Vie 04.09.2009
soy

LUX VA > A LA FIESTA TRESJOLIE

Rompiendo los faroles

Lux se atraganta con soja en muchas formas y se alivia caminando de Almagro al centro en busca de acción. Llega a la fiesta prometida por un portal para chicas lesbianas y bisexuales pero, temerosa de no encajar en ninguna categoría, se calza unos anteojos que no alcanzaron para apagar sus preciosos y luxminosos faroles.

Hartx de las caras conocidas decidí lanzarme a la aventura de una fiesta con personas carentes de nombres humanos. Como yo. Todas se llaman por sus nicks. Antes del sábado había visto sólo a algunos de esos rostros, en unas fotitos diminutas, subidas al portal TJ. Qué cortos son los nicks, chicxs, más cortos que el amor. Muy pocxs de ellxs, poquísimxs, se hacían llamar por una palabra de más de dos sílabas. Apelativos para un touch and go, así de simple. Qué bien me vendría. Después de que la chica de Uyuni viajó y me dejó solx en esta cyber ciudad de borrachines de birra, en esta metrópolis que está muy lejos de ser un paraíso, después de su viaje y de mi pañuelo blanco flameando en el aire de Ezeiza mientras saludaba al avión, después de esa escena patética, ya no quiero nada. Basta de sensiblerías. Ahora: noche. Experiencias fuertes y nombres hieráticos, como los de los nicks: Flux, Gela, Sushi, Geno. En la previa identifiqué el vacío que llevaba adentro y me fui a comer a un chino que queda por Villa Crespo. El imperio de la soja, le dicen en el barrio. Soja en todas sus formas y tamaños, para que el vacío se disipe. Y se disipa. Después del deleite oriental de medio pelo me subí al bondi y al bajar caminé unas cuadras. Por la calle me encontré con mi amiga Jorgelina, quien me preguntó: “¿Qué hacés Lux, a esta hora, con anteojos de sol?”. “Tengo conjuntivitis —le dije—, estoy a la miseria.” Mentira. En realidad, quería impactar en la fiesta de TJ y por eso me calcé unos Ray Ban modelo ’80 que heredé de mi últimx parejx, pero ni locx se lo confesaba a Jorgelina. No iba a mostrar la hilacha, así que argüí lo de la conjuntiva y la saludé más expeditivx que nunca. Seguí mi rumbo y aunque me agarró indecisión en la puerta del boliche, finalmente penetré en él. Las puertas del Edén se abrieron y ahí estaban lxs chicxs del portal TresJolie, todxs juntxs, haciendo la fiesta. Me acodé en la barra, me senté en un taburete medio destartalado y me dispuse a beber unos drinks. Le pedí a la bartender uno con sake (para seguir con la onda asiática), jengibre y limón, y me dispuse a mirar con el sorbete en la boca como para llenármela con algo. El sake era imperceptible al principio, pero después lo sentí todo junto. El sake de quicio resultó. Creo que me subió la adrenalina, o como sea que se llame. Ingenuo parece y bomba es. Detrás de mis lentes, inmovilizadx, pude observar cómo las chicas de la fiesta se iban arrimando al caño que se erguía falocéntricamente en el salón, como un fino y redondeado obelisco. Unx chicx, de unos ojos increíbles y pelo oscuro, se tomó de él y se puso a hacer una danza que me produjo más movimientos anímicos y físicos que los que me había hecho el sake. Un tobogán en mi interior sentí de pronto, algo que me subía y bajaba sin pedirme permiso. “Echevere”, le gritaban a la estrella del caño dos colombianxs que estaban en la fiesta y con lxs que me hubiera gustado comer más de una crepa aquella madrugada. “Echevere, echevere”, repetían lxs chicxs. Después se abrazaron a la estrella y se tomaron unas fotos con el teléfono para subir al portal, decían. Yo no me di a conocer, por timidez, que a veces me agarra, pero de golpe el endeble taburete en el que me sentaba se terminó de destartalar y caí al piso como una bolsa de papas, llamando bastante la atención. Inmediatamente se me acercó unx chicx y me ayudó a levantar mi propio cuerpo. Nos pusimos a hablar y hablar y hablar y en un periquete me comió la boca sin que me lo esperara. Lxs chicxs no pierden tiempo, pensé. Y Lux menos. Me sentía unx ganadorx, así que lx invité con un trago para amenizar el momento. Le pedí otro trago a la bartender y cuando volví, mi presa se había escapado. La busqué, pero nada. Hubiera querido verlx con luz, pensé. Quizá se fue por eso. O por no verme a mí. Quién sabe. Al salir, los primeros soles pegaban en los ojos como misiles y había que afrontar el amanecer. Caminé solx por las calles del centro, agradeciendo al cielo que, al menos, todavía me quedaran esos Ray Ban.

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