Vie 09.07.2010
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El odio que no se atreve a decir su nombre

› Por Mario Pecheny *

Hoy es inaceptable defender la quema de brujas y homosexuales en la hoguera, la inferioridad femenina, el genocidio de los judíos, la esclavitud de los negros o el apartheid. Por supuesto que podrían encontrarse datos y pensarse argumentos denigratorios para las mujeres, los judíos y los negros, y hasta comentarlos por lo bajo o no tan bajo. Pero una institución como el Senado no se atrevería a recibir 177 páginas escritas como parte del enriquecimiento de sus debates. Diría: por más que exhiban profusión de datos y presenten argumentos, están basados en el odio, y esto es inaceptable.

Sin embargo, el Senado recibió un texto de la Universidad Austral, que publicó en junio de 2010 bajo el título de “Matrimonio homosexual y adopción por parejas del mismo sexo”. Un texto de 177 páginas, cuyo subtítulo afirma que es un “Informe de estudios científicos y jurídicos y experiencia en otros países”. Pero no, no es un informe científico. Son 177 páginas que explican por qué hay vidas condenadas a ser menos dignas que otras.

El documento da prueba de un lenguaje de buena conciencia a tono con los tiempos: “En este documento no se discute la forma de la vida privada de las parejas del mismo sexo y, menos aún, de las personas de orientación homosexual, sino el tratamiento jurídico, la definición y los alcances de la institución matrimonial y de la adopción que rigen y regirán para todos los argentinos. Se da por sentado que toda discriminación es una injusticia grave, que debe ser rechazada. Aún más: las personas homosexuales merecen el respeto de su dignidad y libertad, y una preocupación sincera por su felicidad”.

El informe brinda datos y argumentos para justificar un orden ex profeso discriminatorio: “El matrimonio entre personas del mismo sexo [...] se contrapone abiertamente a los presupuestos biológicos y antropológicos del matrimonio. La convivencia entre personas del mismo sexo no es lo mismo que la vida conyugal, porque no puede realizar la especial complementariedad de personas, física y psíquica, que implica un matrimonio. Por esto, y siendo indispensables e inigualables las funciones y la contribución que realizan las instituciones del matrimonio y la familia a la sociedad, existe un interés público relevante en preservarlas; y por eso extender sus estatutos y los beneficios que les corresponden a otras uniones, como las de personas del mismo sexo, implicaría una seria discriminación y un perjuicio grave e irreparable a los esposos, a los menores, a las familias y, en definitiva, a todo el pueblo argentino. Por ello, la diferenciación es justa, porque nadie tiene el derecho constitucional a que una relación no matrimonial sea considerada un matrimonio. En este ámbito, distinguir no es discriminar sino hacer justicia a la realidad, ya que es tan injusto tratar distinto a los iguales como tratar iguales a los distintos”.

Toda la argumentación parte de este supuesto: a las mujeres y a los varones homosexuales, a las parejas del mismo sexo (y a sus hijos e hijas, a sus familias, a sus seres queridos), no hay que tratarlos como iguales porque son distintos. No distintos a secas, sino menos naturales, menos sanos, menos morales, menos dignos y menos ciudadanos.

El hecho de reconocer las relaciones de amor y convivencia entre dos mujeres o entre dos varones como importantes sería un perjuicio grave e irreparable a los esposos, a los menores, a las familias y al pueblo argentino. Aun cuando haya preocupación sincera por la felicidad de las mujeres y varones homosexuales, mejor sacrificar la felicidad de unos pocos por el perjuicio grave e irreparable al pueblo todo. Hannah Arendt decía que previo al exterminio físico viene la afirmación de que hay individuos pertenecientes a determinadas categorías de población, que se vuelven superfluos. Superfluos porque son sacrificables, o sacrificables porque son superfluos.

Las instituciones democráticas y quienes representan al pueblo no pueden basarse en el odio o perpetuarlo en nombre de minorías o de mayorías. Al discutirse la ley de matrimonio, estamos hablando del respeto de los derechos sobre la base de la igualdad entre iguales, de ciudadanía democrática, de libertad y de justicia social.

El debate sobre matrimonio es cuestión de reconocer sin hipocresía la multiplicidad de formas de vivir, quererse y relacionarse. No es cuestión de datos y argumentos de apariencia científica que se exhiben para esconder un odio que no se atreve a decir su nombre.

* Investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas. Profesor titular de la Universidad de Buenos Aires.

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