› Por Lohana Berkins
En una primera etapa de activismo, nuestra identidad era una cuestión medular a discutir tanto dentro de la propia comunidad como en toda la sociedad. Pudimos avanzar y contaminar a la academia, a otros espacios de militancia y organizaciones, instalando el tema de nuestra identidad propia. Y también nos fuimos dando cuenta de que había otro problema tan crucial como ése, que era el empleo. Por esa época, las compañeras con trabajo se contaban con los dedos de la mano. La sociedad no ha empezado todavía a vernos como fuerza productiva sino como prostitutas. Y hablo de la importancia que el trabajo tiene no sólo en sentido económico sino como un modo de organización de la vida. El desafío hoy es que se logre ver al cuerpo de las travestis en otras instancias cotidianas, más allá de los acostumbrados sitios prostibularios. Lo que primero se nos ocurrió fue formar emprendimientos para cuestionar esa imagen del marxismo ortodoxo del hombre con mameluco asociado al trabajo: nosotras seríamos trabajadoras divinas con tacos, pelucas blondas o multicolor. ¡Y lo desestabilizador que era eso en aquellos años! Después de la Ley de Identidad de Género, surge esta instancia de lucha de la cooperativa aliada con la capacitación. El trabajo no sólo da de comer sino que devuelve la autoestima, la dignidad. Este 1º de Mayo nos sentimos parte de un engranaje no sólo cultural en términos de trabajo sino en términos de derechos reales. Derechos que no son concedidos al modo judeocristiano sino restituidos. Nosotras no somos como un desocupado, que tuvo un trabajo y lo perdió. Nunca habíamos accedido a un trabajo formal ni informal. Nos fuimos encontrando no sólo con instituciones que empezaban a recapacitar en estos puntos sino con un Estado receptivo a estas demandas. Parafraseando a Michelle Bachelet, diría que cuando una trava entra al Estado, se beneficia esa trava; pero cuando muchas travas entran al Estado, se beneficia toda la sociedad. Se ha hecho mucho hasta ahora, pero obviamente es insuficiente, todavía la mayoría de nosotras no ve más horizonte de vida que la prostitución. No hemos entrado masivamente al mundo del trabajo. Y no es sólo el Estado el que debe dar respuestas. El trabajo privado es aquí el gran ausente, ya que sólo puede ver en nosotras consumidoras. La industria de la TV y los medios hacen un abuso descarado del travestismo. ¿Y si en vez de eso emplearan a las compañeras?
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