ALEMANIA > UN CIRCUITO POR PAISAJES DE CUENTO
Abetos y lagos, termas y relojes cucú forman la iconografía del denso corredor boscoso de la Selva Negra. Floreciente en verano y blanca en invierno, la región es una de las más pintorescas de Alemania. De Baden-Baden a Friburgo, un recorrido por paisajes y pueblos de cuentos de hadas.
› Por Graciela Cutuli
A la sombra de sus densos bosques, no es difícil imaginarse que podrían aparecer de pronto Caperucita y el lobo. Es que la Selva Negra –o Schwarzwald, literalmente, en alemán– es un escenario digno de cuentos, con pueblos donde todas las casas podrían ser la de Hansel y Gretel, relojes cucú que dan la hora con germánica puntualidad (estamos muy cerca de la aún más puntual Suiza), lagos y flores por doquier. En invierno se le suma al paisaje el manto blanco de la nieve, y no hace falta agregar nada para que la Selva Negra sea el escenario más romántico de Alemania, junto con los castillos de Baviera. Hasta el más negado en geografía conoce el nombre gracias a la torta regional, famosa en todo el mundo. Menos sabido es que la denominación de “Selva Negra” se debe probablemente a la oscuridad de los bosques, que impresionó a los primeros romanos instalados en la región. Si se la ve desde el aire, la Selva Negra se transforma en un corredor boscoso y montañoso que va desde el punto de confluencia entre Alemania, Suiza y Francia hasta unos 160 kilómetros hacia el norte, con un ancho que varía entre 30 y 60 kilómetros y un límite entre la parte norte (Nordschwarzwald) y central (Mittlerer Schwarzwald) marcado por el río Kinzig. Recorrer sus valles y pueblos es adentrarse en el corazón de la Alemania más tradicional, tanto en la risueña temporada estival como en invierno, cuando toda la región toma un inocultable aire navideño.
El recorrido por la Selva Negra puede empezar en cualquiera de sus “capitales extraoficinales” de Länd (región) de Baden-Württemberg: Baden-Baden, Freudenstadt o Friburgo, todas muy bien conectadas por rutas o en tren. Desde el siglo XIX, Baden-Baden es la meca del turismo termal centroeuropeo, famoso entre las testas coronadas que gustan revivir los placeres de los antiguos romanos en establecimientos como Friedrichsbad (termas de estilo romano, no aptas para pudorosos ya que las sesiones son mixtas y sin ropas) o las Termas de Caracalla, un verdadero lujo del bienestar.
Baden-Baden merece un alto en el viaje (y hay que resistir su canto de sirenas que invita a quedarse), así como una visita al espléndido casino (donde las tentaciones mueren rápidamente cuando se piensa que las apuestas son en euros...). En la otra punta, Friburgo es la puerta sur a la Selva Negra, un pueblo más tranquilo que durante largo tiempo estuvo bajo el dominio de los Habsburgo, y hoy es conocida por la catedral medieval y su ambiente universitario.
Antes de emprender el recorrido, hay que tener en cuenta que la Selva Negra es un centro turístico importante tanto en invierno como en verano, por lo que los principales lugares siempre serán muy concurridos. La ventaja es que llegan viajeros de toda Europa y es más fácil hacerse entender en inglés que en otros lugares de Alemania. Se pueden hacer numerosas excursiones en bicicleta o a pie, por senderos impecablemente señalizados, entre lagos y cascadas, pero también una de las formas ideales de adentrarse en las rutas es alquilar un auto e ir parando en los pueblos que nacen a la sombra de los bosques y la orilla de los lagos. Cuando no había autos, era el Rin la auténtica autopista de la región... Es un panorama idílico, aunque ya antes de los tiempos del cambio climático la región –lindante con zonas de fuerte desarrollo industrial– está en el centro de los reclamos ambientalistas por el peligro de las lluvias ácidas.
La Selva Negra puede dividirse en dos grandes circuitos, el del norte y el del sur. Entre Baden-Baden y Freudenstadt es posible seguir un itinerario de 70 kilómetros conocido como “Ruta panorámica de la Selva Negra”, con puntos de altura donde se divisan hasta las llanuras del Rin. La ruta empieza en Waldkirch y el monasterio de Sankt Peter, pasando por Breitnau y Hinterzarten. El lago de Mummelsee, a mitad de camino, tiene según la leyenda un malvado rey submarino que vive en las profundidades... y no sería difícil creerlo, con el aire de cuentos de hadas que se vive alrededor. Menos transitado es el lago de Wildsee, que también vale la pena conocer. Cualquiera de los pueblos puede ser un buen lugar para probar in situ la famosa torta Selva Negra, con su exquisita combinación de chocolate, crema y frutos del bosque, pero las tentaciones no terminan ahí: estamos en la famosa región de los vinos del Rin (mayormente vinos blancos), muy celebrados en varias fiestas entre septiembre y octubre, y por aquí también es famosa la tarta de cebollas (zwiebelkuchen) y el jamón de la Selva Negra. Si a eso se le suman los spätzle, una pasta típica del sur alemán, y al terminar una copa de Kirsch, el no menos famoso licor de cerezas, se habrá tenido un panorama bastante abarcativo de la gastronomía regional.
También se puede ver, de paso por la Selva Negra en ocasión de algunas de las fiestas populares, que se mantiene la tradición del traje regional: lo más vistoso es el sombrero, el Bollenhut, literalmente cargado de bolas que suelen ser de color rojo. A simple vista se adivina que algunos de esos sombreros pesan más de lo que podría soportar cualquier cabeza, pero eso no intimida a sus orgullosas portadoras, que parecen salidas de una auténtica foto del siglo XIX.
De Freudenstadt hacia el sur, hacia Friburgo, nace la Ruta de los Relojes. Los cucú, claro, uno de los iconos de la Alemania pintoresca (aunque hay no pocas discusiones sobre la atribución del invento entre alemanes y suizos). En todo caso, son omnipresentes: allí se los verá, en las fachadas de las casas y las vidrieras de los negocios, pero también en los museos temáticos de Schonach y Triberg (donde está uno de los cucú más grandes del mundo). Son uno de los recuerdos más clásicos, pero su trabajosa elaboración se corresponde también con el precio: en el traslado, además, hay que cuidar que no se dañe el delicado mecanismo del reloj, con el sistema de pesas, la ventanita con el pájaro que se asoma y el canto producido a fuelle. Por supuesto, también hay modelos adaptados a la tecnología actual, pero el encanto del auténtico cucú nacido en el siglo XVII no tiene igual. Más allá de lo turístico, la discreta industria relojera alemana en esta región abastece con piezas de precisión a sus vecinos suizos.
De paso por Triberg, hay que visitar las cataratas y el Museo de la Selva Negra al Aire Libre (el impronunciable Schwarzwälder Freilichtmuseum Vogtsbauernhöfe), donde unas veinte casas forman un minipueblo que reproduce exactamente una de las auténticas localidades de la región. La ventaja es que aquí se puede entrar en las casas y conocer con todo detalle las tradiciones locales, con duendes incluidos.
En la Selva Negra, que los romanos llamaban Marciana Silva (no por Marte, claro, sino por el derivado del antiguo alemán marka, que significaba “frontera”), son muy visitadas las pequeñas localidades de Titisee y Schluchsee, junto a los lagos del mismo nombre. En verano se puede hacer windsurf o simplemente pasearse a remo por el lago, que en invierno se congela y hasta es posible caminar por la superficie, en las zonas controladas y autorizadas. Antiguamente, el Titisee helado se usaba incluso como pista de despegue y aterrizaje de pequeños aviones.
El lago más grande de la Selva Negra es el Schluchsee, de origen glaciario, que tiene unos 5 kilómetros cuadrados y también funciona como centro deportivo y de recreación. Si es verano, es la hora del Aquapark, con piletas y juegos acuáticos; y si es invierno habrá que elegir algunos de los centros de deportes de nieve que se encuentran en la zona. No son grandes estaciones al estilo alpino, pero sí tienen lo que cualquier familia busca para la diversión de los chicos, con trineos, bajadas sencillas y también algunas buenas pistas. La principal se encuentra en el Feldberg, el pico más alto de la Selva Negra, con 1493 metros.
Finalmente, este viaje al corazón alemán puede terminar en Friburgo, o al menos en su catedral, el Münster, un edifico gótico situado en la plaza del mercado (de paso, los mercados alemanes son imperdibles, y hay varios en el itinerario a través de la Selva Negra). Desde la torre se divisa la ciudad y hasta los Vosgos. Más cerca, se puede hacer una excursión a la montaña de Schauinslandbahn, a la que se sube en teleférico para luego elegir alguno de los senderos que recorren la zona más alta. Es una parte mini, pero representativa, de la Selva Negra. Y aquí también, con un poco de imaginación, se sentirá como en los cuentos, siempre a punto de tropezarse con un hada o un gnomo. No existen, pero que los hay, los hay.
Ruta Panorámica de la Selva Negra
Touristik Nördlicher Schwarzwald
Am Waisenhausplatz 26
75172 Pforzheim
Tel.: +49 (0) 7231-147380
www.schwarzwald-hochstrasse.de
Ruta de los relojes
Informes en: Arbeitsgemeinschaft “Deutsche Uhrenstraße”,
Erzbergerstraße 20, 78054 Villingen-Schwenningen.
Tel.: +49 (0) 7720-821209
E-mail: [email protected]
Más Informaciones en: www.tourismus-baden-wuerttemberg.de
Oficina de Turismo de Baden-Baden: Augustplatz 8. Tel. 07221-275200
Oficina de Turismo de Friburgo: Rotteckring 14, Tel. 07613-881891
Oficina de Turismo de Freudenstadt: Promenadeplatz 1, Tel. 0744-18640
(Versión para móviles / versión de escritorio)
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina
Versión para móviles / versión de escritorio | RSS
Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux