Dom 17.06.2007
turismo

VACACIONES DE INVIERNO > LA RIOJA, SAN LUIS Y SAN JUAN

Dos semanas en Cuyo

Travesía en auto por rutas puntanas, sanjuaninas y riojanas, con un detallado itinerario día por día para visitar los parques Sierra de las Quijadas, Pampa del Leoncito, Talampaya y Valle de la Luna. Además, una excursión a Laguna Brava. Dos semanas de vacaciones para uno de los viajes más interesantes y variados que se puede hacer en la inabarcable Argentina.

› Por Julián Varsavsky

En sus más de 400 mil kilómetros cuadrados, la región de Cuyo encierra bellezas naturales tan variadas como los desiertos de altura de la Cordillera de los Andes o los tesoros paleontológicos que surgieron a la superficie desde las profundidades de la tierra. Y además hay termas, bodegas de vino y parajes aislados donde el único objetivo es descansar. A continuación, un itinerario sugerido para salir a la ruta con auto propio y recorrer en dos semanas las provincias de San Luis, La Rioja y San Juan, salteando Mendoza, que por su diversidad bien vale la pena dejarla para otra ocasión.

Desde la altura de un cerro, el magnífico panorama de una quebrada cuyana.

EL TRAMO PUNTANO La travesía cuyana parte desde Buenos Aires por la Ruta Nacional 8 hasta la puntana ciudad de Villa Mercedes y luego continúa por la Nacional 7 hasta la capital de San Luis. Son 810 kilómetros en total que se hacen en unas 8 horas. Una buena opción para alojarse es el Potrero de Funes, que no es un potrero sino un paraje a 18 kilómetros de San Luis con un hotel de 6 pisos frente a un hermoso espejo de agua. Dependiendo del cansancio, se puede destinar la segunda jornada de viaje a reposar y pasear un poco por la capital puntana, o seguir viaje hacia el destino más interesante de la provincia: el Parque Nacional Sierra de las Quijadas.

Desde San Luis capital hay que tomar la Ruta Nacional 147 hasta el pueblo de Hualtahay, donde están las oficinas de la administración del parque. Son 116 kilómetros de camino de asfalto, así que lo ideal es visitar el parque y seguir viaje hacia San Juan.

Se ingresa al parque por un camino de tierra en buen estado, entre cerros con grandes rocas sedimentarias de tonos rojizos que adelantan el escenario natural que se avecina. Luego de recorrer seis kilómetros, se abandona el vehículo para caminar hasta el área de Los Miradores.

Tras una lomada aparece el increíble valle del Potrero de la Aguada, una descomunal depresión del terreno formada hace 120 millones de años, rodeada por farallones rojos de arenisca. Abajo, en el centro de esa gran hoyada de 4 mil hectáreas, se despliega un laberinto entre acantilados de 250 metros de altura, un intrincado dédalo de grietas, galerías sin salida y sinuosos cursos secos de agua que cambian todo el tiempo al arbitrio de las lluvias y el viento.

En el borde de un acantilado, el caminante se topa con la gran huella de un dinosaurio. La experiencia impresiona un poco, porque no se trata de una huella borrosa sino de un molde perfectamente definido en el terreno, con 5 centímetros de profundidad y 20 de largo. Parece impreso el día anterior y se notan las tres pezuñas de la pata de un saurópodo de cola larga, una especie cuadrúpeda y herbívora que fue la de mayor tamaño en la zona. Los científicos llaman “ignita” a esta clase de fenómeno: una huella inmune a la lluvia y al paso del tiempo que perduró petrificada por millones de años.

Los tímidos flamencos rosados hunden sus picos en las aguas de la Laguna Brava.

VALLES SANJUANINOS Desde Sierra de las Quijadas, el viaje continúa hacia la ciudad de San Juan por la Ruta Nacional 147 y luego por la Ruta Provincial 20. Son 180 kilómetros asfaltados hasta esa capital, que se recorren en dos horas y media. A la mañana siguiente se pueden recorrer las calles amplias y arboladas de la ciudad, y visitar el museo vitivinícola de la bodega Graffigna y el interesantísimo Museo de Ciencias Naturales de San Juan, donde están los principales hallazgos paleontológicos del Valle de la Luna, que le valieron a ese parque ser declarado Patrimonio Natural de la Humanidad por la Unesco. Allí se exhibe una muestra de los dinosaurios que están al comienzo de la cadena evolutiva de esa especie, considerados los más primitivos que se han encontrado.

Al quinto día se abandona la capital de San Juan en dirección oeste por la Ruta Nacional 40 hasta Talacasto, luego la Provincial 436 hasta su cruce con la Nacional 149, y finalmente se llega al pueblo de Barreal, en el vértice sudoeste del mapa de la provincia. El pueblo es el centro turístico de un gran valle surcado por ríos y acequias rodeados por picos nevados que encierran algunos de los paisajes más serenos y hermosos de la región del Cuyo. Es el Valle de Calingasta, a 175 kilómetros de la ciudad de San Juan, custodiado por varios guardianes de piedra que parecen al acecho del visitante: el cerro Mercedario (6770 metros) y los siete picos de más de 5 mil metros del cordón de Ansilta.

Ubicada al pie del cordón cordillerano de Ansilta, la apacible villa turística de Barreal –con calles de tierra, acequias y filas de rectos álamos a los costados– dispone de varios complejos de cabañas, hosterías y camping, además de prestadores que organizan cabalgatas, paseos en carro a vela, bajadas de rafting y trekkings.

A 40 kilómetros del pueblo está el principal atractivo turístico de Barreal: el Parque Nacional El Leoncito, a cargo de la Administración de Parques Nacionales. Allí está justamente la Pampa del Leoncito, conocida como “el Barreal blanco”, una reseca planicie de doce kilómetros de largo por cinco de ancho que hace varios millones de años fue el lecho de un lago. El lugar es extrañísimo, de color blanco radiante, con algo de paisaje lunar, despojado de toda vegetación. Es sólo un suelo liso con resquebrajamientos en forma de pentágono que se reproducen con la exactitud matemática de una telaraña.

El Barreal blanco, además de ser un hermoso paisaje, es una pista de carros a vela, un vehículo con dos ruedas traseras de auto, una delantera de motoneta, dos bastidores de acero con fuselaje y un mástil de aluminio, que se mueve a toda velocidad por la acción del viento.

Dentro del parque nacional está el Complejo Astronómico Leoncito (Casleo), ubicado estratégicamente en una zona a 2552 metros sobre el nivel del mar que se distingue por tener un cielo diáfano y sin polución durante casi 300 días al año. Los astrónomos son personas noctámbulas por obligación, así que durante la visita diurna uno nunca se los cruza porque están durmiendo. Para verlos, y sobre todo para observar las estrellas en un telescopio Meade de 20 cm, hay que convenir por teléfono una visita nocturna.

Al séptimo día se abandona el Valle de Calingasta para seguir rumbo norte por la Ruta 149 hasta la termas de Pismanta. Allí se puede pernoctar o darse un baño termal y seguir viaje hasta el pueblo de Rodeo por la Ruta Provincial 150, la opción más recomendable. Este pueblo es el centro turístico de la zona, donde hay una buena variedad de hosterías, complejos de cabañas y campings. Desde Rodeo se organizan excursiones en mountain bike, cabalgatas, paseos en 4x4, salidas de pesca, trekkings y unas famosas bajadas de rafting por el río Jáchal, que caracolea encajonado entre paredones de 25 metros de alto.

A 5 kilómetros de Rodeo está el asombroso paisaje del dique Cuesta del Viento, que combina la aridez de un paisaje lunar con la transparencia color turquesa de un espejo de agua. Un viajero un poco despistado podría llegar a Cuesta del Viento y pensar que está frente al famoso Valle de la Luna inundado por un gran diluvio. En la superficie sobresalen, como islotes de arenisca rosada, las puntas de los cerros que quedaron sumergidos bajo las aguas del dique.

Cuesta del Viento hace honor a su nombre, porque allí uno literalmente se vuela. Hasta el mediodía no se mueve una hoja, pero después el viento sopla con furia, formando olas y ráfagas de agua que se levantan varios metros sobre la superficie. El dique, como es lógico, es uno de los mejores lugares del mundo para la práctica de windsurf.

Ischigualasto o Valle de la Luna. Antes, los dinosaurios; ahora, los turistas.

ISCHIGUALASTO Y TALAMPAYA Al noveno día llega un nuevo cambio de provincia con el viaje a la ciudad riojana de Villa Unión. Desde Rodeo se llega por las rutas Provincial 150 y luego la Nacional 40. Son 188 kilómetros en total y el primer día se recomienda dedicarlo a descansar, disfrutando de los paisajes montañosos.

Al día siguiente se puede hacer la excursión al Parque Nacional Talampaya, distante 50 kilómetros de Villa Unión por la Ruta Nacional 76. Este inmenso desierto rojo fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco junto con el vecino Valle de la Luna, por el valor geológico de sus extrañas formaciones de arenisca del período Triásico.

El día 11 de viaje se visita el Parque Provincial Ischigualasto –o Valle de la Luna–, ubicado justo enfrente de Talampaya, a 120 kilómetros de asfalto desde Villa Unión, en la provincia de San Juan. Este parque provincial refleja en sus rojizas formaciones la secuencia completa de las tres etapas del período Triásico, que brotaron desde las profundidades de la tierra cuando se elevó la Cordillera de los Andes.

Pampa del Leoncito. Un desierto blanco con el suelo resquebrajado como la trama de una telaraña.

DE LOS ANDES AL PLATA Una excursión de día completo desde Villa Unión que permite llevarse un panorama bastante completo de La Rioja, es a Laguna Brava (necesariamente con guía y en camionetas 4x4). La salida se debe contratar con unos días de antelación, ya que tiene sus complicaciones previas. El paseo en sí comienza a 100 kilómetros de Villa Unión, donde la cordillera riojana forma un descomunal valle multicolor entre cumbres nevadas. A partir de cierta altura desaparece toda vegetación y sólo quedan las montañas con el suelo cubierto por piedritas y minerales de vivos colores. Desde lejos, las montañas parecen cubiertas por finas capas de terciopelo azul, verde, naranja, violeta, gris y rosa. En el camino se atraviesa la Quebrada del Peñón, algunos refugios históricos y glaciares de altura, hasta llegar a la Laguna Brava, a más de 4 mil metros sobre el nivel del mar, rodeada por majestuosos volcanes nevados que superan los 6 mil metros.

El día 13 de la travesía ya conviene ir emprendiendo el regreso a Buenos Aires. Un punto medio recomendable para pasar la noche es la ciudad de Córdoba. Una vez en casa, luego de tantos días en la ruta, uno se sigue despertando por varios días en la mañana con esa extraña necesidad de partir, sin importar demasiado hacia dónde.

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