› Por Ernesto Meccia
Hace pocos días terminé de escribir un libro sobre sociología de la homosexualidad y la gaycidad. Hace tres años que, de una manera bastante ritualizada, leo SOY. De hecho, el viernes es el único día de la semana que viene a casa el muchacho que vende diarios.
Para escribir el libro leí muchos libros, pero también vinieron permanentemente a mi cabeza muchas ideas que provenían de SOY. La cantidad de temas relacionados con el mundo LGTBI que se trataron en sus páginas a lo largo de estos tres años es –literalmente– inconmensurable. Cuando no lograba afinar una idea o cuando un libro no me daba una referencia actual sobre un tema hacía siempre el mismo ejercicio: empezaba a repasar las tapas (algunas hermosas) y los índices de SOY y casi siempre encontraba algo. Con el tiempo, me fui acostumbrando a ser tanto ratón de biblioteca como agitador del mouse; linda mezcla para hacer gimnasia intelectual.
Sin embargo, muchos de mis alumn@s –en especial l@s más jóvenes– no hacen lo mismo. Ell@s ejercitan a diario una venganza contra el formato clásico de adquisición de información. Sin dudas que tendrán sus motivos. Tal vez varios de los autores clásicos de la sexualidad no escriban bien, o escriban con mucho floripondio (me viene al balero “Otro”, así, con mayúscula), cuando lo que quieren l@s pib@s es ir al grano. Entonces me hablan del Foucault que salió en SOY, o del reportaje a Judith Butler que –créanme– batió records de consumo juvenil letrado, o de Manuel Puig, o de la despatologización de la transexualidad, o de Juan José Sebreli que gracias a SOY les cayó simpático a pesar de las serias advertencias que escucharon por los pasillos de la facultad y –obviamente– me hablan de mí que para ellos, a esta altura de los tres años, ya no soy ni sociólogo, ni publiqué libros, ni investigo, ni na de na: para ellos, yo soy de SOY... y nada más.
Lo increíble es que cuando me entregan una monografía (si es que se acuerdan que se deben citar las fuentes) aparece SOY citado tantas veces como los autores consagrados. Y he leído más de una monografía basada exclusivamente en los artículos de SOY. Entonces me río mucho... aunque hago frente a la situación. Si no lo hiciera me destituiría como el profesor que ven en mí. ¿Quién soy yo para privar a nadie de sus fantasías? Les digo que estar en la facultad genera reglas propias de argumentación y que la misma siempre debe referenciarse en los libros que, en su conjunto, conforman el acervo de conocimiento objetivado imprescindible de las Ciencias Sociales. Naturalmente, no es que se tenga que quitar valor a las fuentes periodísticas, pero los libros son los libros.
Justamente es por el mismo motivo que cada vez que me encuentro con Liliana le sugiero que tendría que pensar la posibilidad de comenzar a juntar los números de SOY y publicarlos en el sacrosanto formato de libro; así l@s chic@s pueden darse el gusto y yo quedarme tranquilo de que las cosas se hacen como Dios manda.
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