Viernes, 12 de septiembre de 2014 | Hoy
Por Pablo Gasol
Descubrí mi vocación docente sin querer, jugando desde chiquita. Mi paso por la escuela fue muy amoroso y contenedor, en discordancia con lo que pasaba en mi casa y con lo que cuentan otras personas trans en relación con su historia educativa. En la escuela yo sentía que podía jugar con mayor libertad y mostrar algo más cercano a mi identidad, aun con las restricciones que se imponían en la institución. Yo soñaba con poder escribir mi nombre en los bordes de los lapicitos de colores y en las etiquetas de los cuadernos. Transitaba ese juego en silencio porque jugar a la maestra vestida de varón o vestirme como nena para hacerlo era algo que se censuraba. Tengo el recuerdo de jugar a ser maestra en casa, medio escondida. Yo era una maestra particular, muy distinta de la maestra Chela Bacacay. Siempre estaba contenta y me acordaba los nombres de todos los estudiantes. Cuando crecí, fui redescubriendo el amor por enseñar y compartir conocimiento en un plano que ya no era el de la fantasía. De cada clase que he dado en la Mocha (porque a mí me encanta subrayar ese “la” de “escuela”) siempre me he ido completa y pipona, después de haber aprendido mucho y de haberme abierto al otrx. La única manera de abrirse al otro es reconocerlo, impregnarse del otro y verlo en su costado más genuino. Llegué a la Mocha siendo una piojita a cargo de un aula. Daba la materia Arte y Cuerpo. Estuve en un momento de gesta, que fue un caos porque muchos deseos provenientes de muchos cuerpos diversos teníamos ideas distintas de lo que la Mocha tenía que ser. Hoy creo que hemos conseguido una parte importante de lo que buscábamos: que aparezca la particularidad de la mirada trans y atraviese la escuela. No porque la mirada trans sea mejor que otras miradas sino porque tiene el poder de entender la diversidad y la inclusión como hermosas formas de enfrentarse a las cosas. La Mocha empezó como un grupo muy reducido de identidades trans y hoy somos un sinfín de personas con distintas construcciones identitarias, clases sociales, etcétera. Hubo muchísima lucha para llegar acá. Hoy soy secretaria académica y tengo un rol directivo junto a Francisco Quiñones Cuartas. El día que fui elegida con ese cargo por mis compañerxs, me dijeron: “Vida, queremos que seas nuestra referente trans en la escuela”. Es mucha responsabilidad cargar con la palabra “referente”. Dije: “Opa, envejecí”. Pero me emociona saber que hemos logrado parte de los objetivos: esta escuela hoy bien podría ser inspiradora para todo el sistema educativo. Creo que las voces que aparecen en esta nota son un ejemplo de estos logros: las experiencias son contadas en primera persona, con nuestras propias marcas, sin que nadie nos tome la palabra. l
Vida Morant. Secretaria académica.
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