En el marco del Festival de Cine Glttbi Diversa, se proyectaron dos películas de Yair Hochner. Dos puntos aparentemente opuestos de un coherente proyecto estético.
› Por Paula Jiménez
En Good Boys (su ópera prima) apuesta a un cine que él define “realista” y que apunta al ámbito del comercio sexual. Escenas de donde el sometimiento, la tiranía sexual, el abandono y la carencia afectiva van creando un clima tortuoso. Hochner parece sugerir que nadie sale ileso de este submundo cruento, aunque de vez en cuando también se gesten lazos vitales que les permiten a las siempre víctimas sobrellevar esa forma extrema de subsistencia. Para sus protagonistas, el amor sobreviene inesperadamente; pero, sin embargo, esta fuerza que en tanta literatura y tanto cine (de sello hétero) consigue vencer cualquier obstáculo que se le imponga aquí no logra siquiera ser manifestada con claridad por quienes la experimentan. Dos taxi boys se relacionan sexualmente a pedido de un cliente y este encuentro les abre las puertas a una emoción negada hasta el momento. Uno de ellos pretende convencerse de que el amor no existe; aunque, finalmente, termina confesándose pendiente del muchacho que ha conocido la noche anterior. Es, quizás, esta negación forzada y autoimpuesta del amor la que parece haberle hecho posible a este personaje elegir ese modo de vida, y en cuanto su creencia se descubre irreal comienza a buscar desesperadamente una “estructura” afectiva, cualquiera sea, de la cual asirse. Claro que son intentos destinados al fracaso. Con un estilo narrativo austero e informativo, y aunque es indiscutible que se trata de una ficción, Good Boys guarda un objetivo documental, o una ilusión documental. Muy distinto es el caso de Antarctica, una ficción con todas las de la ley que se compone de una serie de historias concatenadas que confluyen en un final “cósmico” (la espera de unos extraterrestres) y, para algunos de sus personajes, feliz. Aquí el amor es el indudable protagonista: se cree en él, aunque en el último minuto del film se formula una afirmación sobre su existencia que incluye en sí, of course, el desbarrancamiento de una duda (si afirmamos que algo existe es porque en algún momento no estuvimos tan convencidos). Sin embargo, la pregunta que en esta película se desliza no lo pone en cuestión a él sino a sus actores: existe, sí, ¿pero con quién? La oferta es grande y hay muchos hombres dispuestos a conocer a otros, de modo que la pista de “lo verdadero” parece ir extraviándose en el infinito mapa de posibilidades. Es notorio que la única historia donde el sentimiento amoroso aparece más clara y “seriamente” es en la de las dos lesbianas (que, oh casualmente, a diferencia del resto, no tienen sexo en toda la película), como si el hecho de sostener una relación duradera resultara más difícil para el género masculino. En clave de comedia, liviana y diametralmente opuesta a Good Boys, Hochner cuenta la entretenida Antarctica, su último film, estrenado para el público de Buenos Aires.
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