El hobby o el fetiche, porque acá lo que calienta es usar esas máscaras, esas ropas, es verse metido ahí, en el traje de látex, tiene su precio: arrancan en 500 dólares. Ese es el precio de la "Susan" de Kerry en Maskon.com. Viene con máscara, body y tetas. La versión full-full la ofrece Femskin, la empresa de Barbie Ramos: el paquete completo, máscara, tetas, vagina –aniñadamente lampiña, se la puede tunear con el propio pelo, por ejemplo– con catéter para acomodar el pito y mear sentada como cualquier muñeca que se preste, almohadillas para rellenar curvas y todo lo necesario, cuesta 1850 dólares. Tal vez lo desaliente un poco, lector, y decida continuar con sus pelucas de Once y la mini de su mujer. Pero no se desanime. Femskin ofrece, además, planes de ahorro. Puede ir pagando de a poco, de a 20 dólares, por ejemplo. Si en algún momento cambia de planes y decide gastar esos casi dos mil dólares en otra cosa, le devuelven su dinero. Bueno, el 75 por ciento. El resto se lo cobran. Pero si se decide, debe saber que tiene opciones. Por ejemplo, étnicas: puede usted ser una mujer caucásica clara, una caucásica media, una africana, una asiática o una latina. Y de tamaño. Como cualquier traje, las opciones que ofrecen son small, medium, large y extra large. Trate de que la mujer de sus sueños quepa en esos talles y se identifique con uno de esos colores de piel. Por ahora, es lo que hay.
Lo que espeluzna es el realismo de las máscaras de Kerry y de Barbie Ramos: hay diversas clases de máscara y de female maskers, como la japonesa Sabrina, con su carita de personaje de manga, que producen un efecto simpático. Otros, como el mismo Kerry de vez en cuando, eligen encarnar, o engomarse de superheroínas de comic: esta forma de ser otro, usar una máscara, de hecho, remite bastante directamente a Batman, a su transición de millonario tímido a súper hombre justiciero. Oscar Wilde, que tiene una frase ingeniosa para cada cosa, incluso para las que no existían durante su vida, dijo "El hombre es menos sincero cuando habla por sí mismo. Denle una máscara y les dirá la verdad": eso que perturba a quienes los escucha libera a los hombres muñeca. Salir con la máscara, ser otro, no tener que sostener la mirada ajena con la propia piel, hacer resbalar esa mirada sobre otra piel, una de goma para beneficio de la auténtica, la vulnerable. De cualquier modo, aún con máscaras muy realistas, mientras se está viendo el documental del británico Channel 4, cuando las chicas van a bailar, el espectador ya está con ellas, les tiene cariño y quiere que las reciban bien. Así sucede, se las ve altísimas, coloridas, brillantes, curvilíneas y plásticas embocándose las pajitas adentro de la boca para tomar sus tragos mientras los bailarines las rodean y se sacan selfies con ellas.
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