La semana pasada, durante un acto en la Casa Blanca,Jennicet Gutiérrez, una mujer trans mexicana, alzó su voz por sus compañeras presas, indocumentadas, que sufren maltrato, abuso sexual y trato inhumano de parte de funcionarios del gobierno que Obama representa. El presidente respondió: “Estás en mi casa”. ¿De quién es la casa de las migrantes transexuales?
› Por Diana Sacayán
¿Mi casa? Jennicet Eva Gutiérrez recuerda primero sus orígenes. “He crecido en la ciudad conocida como ‘el Pueblo de Las fiestas eternas’, porque casi todo el año había celebraciones de santos, en Tuxapan, Jalisco, México. Era una comunidad unida y orgullosa de su cultura y tradición. Me vine a Estados Unidos para buscar más posibilidades, vengo de una familia muy humilde. Mi madre fue una madre soltera y con la responsabilidad de alimentar a sus nueve hijos. Las posibilidades económicas de superación eran muy escasas. Por eso, durante un período de varios años nos fuimos viniendo a EE.UU.,de a poco, ahora ya todos estamos aquí en este país, con mucho sacrificio y esfuerzo estamos tratando de superarnos.” La semana pasada, Jennicet fue invitada a la Casa Blanca para asistir a un discurso que anualmente dan los presidentes a la comunidad lgbtti en el mes de junio, el mes del orgullo. Y aprovechó esa oportunidad para reclamarle al presidente que pusiera en libertad a las personas trans actualmente recluidas en centros de detención, “y que detuviera el abuso y tortura de mis compañeras indocumentadas que actualmente viven en estos centros. Ellas están sufriendo de abuso sexual, físico, y mental. Y que ponga un alto a todas las deportaciones”.
Jennicet, que hoy tiene 29 años, vive en Los Angeles desde los 15. Allí la vida para los inmigrantes es difícil. Y todavía mucho más difícil para inmigrantes indocumentados. Así lo relata: “Las personas trans en este país sufrimos mucho la discriminación. La falta de documentos y nuestra identidad de género complican más las cosas y el gobierno no nos la hace fácil. Es difícil encontrar trabajo, tener acceso a la salud y a la educación. Yo trabajé en un hospital durante varios años pero fui despedida por controles estatales. Parece que cuanta más visibilidad vamos adquiriendo las personas inmigrantes en este país, la reacción de los políticos es aprobar leyes que tratan de hacer nuestras vidas más difíciles”.
Ante el reclamo de Jennicet, Obama reaccionó contestando que para protestar debía esperar “el lugar indicado y el momento indicado”. Sin duda, ese tipo de respuesta indica complacencia con un sistema que silencia las voces de los marginados. ¿Cuándo es el momento indicado para decirle al presidente que tus amigas están siendo violadas? ¿Debería ella haber escrito una carta formal? El escrache como método de protesta han salvado vidas en todo el mundo. En Estados Unidos particularmente no hace tanto tiempo que ACT UP usaba estos métodos –con buenos resultados– para llamar la atención de los políticos acerca de las necesidades de las personas viviendo con vih. Esta mujer trans, con ese grito de protesta, estaba pidiendo nada más y nada menos que calidad de vida y el derecho a la salud integral de sus compañeras, de la misma manera que tantas personas de nuestra comunidad vienen luchando por esos derechos desde hace décadas. Y, sin embargo, dentro de la misma comunidad lgbt de Estados Unidos Jennicet recibió desaprobación por su “estrategia”. A esas críticas Jennicet ha contestado: “Fue doloroso sentir el trato que me dio mi propia comunidad. Me han dado completamente la espalda. Yo esperaba un poco de apoyo. Sin embargo, eso me dio más fuerzas para no quedarme callada. Mi acción ha creado controversia. Mucha gente me apoya pero también muchos me han criticado. Para mí lo más importante es seguir enfocándome en las demandas que le hice al presidente”. Sobre esta falta de apoyo se ha expresado también el periodista Mathew Rodríguez en su reciente artículo sobre el tema publicado en The Advocate: “Tal vez algunos miembros de la comunidad se hayan olvidado de lo que significa gritar. Del coraje que se necesita, cuánta opresión una persona debe soportar para alzar su voz en público. Tal vez ahora que muchos pueden intercambiar anillos y decir ‘acepto’ se hayan olvidado de que todavía hay tantos miembros de nuestra comunidad preocupados por sus necesidades básicas, como el derecho a que tu cuerpo no sea ultrajado por las fuerzas de seguridad del gobierno de Estados Unidos”.
Ante el escrache Obama respondió: “Estás en mi casa”. ¿Pero de quién es la casa de Obama? La Casa Blanca es el hogar de Obama porque el pueblo norteamericano lo puso ahí. Cuando el presidente Obama le contestó a esta mujer trans que estaba en su casa, ella tranquilamente podría haberle replicado: “Sí, pero es mi casa también. Y me quiero asegurar de que le vas a hacer lugar en ella a la gente que quiero”. Dice Mathew Rodríguez: “No estoy interesado en un liderazgo que no pueda ser monitoreado por los votantes. Estoy interesado en el liderazgo que les haga frente a los desafíos, algo que yo no vi que ocurriera la semana pasada en la Casa Blanca. No esperaba que Obama le pidiera disculpas a Jennicet o le entregara el micrófono, pero sí espero que si quiere ser un aliado lgbtti no sólo sea un aliado de aquellos sectores de la comunidad que tienen la mayor cantidad de dinero y que frente a las injusticias callan”.
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