea indie. La escena indie está llena de chicos blancos heterosexuales, está definida por ellos. ¿Y de qué se quejan, especialmente en este país? ¡Si ellos lo controlan! Nosotros venimos de otro lado, y esa urgencia de expresarnos se nos nota.”
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