ENTREVISTA > ALBERTINA CARRI
› Por Mariana Enriquez
—No es una película sencilla. Hay escenas que a la gente le chocan, como la de la faena del chancho, que a mí me parece una escena núcleo, la que de algún modo comanda toda la película en un sentido estético. Si esa escena está filmada así y es así, la película es de una determinada manera, y es coherente con esa escena. Mucha gente se siente disgustada, ofendida, incómoda, cree que está de más, le resulta innecesaria. Y a partir de que les resulta innecesaria esa escena, se te cae la película. Ninguna de mis películas es masiva, no tienen un espíritu comercial. Y ésta es extrema, es radical en todas sus decisiones. Además, si vemos a lo que le está yendo bien, si tomamos eso como parámetro, está claro que éste no es el tipo de cine más exitoso.
—La niña sobre todo es una niña monstruo. El chico, Ladeado, tiene una cosa más tierna, pero es el que mata, y es brutal, desde la primera escena. Los protagonistas siempre fueron los niños, en algún momento hasta tuvieron más protagonismo, en un estilo La noche del cazador. Así como la película tiene el punto de vista corrido de la mitificación del paisaje bucólico del campo como espacio de contemplación solamente, de algún modo los niños también estaban involucrados en esa especie de mito. Además en el campo realmente los niños son muy brutales. Desde chicos empiezan a carnear y a matar. Además a mí los niños siempre me parecieron extremadamente crueles. Es algo que yo dejo entrever en Los rubios cuando hablo de mi jardín de infantes, en algún texto hablo de “niños de ojitos crueles”. No creo ni cerca que el hombre sea bueno por naturaleza, creo lo opuesto, después nos educan, nos alinean y corrigen.
—Hacía. Una vez maté un gato. Porque le tenía muchos celos: era una gata embarazada. No puedo ser más mala. Mi intención no fue matarla concretamente, no tenía conciencia de la muerte, la tiré a un bebedero de agua porque la odiaba, porque toda la familia estaba atendiendo a la gata embarazada. La sacó mi tío, pero se murió, no llegó a parir. Horrible. Me acuerdo de que mi hermana me dijo: cuando te pregunten cómo murió la gata tenés que decir “la maté”. No me olvido más en la vida. No me dejó espacio para excusa, y estuvo bien que me obligara a hacerme cargo del asesinato.
—Sí, y creo que son escenas tan fuertes que ni siquiera se mencionan. De hecho cuando las filmábamos con Sol (Lopatín), la directora de fotografía, nos preguntábamos qué hacer con el material. Yo les tenía un poco de miedo, sobre todo para explicarles a los padres. Pero en ese sentido no fue tan complicado. Son escenas que también tienen algo molesto, que se sienten como innecesarias.
—Es que éste es un país muy careta, digámoslo de una buena vez. En todos los sentidos. En las escenas se atan, pero no con toda la parafernalia del Eláter... El sadomasoquismo tiene que ver con el deseo, con la intimidad profunda, y eso es lo que me interesa del sexo en La rabia, que transmite algo del deseo más profundo.
—Creo que en algún momento las voy a hacer. Las filmé en Barbie..., pero claro, no con personas. Por ahora nunca apareció, hasta el momento, una historia donde eso suceda. También hay algo con el sexo lésbico que, en general, como se ve, como se filma, es algo que se vende para heterosexuales, para hombres. Cómo se caliente el macho: con dos minas cogiendo. Y eso me parece algo muy peligroso, que se termine convirtiendo en algo así. Cosa que no pasa con escenas homosexuales entre hombres, para nada.
—Por el tipo de deseo, supongo. Es una construcción cultural del macho: cuantas más tengas mejor. Las dos mujeres teniendo sexo son de él: así se lee. Y aunque las mujeres se eroticen con dos hombres teniendo sexo, la situación no es un icono erótico. Sí las dos mujeres: Paparazzi, Playboy, todas juguetean con tocarse y besarse, pero por supuesto tienen un macho al lado para hacer eso. Para mí la decisión de poner una escena de sexo entre chicas estaría relacionada con una decisión similar a la de filmar cuando se mata un chancho. No puede ser algo casual, al pasar, en medio de una historia. Te tenés que hacer cargo de muchas cosas.
—Claro. Rose Troche y pará de contar. Cuesta la visibilidad para las mujeres no sólo en el ámbito del cine. En cualquier rubro hay muchísimos más gays visibles que lesbianas visibles. Es totalmente distinta la construcción social del gay y de la lesbiana. No cae muy bien la lesbiana. A mí me ha pasado que me dijeran: “No cuentes que sos lesbiana, ¿para qué?”. Cuando en realidad al gay se lo festeja un poco. Hay algo más bajón en ser lesbiana que en ser gay, ser gay es más divertido. Por eso es más difícil. Supuestamente yo hice mi coming out en la carta que se publicó en Soy. Eso no es cierto, pero bueno, dejémoslo. La cuestión es que me preguntaron: “ahora que lo dijiste... ¿vas a militar?”. Es tan pesado desde el momento que lo decís que parece que vas a tomar las banderas del movimiento. No creo que a ningún gay en los últimos veinte años le hayan preguntado después de haber dicho que era puto si iba a empezar a militar. Para las lesbianas está relacionada la militancia con la sexualidad, porque es muy exótico que lo digan. Las que lo dicen, las que se sabe que son lesbianas, son militantes en general. Con Los rubios también me pasó, distinto, claro: me preguntaban si iba a militar con HIJOS. ¡Libérenme! ¡No voy a militar! (Risas.)
—Sí, ahora ya no me siento embarazada. En los primeros meses sí, porque tenía mucho sueño, y asco, y tenés que dejar de fumar y beber alcohol. Eso es lo bueno: te sentís embarazada con contundencia. Ahora no, ahora me siento espléndida.
—Espero no ser muy severa. Yo hace mucho que tengo ganas de tener un hijo, y como hace tanto tiempo que quiero, le di muchas vueltas para pensarlo. Como soy de una familia desmigajada, criada a los tumbos, era algo que me parecía que de algún modo, el hecho de haber sido señalada por huérfana, me daba mucho miedo exponer a un hijo a cualquier tipo de señalamiento relacionado con venir de una familia no convencional. De algún modo, si los niños son crueles por naturaleza, señalarán siempre. Y esto es una frase un poco hecha, pero la verdad es que la base de todo es el amor y la contención de una familia. Las familias se construyen: yo lo he vivido en carne propia, he construido familias desde los tres años, cuando secuestraron a mis padres, y no me ha ido nada mal. Al contrario: es un vínculo de muchísimo amor traer un hijo a una familia diversa. No hay mandatos, no hay normativas. Es una decisión profunda, desde el deseo. o
La rabia se proyecta viernes y sábados de mayo y junio en el Malba (Figueroa Alcorta 3415), a las 22.
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