Vie 18.09.2009
soy

ENTREVISTA

Poniendo el cuerpo

Consola, cds, petaca de whisky, batido proteico, muchos cables y muchas bananas. Eso llena el bolso vitamínico-rocker de Electrochongo, el proyecto solista de Juan Pablo Malvasio, tecladista, cantante y fisicoculturista, que con su “masa corporal” y sus canciones desarma estereotipos musicales y estéticos. El bolso con su peculiar contenido está en el piso casi lleno. Electrochongo (alias Fok) se alista para “hacer lo suyo” en la noche del under porteño.

› Por Ariel Alvarez

¿Siempre llevás todas esas cosas?

—Sí, porque a veces en el transcurso de la noche me quedo a media máquina y necesito recargar energías. Este es el bolso de Electrochongo.

¿Qué hay debajo de ese nombre?

—Electrochongo es un concepto. Son dos palabras que tratan de fusionar lo que hago musicalmente con mi imagen. Es un poco usar la palabra chongo, que habla de cierto tamaño y de una actitud “a lo macho”, pero que a la vez es una palabra muy de ambiente y que también usan las minas. Es como una burla, una provocación.

De tus letras se desprende cierta ironía, cierto no tomar en serio cuestiones que tienen que ver con tu sexualidad. ¿Es una provocación?

—Es raro porque yo no trato de meter mi sexualidad en lo que hago. Si bien se mete en el medio porque inevitablemente es algo que es parte de uno, las letras siempre las escribo casi sin género, como por ejemplo el tema “Sos tan fácil”, que podría ser cantado por una chica y no tendría que cambiarle las palabras, o “Mamarracho”, que también podría haber sido “Mamarra- cha”, aunque hubiera sido entendida como para una travesti, no sé, es una palabra muy marica. Las letras que hago no tienen una definición tan obvia de género. Me gustan muchos artistas que escriben así. Lo que sí tiene que ver con mis letras es cagarme un poco de risa de eso y ahí es donde se empieza a meter un poco más la referencia a cosas de la comunidad osuna, por ejemplo, o a diferentes fetiches. Fue algo que apareció solo y me lo tomé con humor, tampoco es todo tan en serio. Pero hay gente a la que le resulta chocante.

Más de uno te habrá odiado.

—Sí, alguna puteada escucho, no tanto en vivo. Capaz que al principio te miran como de costado pero después, en definitiva, es música para bailar. Me puse re-Mickey Vainilla: “no sé qué le ven, es música para divertirse, es pop” (risas).

¿Por tomar tantas cosas del ambiente en joda te han catalogado de prejuicioso?

—Muchas veces. Me lo han dicho por el look. Por ser rapado, usar pantalón militar y campera aviadora me han dicho skinhead. Muchos pensaban que era nazi sabiendo que soy gay. Eso es algo contradictorio. Allá ellos. Y por mis letras también, pero no están basadas en prejuicios sino en vivencias. Tienen una mirada crítica. Prejuicio es cuando mandás sin saber.

¿Y tu cuerpo qué parte juega en lo que hacés? Tu vestuario habitualmente es únicamente una zunga...

—En el fondo no me importa eso, porque parto de la sobreexposición de mi corporalidad para que se anule por la misma sobreexposición. En definitiva la idea es un poco exorcizarla, mostrarla abiertamente para demostrar que es algo normal, algo más y que no tiene por qué generar un ruido que empañe otra cosa. Si mi cuerpo te va a llamar la atención de todos modos, pues miralo hasta cansarte y mirá también lo otro. Un poco también lo hago para escandalizar, como estrategia de marketing. Pero de verdad, el único marketing en el que pienso es que me gusta mostrar todas mis facetas. Y es que tengo un tipo y una rutina de vida que me lleva a tener este cuerpo y a la vez lo mezclo con la parte musical.

¿Especulás con la posibilidad de calentar a la gente?

—El morbo del otro lo manejo en la misma dirección. Y si hay gente que se queda con la parte calenturienta, se queda con sólo una parte y contra eso no puedo hacer nada. Son consecuencias, después puede ser algo más, pero tampoco le pongo las fichas a eso, en un principio es transformar el preconcepto de la musculoca.

Hay una tendencia hacia lo trash...

—Sí, a trashear la situación, volverlo todo más trash, el concepto es ése: hacerlo explotar y amortizar la inversión de tiempo y dedicación. Si salgo todo tapado no estoy amortizando. En realidad, lo que importa es la actitud.

¿El doble juego es hacer lo que querés y divertirte transformando lo que la gente espera de vos?

—Lo que la gente piensa de mí no me importa. Lo que la gente espera puede ser algo muy boludo en términos de compartimentos. Un amigo me planteó una vuelta: “Vos por tu look tenés que hacer industrial, o leather totalmente tapado, o disco totalmente outing, totalmente fuera del closet”. Y yo digo que no. ¿Por qué tengo que hacer o Palacio Alsina o Requiem, cuando el lugar del que yo vengo es de una mezcla de las dos cosas? Y más, agregale Angel´s, agregale Contramano. ¿Por qué tiene que ser todo tan cuadrado? Si en definitiva yo me la paso escuchando industrial, ítalo disco, punk y tantas otras cosas que me gustan, ¿por qué tengo que agarrar y meterme en un palo? Lo que busco es juntar todas esas cosas porque me parece que en definitiva nada es tan distinto. Acá se generan palos de cosas cuando, en realidad, podría estar todo mucho más junto y conviviendo.

¿Sentís que hay cierta cosa dogmática en la música?

—Sí, del tipo “esto es serio, esto no”. A mí me embola mucho esta época. No pasa lo que pasaba en los ’90 que podía haber un lugar como la Age, donde se juntaban hardcores, punks, gays y travestis todos en un mismo lugar. Es como que hoy en día está todo muy compartimentalizado, como te decía antes. Tenés los darks, los osos, los rockeros y los rockeros no van a pisar una fiesta que es más marginal o extraña porque dicen: “Ay no, ahí te rompen el culo”. Yo noto que en el under las bandas se definen mucho hacia un lado y la realidad es que a mí no me interesa eso, me parece que estás copiando una cosa de otro lado. A mí lo que me interesa es fusionar, fusiono las cosas que me gustan, y ahí entra el tema de la corporalidad, fusiono electro clash, ítalo disco y lenguaje soez con letras cuyo mensaje puede ser más o menos evidente y todo eso lo combino con la corporalidad. Va por ese lado.

Y con respecto al ambiente gay ¿sentís lo mismo?

—También, a full. Pareciera que fuéramos para atrás, no sé por qué. Vivimos en una ciudad tan cosmopolita y terminamos teniendo más prejuicios que qué sé yo. En ese sentido, me divierten mucho más cosas como las que me pasaron en el interior, cuando me fui de gira. En Rosario, por ejemplo, toqué en un boliche que se llamaba Gótika y estaba toda la ciudad metida en ese lugar. Había una diversidad que era muy divertida de ver. De todas formas mi idea es desestructurar lo musical y lo estético. Así generás contradicciones y tocás las fibras de alguien que se sensibiliza y por ahí te ataca. Pero yo no me puedo hacer cargo de los demás. Mi idea es descontracturarlo todo. Y es que el mundo está así, como que somos todos gayfriendly pero a la vez somos todos mataputos. No tiene que estar todo en compartimentos: yo soy serio, él es raro, etcétera.

¿Sentís que estás trabajando para ser una estrella pop? ¿De dónde vienen las resistencias?

—Las resistencias pueden venir de cualquier lado, y los ataques también. El que me parece más “normal” es si no te gusta cómo canto, los más incongruentes son los que se basan en lo corporal, son los más segregadores. La idea de lo que tiene que ser un popstar está tan metida en la cabeza que lo que escapa de eso es algo raro o que está mal. Eso es triste. ¿Por qué tiene todo que ser así? Es muy triste que pase eso en esta época. Igual soy muy enroscado, o sea, armo todo ese concepto y después lo cuestiono. A veces me pregunto: ¿no será demasiado todo esto? ¿Adónde me llevará?

¿Y qué te contestás?

—Que me tiene que llevar a lo que estoy buscando. Y lo único que busco a nivel futuro es no tener que trabajar de otra cosa. Si me planteo cosas como metas más personales o artísticas, me deprimo. Cosas tipo ser feliz. ¿Esto me va a llevar a ser feliz? ¿Ponerme en zunga me hace feliz? Es una respuesta que podría dar cualquier madre: “Sí, nene, si te hace feliz, hacelo” (risas). No sé si a los 40 voy a seguir haciendo esto. Ahora que me lo preguntás, lo estoy pensando. Surgen demasiadas preguntas y creo que me deprimiría respondérmelas. Capaz que me convierto en Madonna.

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