Viernes, 27 de febrero de 2009 | Hoy
CATALOGO
El título de esta novela de José Donoso alude a una tierra baldía y yerma, un pueblo perdido entre viñedos del centro de Chile donde la única animación resulta ser el pequeño burdel, centro de reunión social y no sólo de prostitución. Pero alude además a la transgresión de los límites que supone la transformación de Manuel en La Manuela. “Cuando la fiesta se animaba con el vino de la temporada, y cuando los parroquianos eran gente de confianza, La Manuela se ponía un vestido colorado con lunares blancos, muy bonito, y bailaba español.” Viejo y enclenque, padre a pesar suyo, maricón de pueblo chico, infierno grande, La Manuela resulta perturbadora, sin embargo, cuando lo envuelve el disfraz. Hasta el más macho —don Alejo, el terrateniente, Pancho Vega, el tosco galán— siente temblar el piso bajo los pies cuando da comienzo el juego de las máscaras y las identidades móviles.
Novela previa a El obsceno pájaro de la noche, El lugar sin límites anticipaba ya el tortuoso devenir de las sexualidades en la obra de Donoso, uno de los grandes —pero no ocupante de la primera escena— de la literatura latinoamericana de los ’60 y ’70. La desolación de la tierra arrasa también el tono del libro. A pesar de la alegría inherente al personaje, el viento de la tragedia sopla por estas páginas. Y es que todos los personajes están atrapados en un aire estancado, en un burdel metafísico. La gran jaula no es en definitiva la tierra sino el estrecho círculo de hierro del machismo y la sociedad patriarcal. De ese choque inevitable, como el destino entre la Pluma y la Ley, trata la obra. Cuando La Manuela parece estar adaptada —y en un punto acomodada— bajo el ala protectora del amo, la férrea ley del Padre la traicionará. En cierta medida, no hay machos buenos ni malos sino machos, que siguen el mandato ciego. Y ese mandato incluye ir de fiesta pero —también— ponerle límites a la fiesta. El lugar sin límites es la conciencia, pero su proyección al mundo real tiene consecuencias.
En cuanto a estructura narrativa y tensión dramática, la breve novela de Donoso roza la perfección; además, La Manuela es un personaje prototípico, pero dotado también de misterio y belleza, simpatía y calidez. Su marca es inexorable y aparece en las primeras páginas: “Vieja estaría, pero se iba a morir cantando y con las plumas puestas”. El final no lo desmiente. A lo largo del libro, el vestido colorado de La Manuela marca el colmo de la fiesta y también su límite, en una intensa obra imprescindible de la mariconería latinoamericana.
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