Viernes, 26 de junio de 2015 | Hoy
El racismo es una ideología que reprime y discrimina no sólo la negritud, sino todo aspecto vinculado a una cultura, sobre todo el aspecto religioso. La pertenencia a la religión umbanda lleva consigo y redoblado el estigma, se la asocia con perversiones y se la mantiene en el ámbito de lo misterioso. Es uno de los ejemplos más evidentes del cruce existente entre raza, creencias, cultura y género. Soy conversó con practicantes de esta religión que convoca a buena parte de la población lgbtti, aunque todavía no se diga en voz alta.
Por Dani Umpi
Rodrigo Farías, vocalista de la banda uruguaya de reggae Vapaé, es mi maestro de Cábala. Durante los “breaks” de nuestras largas conversaciones fui conociendo a sus amigos, sus vecinos y su particular situación dentro de la Umbanda. Forma parte de una familia religiosa compuesta por más de dieciocho integrantes y es el único “hijo” que no es afro. Dice sentirse cada vez más libre de presentarse como umbandista dentro del barrio y el ambiente musical, sorprendido por lo “abierta que es la cabeza de las nuevas generaciones”. Pero ¿cuántos pueden escuchar los relatos de “incorporación de entidades y energía” sin fruncir el ceño o mirar de reojo? La sola mención de la palabra “Umbanda” en Argentina remite a peligro. Mariciana Zorzi, brasileña, licenciada en Turismo, se mudó a Buenos Aires por motivos laborales y al preguntar qué centro de Umbanda podría frecuentar, se encontró que el ciento por ciento de los comentarios que le daban sus compañeros y anfitriones eran negativos. Decían que “tuviera cuidado”.
Carlos Alvarez es uno de sus hermanos de religión de Farías y presidente de la agrupación afro Xango en Buenos Aires. Me reúno con él en el bar del Espacio Memoria y Derechos Humanos (ex ESMA) donde trabaja. Como buenos uruguayos, pero sin tomar mate, comentamos el creciente fenómeno de los grupos neopentecostales que se manifiestan en contra de la celebración de la Virgen Yemanyá de las playas montevideanas. Esas protestas han incorporado nuevos discursos, como el de la protección de los animales, que demonizan aún más el culto y densifican la nebulosa de prejuicios alrededor de estas prácticas.
El mismo grupo de neopentecostales significa un giro en la cuestión religiosa respecto del monopolio que solía tener la Iglesia Católica. Como afirma José Luis Pérez Guadalupe, experto en nuevos movimientos religiosos, “no sólo cambia el monopolio católico sobre la religiosidad en América latina, sino también cambia el eje central de la decisión de la religiosidad. Antes, la institución determinaba lo que debía creer cada uno. Hoy es uno el que decide en qué creer y dónde participar. Incluso en la Iglesia Católica, tú decides a qué parroquia vas, que ya no es la que ‘te toca, sino que tú eliges’”.
Yemanyá, una de las más grandes diosas de Nigeria, de Africa y de la diáspora, suele ser representada como una sirena sobre una concha, resplandeciente de belleza y alegría en los océanos. Hija del dios del mar, vive en las aguas de los mares y océanos del mundo, representando el misterio de lo profundo que envuelve a la tierra. Se caracteriza por su fuerza y su determinación, así como por su sentido de la amistad. Para simplificar lo que representa, Alvarez sugiere que “podría hacerse un sincretismo con lo que significa para algunos católicos la virgen Stella Maris, patrona de los navegantes”. Por su lado, Farías les explica a los no iniciados que “el espíritu de Yemanyá es la luna materializada en nuestro mundo a través del agua del mar como espejo; si se fuerza un paralelismo con la Virgen María católica, sería un equivalente a la María madura, después de la concepción, que ya tiene su hijo grande y el poder de haber cumplido una misión”.
En el imaginario popular, no sólo a partir de las manifestaciones neopentecostales recientes sino que, históricamente, se asocia el ritual al sacrificio de animales. Los más comunes son las gallinas, pero también se habla de sacrificios “de cuatro pies”, con cabras y corderos. ¿En qué contexto lo hacen?
Alvarez: Hay mucha ignorancia y confusión sobre el tema. Nosotros no vamos a pararnos frente a una iglesia de ellos a gritarles cosas o explicarles que hay distintos tipos de Umbanda y de ofrendas. No es lo mismo. El culto al Orishá, el Batuque, el Candomblé o el Vudú son diferentes rituales que tienen la misma matriz afro pero no es todo lo mismo. Los rituales con animales son muy específicos y se hacen “en santo”. Se los llama así haciendo referencia a su jerarquía. Si quieren hacer un sincretismo con el catolicismo, vendría a ser la figura de “el cura”. Algunos países realizan faenas porque entienden que la sangre es uno de los elementos que “fija” la energía y que “conecta” con distintos astrales. La crítica no tiene en cuenta que se trata de prácticas ancestrales que existen en el marco de sociedades interculturales y deben ser respetadas. Son paradigmas diferentes que no deben imponerse uno sobre otro.
¿Es un mito eso de que “está lleno de trans y gays”?
Alvarez: La umbanda es una religión inclusiva. En Argentina más del 60 por ciento de las personas que practican las religiones de matriz africana son lgbtti. Pienso que es importante fomentar la visibilidad, por eso ando con mis guías colgando del cuello, además de tenerlas como protección.
¿Qué son las guías?
Alvarez: Son collares que representan a mis orishás, o sea, las energías regentes y que cuidan a cada persona. Cada collar tiene un color que responde a un orishá. Es un catalizador que absorbe la energía negativa. Por eso se “limpian”. Tiene la función de protección y, a la vez, de visibilizar a los otros, mostrar quién te protege. Incluso dentro del activismo de diversidad sexual hay religiosos que llevan años en el Batuque o la Umbanda y lo ocultan. Puedan visibilizar otros aspectos de su vida, otras luchas, pero lo religioso, no. Tiene más que ver con el clasismo y el racismo que con lo religioso.
¿Sería otro closet? ¿Hay racismo incluso en los propios grupos que luchan por la inclusión?
Alvarez: Hay miedo. El activismo y la academia también son espacios con mecanismos de construcciones de jerarquías, con inclusiones y exclusiones. Por eso aliento que los que cultúan religiones con matrices afro lo visualicen. El racismo es una ideología que reprime y discrimina no sólo la negritud sino todo aspecto vinculado a nuestra cultura, como lo religioso, un aspecto importantísimo. Se continúa hablando de “magia negra”, de diablo. El demonio es una construcción cristiana. Nosotros no tenemos ese concepto, eso de que lo blanco es la luz y lo negro, lo negativo. Para nosotros, existen energías de luz diurnas y nocturnas, así como existen animales diurnos y nocturnos. No por eso son malos. Las construcciones racistas buscan alejar a las personas que quieren incluirse en estas culturas. El objetivo del racismo es denostar todo aspecto vinculado a esta cultura, fragmentarla, expulsarla, hacer creer que te es ajeno algo que, en realidad, te es propio.
Las incorporaciones de espíritus que dejan completa o parcialmente inconscientes a los médium es uno de los fenómenos que más atrae a los curiosos de las religiones mediúnicas. El concepto del cuerpo como contenedor de entidades que operan en el plano físico es fascinante y despierta toda clase de especulaciones, desde las más triviales a las filosóficamente más combativas, que ven a una persona como un espacio de transición. Farías recuerda cuando vio por primera vez a su mae incorporar el espíritu de un africano guerrero. “En su estado de trance ella no estaba. Lo que yo veía era esa entidad de cazador macho.”
Alvarez: Se puede tener una fisonomía masculina e incorporar una energía femenina. La incorporación es transgénerica y ha servido para contener muchísimo a las personas de la diversidad sexual. Pero una cosa es incorporar y otra es creer que sos esa energía. Hay malas interpretaciones pero se rescata que este tipo de religión les ha permitido a muchas personas convertirse en referentes comunitarios, corriéndol@s del lugar sexual y de prostitución socialmente asignado. Hay mucha empatía de las chicas trans con los cultos a Exu y la Pompa Gira por cuestiones de sincretismo. El Exu es el enviado de Oxalá, la primera energía que llegó a la tierra. El Exu es la luz que brilla en la noche, la energía que ilumina la oscuridad. La mala interpretación social vincula al Exu con el diablo judeocristiano.
Noelia Luna es presidenta de la organización Miser (Movimiento de Integración Sexual Etnico y Religioso). Esta mujer trans tiene una de las casas matrices de mayor renombre en el partido de La Matanza y es madre de tres hijos adoptivos: Agustín de doce años, Victoria de quince y Gastón de dieciocho. Antes de sumarse a la manifestación #niunamenos, ella y su compañera me dedican unos minutos para tomar un cafecito y ponerme al tanto de que en La Matanza hay, al menos, cincuenta casas matrices.
Luna: Por cada treinta cuadras hay cinco casas que ejercen nuestro culto sin ser templos. Corren la mesa, bailan y tocan el tambor. Como minoría, es muy grande. Parecemos pocos porque muchos templos no están inscriptos en la Secretaría de Cultos de la Nación.
Imagino que a muchos no les interesará estar regulados.
Luna: Puede ser pero tienen que hacerlo. En países como Nigeria, el babalaô (sacerdotes que tienen la función de iniciar a otros) es regularizado por un ente universitario. El que no estudia no puede llamarse sacerdote. Acá muchas veces el poder se vende y en eso tenemos culpa los pai y las mae de santos que lo permitimos. No es sólo culpa de la sociedad que nos invisibiliza.
En Argentina el camino continúa empedrado, pese al marco de promoción y ampliación de derechos que el Estado viene desarrollando desde el año 2013, cuando se instituyó el 8 de noviembre como el “Día Nacional de los y las afroargentinos/as de la Cultura Afro”. Luna se inició en el año 1982 y fundó su casa en 1990. Cinco años después se fundó la iglesia católica Nuestra Señora del Carmen en la misma manzana.
Luna: El espacio en el barrio ya lo tenía ganado pero tuve que luchar con los vecinos por cuestiones culturales. Hacíamos un batuque y nos llevaban presos. Hoy, veinticinco años después, el 2 de abril, día de San Jorge, podemos hacer una caminata para el Pai Ogun o el 13 de junio podemos hacer una kimbanda en el “crucero” (las esquinas) en honor a Exu. Lo único que no está permitido en Argentina es hacerlo en el cementerio, por culpa de las barbaridades que hicieron algunos y la falta de conocimiento popular.
Alvarez: La religión la trajeron nuestros ancestros. Es un valor que cuidamos porque es parte de nuestra tradición oral y se nos han muerto muchas de las grandes referencias religiosas. Hoy en día más del 90 por ciento de las personas que cultúan religiones de matriz afro son blancas y pocos templos transmiten algo de doctrina.
¿Estamos condenados a versiones “truchas”?
Luna: Si uno, como creyente, conociera las matrices africanas, se fijaría mejor en qué casa se mete.
Alvarez: Sé que es difícil cantar en yoruba o, incluso, en portugués, pero pienso que hay que saber lo que estás cantando, invocando. Tiene que haber un fundamento. Es como cuando dicen “la piedra dorada” en vez de “piedra furada” y no saben que se invoca a una entidad cuyo hábitat es una cueva, no una piedra... ¡y mucho menos dorada!
¿Circula dinero?
Hay gente que en cuatro meses se hace pai. La actitud de las personas en las ceremonias ha cambiado. Antes no se veía eso de la ropa y los zapatos de lujo. He ido a rituales de kimbanda donde estás en “la licencia” (espacio para ir a mirar sin formar parte de la ceremonia en términos de ritual) y hay referentes religiosos que te ofrecen bebidas alcohólicas como si estuvieses en un cumpleaños. Una cosa es que te convide la entidad y otra muy distinta es que te den Fresita para tomar mientras mirás. Recuerdo “pais de santo o en santo” que trabajaban con una velita y una estampita para conectar con su energía. Lo que se daba en términos de dinero tenía que ver con lo que costaba cubrir los materiales que requieren esos “trabajos” (rituales).
Lo umbanda aparece banalizado en los medios.
–En los medios el abordaje es horrible. La vedette del programa de chimentos se hace una limpieza “ao vivo” y la crónica vincula el culto de la Umbanda con el narcotráfico. ¿Eso es un religioso? Creo que no, que lo que hacen es mucho ruido y fomentan la estigmatización, que ya de por sí es enorme. Como el personaje de Olmedo, un excelente actor pero que construyó una figura del pai de santo que es imposible revertir o deconstruir. Pero tampoco hubo un movimiento religioso afro que generara cierta tensión, que lo cuestionara o, al menos, lo señalara. Estamos en un proceso, creando espacios para cuestionarnos y pensar qué prácticas religiosas se están trasmitiendo, así como me permito preguntar ¿por qué otros religiosos o laicos sostienen una institución que los discrimina? Imagínate yo, que soy negro, puto y umbandista, ¿cómo no cuestionarlo? ¡No me falta nada! Bueno, no, en realidad, lo que pienso es cuánto nos falta por desarrollar y transformar.
Luna, como mujer trans, también cree que aunque estos cultos sean inclusivos deben transformarse en cuestiones de identidad y género.
Luna: Hay muchas trans a las que los mismos religiosos las siguen llamando “pai”. ¿Cómo vas a llamar pai a una persona que la ves y es una señora? He tenido casos de discriminación en mis pares religiosos que me han dicho “venís a un batuque vestida de blanco y después te vas a la marcha mostrando las tetas”. Si salgo en bolas es porque, primero, el cuerpo me da y los años también y, segundo, porque es la forma de manifestar que tanto el Estado, como ustedes, religiosos, siempre me dejaron en nada, entonces la desnudez es mi protesta política. Que lo confundan con una belleza corporal es un problema de cada uno.
Desde la mesa del bar Luna reconoce a una amiga atravesando la calle con una pancarta. Da por concluida la entrevista y le pido que nos saquemos una selfie para enviársela a Farías en Montevideo. Optamos por un retrato más tradicional de ella y su amiga porque “la selfie te deja la cabeza toda deformada”.
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