LUX VA > A BAILAR CON LAS KUMBIA QUEERS
Llegué a Niceto ya un poco pasaditx de cerveza, así que para que no se notara lo primero que hice fue echarme en la barra y seguir empinando el codo hasta que se largaran las Kumbia Queers, total al ritmo incontenible de “Kumbia zombie” o “Chica de calendario” todos los gatos son curdas. Pero antes tuve que pasar una prueba de fuego porque lo que yo esperaba como un festival de tortas fritas comenzó siendo un remate de chongos. “Es por fantasmas”, me dijo una voz que no supe identificar. ¿Veo fantasmas? No. Había largado primero Fantasma y atrás, en una pantalla gigante, pasaban un video con una señorita en bolas, perfecto telón para el estribillo que dice: “Yo la cumbia la bailo con tu hermana”. Estaba por irme (tras un chongo) cuando veo pasar a la siempre linda de Pilar (She Devils), campera aleopardada que no me impidió llegar a sus costillas y hacerle cosquillitas. Se dio vuelta, me abrazó, y con su voz gruesa me dijo: “¡Cuánto hace que no te veo, Lux!”. “Es la primera vez que vengo a un show en vivo de ustedes”, le conté todx feliz y ella me respondió: “Te estás poniendo anticuadx, che. ¡Hace dos años que tocamos con las Kumbia!”. “Anticuadx jamás, añejadx sí”, le respondí evitando un hipo que me provocó no tanto el alcohol sino la juventud circundante donde la menos pendeja tenía una mini que le terminaba a la altura de la ingle y unas patitas flaquitas y movedizas que parecían de Popotitos. Claro que si yo le digo “¿Qué hacés Popotitos?”, la chica va a pensar que salió una droga nueva...
En eso se produjo un acto de magia. Fue terminar Fantasma y subir las Kumbia para que el público oficiara un acto de transformismo sin necesidad de quirófano ni teorías queer. Los chongos se hicieron amazonas de toda laya. De la alegría me pedí un vodka y me lo tragué de un sorba el griego. Se ve que me pegó al toque porque yo, que no soy de comprar boludeces, fui a un puestito que había ahí y adquirí una calcomanía que decía: “I love KQ”, que todavía no sé dónde pegar. Como zombie cumbiancherx, me mezclé con la muchedumbre lo más cerca del escenario que mis empujones me permitieron. Ahí la vi a mi amiga Jorgelina, con quien empezamos a movernos como si fuéramos parte de un ballet cumbianchero descoordinado y ahí la verdad es que la fiesta empezó a no parar nunca. Nos acercamos un poco más a la banda y me quedé impresionadx con la altura y la energía de Juana Chang, que es la diosa del charango y que es una topadora, te digo la verdad. Nos es que Pili, Patricia o la Guagua no lo sean, lo son, pero la Chang es un animal que seguro nació bajo un signo de fuego o como yo, con un cohete en el culo. Y además me hizo mucha risa acordarme de que una vez le dijo a uno que era mejor llamarse “Queers” que “Queens”. Y tenés mucha razón Juana, te lo digo desde acá, pero igual sos una reina, vos y tus compañeras. Porque se merece un título nobiliario cualquiera capaz de hacer bailar a la gente como lo hacen ustedes, son las reinas de la cumbia y las reinas de las queers y las reinas del caño y de la cerveza y de la diversión desatada que me entró en el cuerpo como un torbellino. No se imaginan cuando empezó a sonar “La isla con chikas”, una versión muy ellas de “La isla bonita”. Ahí sí que bailamos como locxs y lo único que me acuerdo es de que cerca había una chica que era un bombón y que empecé a mirar de vez en cuando hasta que, lamentablemente, la perdí de vista. Haría un identikit para volver a encontrarla, pagaría una recompensa. Pero así es la cosa y la perdí porque vida es movimiento. Movimiento con los brazos para arriba, como empujando el aire, como si al humo del caño lo soplara el corazón.
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