Vie 29.11.2013
soy

Todos los homosexuales son hermosos

Abraza a tu muchacho sin dejar el fusil: la experiencia de la revista Somos, uno de los legados del FLH.

› Por Adrián Melo

Entre fines de 1973 y enero de 1976, el Frente publicó de manera clandestina un total de ocho números de una revista a la que llamó Somos. Distribuida de mano en mano en tirajes de aproximadamente quinientos ejemplares, fue la primera publicación en América latina que reivindicaba la homosexualidad como categoría revolucionaria contra la opresión de la burguesía y afirmaba sin ambages que todos los homosexuales son hermosos.

Cuenta la leyenda que todo comenzó el 1º de noviembre de 1968 en un conventillo de un suburbio de Buenos Aires. Allí se reunieron un grupo de trabajadores y de jóvenes homosexuales de sectores populares liderados por un dirigente sindical y ex militante comunista, Héctor Anabitarte, y formaron Nuestro Mundo, grupo pionero en la Argentina en reivindicar la liberación homosexual. En agosto de 1971, Nuestro Mundo abrió sus puertas a intelectuales tales como Juan José Sebreli, Manuel Puig, Blas Matamoro, Néstor Perlongher y Juan José Hernández, entre otros, que, inspirados en el Gay Power americano y en otras organizaciones de liberación homosexual que surgían en aquellos años en diversos países, decidieron constituir el Frente de Liberación Homosexual de la Argentina. Adoptaron como emblema el triángulo rosa invertido con el que se distinguía a los homosexuales en los campos de concentración nazis y, al calor de las luchas y los sueños revolucionarios de los años ’60, emprendieron la tarea de concientizar a la sociedad por el camino de la liberación sexual y la revolución social. Es con este fin que elaboraron primero el documento “Sexo y revolución”, y que hacia fines de 1973 comienza a publicar la revista Somos.

Son años de radicalización política y de luchas por los derechos de las minorías sexuales que habían germinado y estallado hacia fines de la década anterior. Así encontramos en la revista Somos ciertas ideas y tópicos recurrentes que forman parte, sin duda, del aire de su tiempo: la idea de que la liberación social debe ir necesariamente de la mano de la liberación sexual y de que no es posible la una sin la otra (ya lo decían las paredes de París: “Cuanto más hago la revolución, más ganas tengo de hacer el amor. Cuanto más hago el amor, más ganas tengo de hacer la revolución”); la idea de que el deseo sexual y la homosexualidad constituyen categorías subversivas que se oponen a instituciones burguesas; y la idea de que la liberación de los sentidos es un medio de escapar al trabajo alienado y a la explotación laboral.

Una nueva sciencia sexualis

La revista Somos incluía, a grandes rasgos: informes periodísticos; relatos y artículos de denuncia respecto de la represión y de la cruda realidad que sufrían los homosexuales en las calles y en las comisarías; ensayos con pretensión científica que reivindicaban la homosexualidad como un fenómeno natural, transhistórico y revolucionario; escaso espacio para textos de activistas lesbianas; manifiestos y slogans que expresaban el repudio ante las razzias y los edictos policiales; y poesías que celebraban el deseo y los amores de gays y lesbianas.

Se encuentran en sus páginas numerosas notas referidas a homosexuales asesinados o detenidos por la policía, así como historias de suicidios, maltratos y traiciones en contextos nacionales e internacionales. Para citar sólo un ejemplo: en el Nº 2 de enero de 1974 se denuncia una ola de violaciones y de masacre de homosexuales en Chile, a la vez que se repudia el golpe militar de Pinochet: “En el jardín del fascismo, no cabe ninguna duda, crece sólo la flor de la muerte, del terror. Los homosexuales somos subversivos, sí: amamos la vida, desarrollamos la imaginación, detestamos el autoritarismo, creemos en la solidaridad humana, deseamos un sistema fundado en la libertad, pues es el único que nos respetaría, rechazamos el ‘orden’ porque es sinónimo de opresión. El pinochetismo es un mar de gusanos ciegos en perfecto orden”.

Manifiestos tales como “Libertad a los homosexuales presos y a todos los detenidos por causas políticas e ideológicas”, “Derogación de edictos policiales antihomosexuales y de toda legislación represiva”, eran firmados por la el FLH a continuación de un slogan que se constituiría en clásico para el grupo: “Por la unidad de los oprimidos. Amar y vivir libremente en un país liberado”. Asimismo se denunciaba la censura a ciertas obras artísticas tales como The Buenos Aires Affair, de Manuel Puig, o La boca de la ballena, de Héctor Díaz Lastra.

No exenta de humor, la revista publicó también en su Nº 2 un test de inmoralidad que incluía items tales como “¿Se ha masturbado alguna vez después de los dos años?” o “¿Conoce el significado de las siguientes palabras: yirar, besos negros, sesenta y nueve, chongo?”, como pruebas contundentes para saber de qué lado de la moralidad se está. Y consejos con ribetes tragicómicos para épocas difíciles tales como instrucciones para actuar en caso de ser detenido en la calle o ante alguna de las frecuentes razzias en los lugares de encuentro, e incluso cómo actuar ante la tenebrosa prueba médica para comprobar la existencia o no de dilatación anal (“Debe evitar agacharse espontáneamente durante la prueba, pues en eso consiste, para la absurda medicina forense, la presunción”).

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