Acinco kilómetros de la ciudad de Puerto Iguazú, un largo sendero de tierra que nace en la Ruta 12 se interna en la espesura de la selva caracoleando entre soberbios ejemplares de timbó gigante. En un pequeño claro están las instalaciones del refugio de vida silvestre Güira Oga, palabras que significan “Casa de los Pájaros” en idioma guaraní. El predio mide 19 hectáreas y allí van a parar ejemplares heridos de la fauna misionera y también aquellos que han sido decomisados por tráfico ilegal en la Triple Frontera. El trabajo principal del centro es la recría de la fauna en peligro de extinción y su readaptación al hábitat natural.

El próximo 1º de julio la reserva reabre sus puertas con novedades para el visitante, después de haber permanecido cerrado durante un año y medio por reformas. En la antesala del recorrido por Güira Oga, se proyectará un video que ilustra sobre las actividades del lugar. El paseo continúa por unas pasarelas de madera que conducen a los 15 recintos donde se pueden ver unas cuarenta especies de la fauna misionera. En las diferentes estaciones se atraviesan las áreas de incubación y nutrición, se observa cómo se prepara el alimento y finalmente se llega a la curiosa área de las aves rapaces.

Halcones, aguilas y cetrerpía

Además de diversas especies de aves, en Güira Oga hay una gran variedad de halcones y águilas. El águila solitaria, de espeso plumaje gris y habitante de las yungas en Catamarca, es una de las más hermosas. Otra muy vistosa es el águila crestada negra, de ojos amarillos, que compite en belleza con el halcón peregrino. Este halcón, que alcanza los 400 kilómetros por hora durante una caída en picada, servía hasta hace poco para espantar las aves que se posaban sobre la pista de aterrizaje del aeropuerto local.

Las águilas suelen alimentarse con los animales de las granjas, y algunos campesinos las atacan a balazos. Muchas aparecen heridas y en Güira Oga se las suele operar para colocarles clavos en los huesos. El problema es que durante su recuperación pierden el instinto de la caza, y si se las soltara en esas condiciones podrían morir de hambre. Por eso, en este centro misionero también las adiestran para que recuperen sus habilidades de acuerdo con la antiquísima práctica de la cetrería, una manera de cazar presas con águilas y halcones que ya se utilizaba 2000 años antes de Cristo en China. Aunque actualmente la cetrería es considerada un deporte, en Güira Oga sólo se dedican a entrenar las aves de presa para poder devolverlas a sus hábitat en óptimas condiciones.

Parloteos y aleteos

Más adelante, un ensordecedor parloteo anuncia el sector de los loros. Allí las piezas más vistosas son dos parejas de guacamayas rojas, prácticamente extinguidas en Misiones. Pero también hay ejemplares de loro vinoso, maracaná afeitado y otros que, por la facilidad con que aprenden a hablar, han sido depredados casi hasta su desaparición. Una de las especies más llamativas del centro es el macuco, una perdiz gigante que llega a medir casi medio metro de alzada y apenas sobrevive en las áreas protegidas debido a su codiciada carne.

La otra estación muy atractiva es “la isla”, un sector rodeado por un arroyo donde se observan monos carayá, venados, carpinchos y yacarés. Según las estimaciones, se espera que unas 100 mil personas por año visiten el refugio Güira Oga, un lugar que brinda a los visitantes la posibilidad de tener un contacto directo y muy completo de la fauna misionera, casi siempre oculta tras la muralla vegetal.