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Viernes, 6 de septiembre de 2013

Activismo empieza con A

María Eugenia Martí es activista asexual, miembro del Programa Universitario de Diversidad Sexual de Rosario, profesora de Letras promiscua, pero en sus estudios: investiga en los campos de la lírica erótica, la comedia latina, género y políticas lingüísticas.

¿Qué es la asexualidad?

–Básicamente se relaciona con la ausencia de prácticas sexuales. Va desde la carencia absoluta de atracción sexual hasta formas varias de deseo que pueden no concretarse necesariamente en actos físicos, pero que no implican tampoco la inhibición o represión de las relaciones emocionales. Puede haber orientación romántica sin que haya deseo sexual. Existen otras formas de afectividad posibles. No creo que pueda existir una definición singular en cualquier formulación que implique al cuerpo, al deseo y desemboque en alguna forma de posición identitaria. La asexualidad está atravesada, justamente, por distintas gradaciones, variaciones y fugas que demuestran esa complejidad y movilidad. Tal vez lo más importante sea cierta negación a tomar como imperativo categórico la necesidad del sexo como aquello que hace a la vida “sana”.

A veces me resulta difícil entender la asexualidad porque no sé bien qué sexualidad es la que no se pone en juego. ¿Cómo es el deseo de una persona asexual? Además, ¿hay franela? ¿Caricias?

–Las formas de contacto o intercambio corporal posibles para las personas asexuales dependen de cada caso. No hay reglas universales. La afectividad siempre está presente, como puede estarlo el amor. Hay personas asexuales que forman pareja. Yo no tengo más que amores imaginarios. No puedo hablar por todos los asexuales, pero para mí el deseo opera de manera potencial. Una respuesta común a mi asexualidad es “no sabés lo que te perdés”. Sí lo sé. Alguna vez tuve una vida sexual. Pero me convertí en “Bartebly de la sexualidad”. No pasa por desconocimiento o incapacidad de placer. Pasa porque “preferiría no hacerlo”.

Pensaba también en el caso de mujeres jóvenes cuya asexualidad puede estar bien vista hasta que maduran y la obligatoriedad sexual y el imperativo reproductivo las acorrala. Pensaba en las tradicionales figuras de las personas célibes, solteronas, las frígidas, de los eunucos o castrados.

–Algunas de las denominaciones que mencionás refieren a constructos discursivos sociales, hasta cierto punto “monstruosos”, que operan como trasfondo de la concepción patologizante y discriminatoria de la asexualidad. Se trata de personajes que, por infringir los imperativos de una sexualidad reproductiva, normalizada y normativa, se entienden como fallos del sistema. Estos personajes son constructos discursivos, seres abyectos producidos por las concepciones cotidianas. Particularmente se asocia muchas veces a los sujetos femeninos no sexuales con las “mal cogidas”, las “frígidas”, las “histéricas”, denominaciones que responden a una estigmatización de la sexualidad femenina. Por no estar sujetas a prácticas sexuales productivas, se las considera una categoría inferior de sujetos.

¿Por qué te parece relevante que la asexualidad se reconozca como una identidad sexual? Vos mencionabas las marchas del orgullo en Los Angeles y NY, que ubican la A dentro de los largos etcéteras que acompañan la sigla. ¿En dónde radica la insistencia de estar incluidos? ¿Cuáles son los reclamos que se comparten con la comunidad?

–Todo reclamo de reconocimiento tiene que ver con un intento de construir una forma de legibilidad y legitimidad social que permita emerger del silenciamiento. En mi caso personal, la experiencia cotidiana de decirme asexual se relaciona con la irrealidad. La reacción invariable que obtengo cada vez que me pronuncio asexual es de incredulidad. Por eso suelo tratar de explicarlo mediante una equivalencia: andar por la vida diciendo “soy asexual” se siente como ir por la vida diciendo “soy un unicornio”. La asexualidad produce extrañamiento incluso para las personas que se identifican con sexualidades disidentes y están ajenas al discurso heteronormativo. Creo que pasa porque la ausencia de sexo en la vida de las personas suele ser adjudicada a diversas formas de una supuesta “represión”, explicada a partir de difusas razones patológicas o entendida simplemente como falla relacional. El problema tal vez sea que con la A se trata de una autoafirmación negativa, de un esfuerzo por visibilizar una ausencia.

¿La ausencia de sexo entendido como la pluma con la que se dibujan los casilleros?

–Las comunidades asexuales sólo tienen historia reciente, hasta donde sé, y su accionar apunta a romper el vacío y el silencio desde el cual se suele habitar la asexualidad, y a contrarrestar los discursos que la describen como enfermedad o deficiencia. Se asocian a otros movimientos de diversidad, creo, por constituirse como disidencia sexual. De todas maneras, pienso que es importante también tener en cuenta que la asexualidad reviste otra potencialidad política fundamental, ya que se puede plantear como forma de habitar el mundo que es resistente a las clasificaciones definitivas, que constantemente cuestiona las categorías inamovibles y absolutas de lo humano y que, al mismo tiempo, pone en evidencia las construcciones discursivas que crean al sexo como absoluto esencial de nuestra existencia.

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