CROSS
› Por Mariana Docampo
En una época organizaba una milonga que se llamaba El Desvío, estaba en la calle Pringles y era como un tesoro. Si bien la milonga duró poco (apenas tres meses) pasaron allí muchas cosas, entre las cuales, la llegada de Jenifer. Jenifer era cross dresser. Señor hecho y derecho de día, padre de familia y amante esposo, de noche se ponía una minifalda, tacos, se pintaba los labios y venía a El Desvío a bailar tango. Al principio venía sola, y después trajo a otras amigas cross, entre ellas a una japonesa de piernas delgadas autodenominada Kimono, que sólo sabía guiar. A Jenifer la trajo Niní, veinteañera finlandesa que estaba realizando sus queer studies en Buenos Aires, y que si bien tenía novio, venía siempre a la milonga con su amiga Ursula, que estaba notablemente enamorada de ella. Jenifer se convirtió en el alma de El Desvío. Hablaba con todo el mundo, y sacudía su lacia cabellera varonilmente, porque no por ser cross dresser asumía los modos esperados para una mujer sino sólo el vestuario, en el que combinaba gasas y tules, un poco exagerados para el elegante-sport imperante en la milonga, pero que le daban sin dudas gran colorido y glamour. Jenifer caminaba despatarrada sobre sus tacos y se sentaba con las piernas abiertas a tomar cerveza, sin modificar la entonación de voz que había utilizado durante el día. Se autodefinía como “heterosexual” y, aunque entrañable, era bastante machista en sus opiniones. Otra escandinava amiga de las finlandesas, llamada Alex, comenzó a venir también a El Desvío por estos tiempos y un día quiso hacer una performance como Roberto, que era su nombre cross. Se había puesto saco y corbata, un bigotito hecho con el propio pelo de su cabeza, y llevaba un revólver. El final de la performance daba como resultado la muerte simbólica del género y ahí Roberto había pedido a Jenifer bailar un tango con los roles invertidos, lo cual a esta altura de las transformaciones ya resultaba un poco confuso. Lo que pasó finalmente fue que Alex/Roberto, Niní y Ursula volvieron a Finlandia y Jenifer fue interceptada por su esposa una noche, y obligada a quedarse en casa. Me escribió tiempo después un mail con remitente “Claudio” que lamentaba no haber podido volver a El Desvío porque su esposa le había prohibido volverse a vestir de mujer, pero que extrañaba mucho ser Jenifer libremente y bailar con nosotrxs. A riesgo de perder su matrimonio, se escapó de su casa otra noche y vino a la milonga. Esa vez todxs nos sacamos fotos, y bailamos hasta casi el amanecer.
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