BDSM ILUSTRADO
› Por Pablo Pérez
Hace una semana recibí en Recon un mensaje de Baco: “Qué ganas de que algún día me agarres duro y guarro”. “¿Duro y guarro como para hacer qué?”, le pregunto. “Dildos fist tetillas meo vela”, me contesta. Las fotos son tentadoras y además lo conozco de la noche leather: es alto, de buen lomo, peludo, muy lindo de cara...
Está para decirle que sí, pero la lista de prácticas no me convence: me parece divertido el juego con dildos, pero yo no tengo y él tampoco; el fist o sexo a puño, me aburre, no me lo banco como pasivo, ni tampoco como activo porque a mi entender da mucho trabajo, sobre todo con un tipo “duro” de merca, que por lo general resulta “blando” e insaciablemente profundo; la lluvia dorada (meo) no me apasiona; el juego con cera de velas es lindo, pero me da paja raspar y juntar los restos. De su propuesta, lo que más me interesa es el estímulo, suave o extremo, en las tetillas, pero eso solo no creo que justifique una sesión.
“Duro (o vicio) y guarro” es una combinación que aparece en una importante cantidad de perfiles, como si para zarparse más fuera necesario estar muy drogado. La preferencia de este grupo por el fist fucking y los juguetes, se justifica además, porque después de tomar mucha cocaína es difícil conseguir una erección.
La palabra “guarro”, frecuente en el español peninsular, se usa cada vez más en Argentina cuando se trata de prácticas sexuales sucias, creo que porque la palabra “guarro” suena un poco más viril que sucio y, por qué no, más musical. Algunos prefieren la versión en inglés “pig” (cerdo) o “pigslave” (cerdo esclavo).
En un recorrido Manhunt y Recon, encuentro varios. A modo de ejemplo va uno de España y uno local. Versión española (léase con el acento correspondiente): “Culazo morboso y guarrete. Busco tío cerdete que no se duxe [sic] y le huelan desde los sobacos hasta los pies”. Versión rioplatense: “Sucio. Lo que más me calienta es el olor a todo, chivo incluido”.
En el sexo guarro, además de los olores y las lluvias, cuentan las escupidas, intercambio de fluidos y el sexo escatológico, que ya es en sí un tipo de práctica con sus propios códigos.
Tuve la oportunidad de asistir al “enguarrecimiento” de un amigo. Del sexo vainilla pasó al sadomasoquismo y de ahí al sexo sucio. Una de sus prácticas extremas es el intercambio de fluidos. Esta última práctica, sobre todo, traspasa el límite entre el sexo sin riesgo y el bareback.
En cuanto a Baco, el grandote peludo del comienzo que disparó todas estas reflexiones, terminé contestándole “no es lo mío, tal vez en una noche de calentura me prenda, si es en tu lugar”. Esto último más que nada para no tener que limpiar después los restos de cera de vela y el meo.
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