CHUBUT > ESTRELLAS DE LA PATAGONIA
La temporada de las ballenas ya empezó junto a las costas chubutenses. Un espectáculo natural que se extiende hasta diciembre y permite un increíble acercamiento a los gigantes del mar. Además, las imperdibles visitas a los museos dedicados a la fauna y la historia de la región.
› Por Graciela Cutuli
Lo llaman “show”, aunque sus protagonistas seguramente son las únicas que no se enteran. Ni siquiera saben que también son estrellas televisivas, porque su llegada se transmite en directo por la pantalla chica en una inédita “vigilia”: son las ballenas francas australes, que una vez más cumplieron el rito de llegar a fines de mayo a las costas de Chubut, donde permanecerán hasta diciembre para el apareamiento y cuidado de sus crías. Oficialmente, la temporada acaba de comenzar: es tiempo entonces de preparar las embarcaciones y desafiar el viento patagónico para saber finalmente de qué se trata el tan comentado avistaje de ballenas, que en los últimos años se convirtió en una de las opciones turísticas favoritas del sur.
DESDE LA COSTA La “base operativa” suele fijarse en Trelew o en Puerto Madryn, aunque en esta época conviene probablemente Madryn, más cercana a la Península Valdés (Trelew a su vez es más cerca de Punta Tombo, pero no hay pingüinos allí hasta fines de septiembre, cuando llegan para anidar). En junio y julio, además de ballenas, están las “figuritas fijas” de Península Valdés: lobos y elefantes marinos, toninas y las aves que hacen de estas costas un lugar ideal para el birdwatching: empezando por la famosa Isla de los Pájaros que da la bienvenida a la península, con todo su recuerdo de Antoine de Saint-Exupéry y su viaje por la Patagonia.
Si bien las imágenes más impactantes son las del avistaje embarcado, cuando prácticamente se podría rozar a las ballenas, también es popular el avistaje desde las playas de El Doradillo, a sólo 15 kilómetros de Puerto Madryn y sobre el Golfo Nuevo. Esta parte de la costa es área protegida municipal, entre Punta Arco hasta Cerro Prismático, por una extensión de 25 kilómetros. Aunque un buen par de prismáticos siempre potencian el espectáculo, las ballenas están ahí, a simple vista y a pocos metros de la línea de playa: entre junio y octubre es la mayor concentración de las Eubalaena autralis (el nombre científico de las ballenas francas australes), mientras se aparean y dan de mamar a sus crías. Nada pequeñas, por cierto, al menos en términos de medidas humanas: un ballenato mide unos cinco metros al nacer, y toma unos 200 litros de leche por día. El Doradillo tiene la típica conformación de la costa chubutense, jalonada de acantilados con miradores naturales, desde donde se divisan la playa, las restingas –el área cubierta y descubierta permanentemente por el mar– y más allá el océano y las ballenas. Es la erosión del agua, que se observa fácilmente en las cárcavas abiertas en la meseta, la autora del paisaje, actualmente controlado por guardafaunas y agentes de conservación. No hace falta nada en particular, sólo elegir un lugar desde donde mirar y algún refugio natural contra el viento: las ballenas siempre están allí, y cada año son más numerosas que el anterior, aunque se trata de una especie que corre peligro, debido a los largos años de intensa explotación. Después del avistaje de costa, hay que llegarse hasta Puerto Pirámides y vivir la cercanía con las ballenas: una experiencia complementa la otra, y las dos son inolvidables.
TODOS A BORDO Puerto Pirámides es una pequeña playa enmarcada por una serie de acantilados cuyo color y forma recuerdan a los monumentos que le dieron nombre. Aunque está relativamente protegida, el viento sopla con fuerza en esta época, y por eso durante el invierno el factor climático es esencial para poder embarcarse. La gran ventaja de esta temporada es la soledad: el espectáculo se disfruta de a poco, a diferencia de lo que ocurre a partir de octubre, cuando –sobre todo a partir del fin de semana largo– la afluencia de turistas es abundante y constante.
La playa de Pirámides, rodeada de un pueblo que todavía tiene sabor a pioneros, con toda su parafernalia de alusiones al mundo marinero, no tiene embarcadero ni muelles: las lanchas y embarcaciones son arrastradas hacia una profundidad razonable en el mar por tractores que van y vienen dejando sus huellas sobre la arena. El avistaje se hace a toda hora, desde la mañana temprano hasta el atardecer, y aseguran los guías de las seis operadoras autorizadas que no hay un horario mejor que otro sino que depende de las preferencias del propio viajero. En todo caso, se sale a la “caza fotográfica” de la ballena, y las embarcaciones –de todos los tamaños, desde las más pequeñas hasta los catamaranes– las buscan hasta encontrarlas. De vez en cuando se encuentran con la yapa de una manada de toninas overas que acompañan la embarcación. Y a partir de septiembre, durante todo el verano, irrumpe otra esperada habitante de las aguas del Golfo: la orca, con su característico lomo blanco y negro, que a veces llega a vararse en la costa en busca de las crías de lobos marinos. En Punta Norte, uno de los extremos de la Península Valdés, se las puede divisar desde lo alto, en su audaz baile sobre las olas en busca de alimento, repitiendo el eterno juego de la naturaleza.
La salida de avistaje dura al menos una hora y puede extenderse, según el día, el clima y la presión turística: y aquello de que se está casi tocando a las ballenas no es mero atractivo publicitario sino la realidad. Las embarcaciones se acercan tanto que se pueden ver con claridad las callosidades que las ballenas tienen en la cabeza, las barbas cuando abren la boca y su característico chorro en forma de V, que las distingue de otras razas de ballena. A algunas les gusta pasar por debajo de los barcos; otras se mantienen más distantes, sobre todo para el esperado momento en que saltan con fuerza fuera del agua en piruetas dignas de bailarinas, impensables para animales de su tamaño y peso. Los guías más experimentados las reconocen –se las puede distinguir porque las callosidades son diferentes en cada ejemplar– y les ponen nombre: así, año a año van siguiendo su evolución, mientras también lo hacen los científicos con distintos tipos de rastreo que les permiten saber cuándo regresa cada animal y la evolución de sus crías.
TURISTAS Y BALLENAS Tiempo atrás, las ballenas eran un espectáculo casi privado para los habitantes de Puerto Madryn; hoy son un fenómeno masivo que afortunadamente no parece afectarlas, ya que su número va en aumento y actualmente también se pueden hacer avistajes en el Golfo San José y el San Matías, más al norte, junto a Las Grutas. Pero Madryn tiene la gran ventaja de estar cerca de la Península Valdés, que más allá de las ballenas merece un recorrido detallado por sus principales puntos: Punta Pirámide, con su colonia de lobos marinos, Punta Delgada –cerca del faro del mismo nombre– y Punta Norte, importantes apostaderos de elefantes marinos.
En la entrada de la península, sobre el istmo Ameghino, allí donde se ven a la vez las costas del Golfo Nuevo y el San José, el centro de interpretación es la mejor orientación para informarse sobre los lugares a recorrer. Y antes o después de la “experiencia directa”, hay por lo menos tres lugares que visitar, en Puerto Madryn y en Trelew, para una aproximación mediada y científica a las riquezas naturales y arqueológicas de la región: el Museo Ocenográfico y el Ecocentro, en Madryn, y en Trelew el Museo Egidio Feruglio, donde los dinosaurios les disputan protagonismo a las ballenas.
Museo Oceanográfico y de Ciencias Naturales: el museo funciona en un histórico edificio de Puerto Madryn, el Chalet Pujol, y permite una interesante aproximación a la naturaleza y la historia de la región, enriquecida con aportes indígenas y galeses. Hay sectores y salas dedicados a los peces, los invertebrados, los mamíferos marinos, las aves, los cetáceos, la geología y la botánica. Dirección: Menéndez y Domecq García. Tel.: (02965) 451139.
EcoCentro: levantado sobre un acantilado, a orillas del mar y con reminiscencias galesas, el EcoCentro es una ventana al océano que invita a integrarse con el paisaje y reflexionar sobre la naturaleza. La sala de exhibiciones principal propone un itinerario por el ecosistema costero patagónico, con datos, diagramas, dibujos y anécdotas que informan sobre algas, corrientes marinas, ballenas, orcas y elefantes marinos. También hay una pileta con pequeños invertebrados, y muestras de fotografías aéreas sobre la Península Valdés. Dirección: Julio Verne 3784. Tel./fax: (02965) 457470/71/72/73.
Museo Egidio Feruglio: es un moderno complejo construido en Trelew, donde los dinosaurios son los grandes protagonistas. En el área de exhibición se recorre la línea del tiempo hacia el pasado, conociendo desde los primeros habitantes de la Patagonia hasta la vida natural a partir de los pequeños microorganismos. En el área dedicada al Mesozoico se encuentran los dinosaurios. Además se organizan visitas al Geoparque Bryn Gwyn, un área del valle del río Chubut dedicada a la investigación paleontológica, y actividades especiales para chicos. Dirección: Av. Fontana 140, entre Av. 9 de Julio y Gales, Trelew. www.mef.org.ar
A la hora de organizar la visita, es importante tener en cuenta que los grupos de turistas formados por más de cinco personas deben contar con un guía provincial de turismo para ingresar a las Reservas.
Vuelan a Puerto Madryn o Trelew las aerolíneas Andes, LAN y Aerolíneas Argentinas (vuelos a partir de $ 664 ida y vuelta, imp. incluidos).
Las excursiones de día completo a los distintos puntos de la Península Valdés rondan los $ 115 por persona ($ 80 los niños). Excursiones de medio día, $ 45 (niños $ 30). Salidas en mountain bike desde $ 15, avistaje de ballenas desde $ 60 por persona. Buceo (bautismos submarinos a partir de los ocho años), desde $ 150 por persona. Los buzos con carnet pueden probar una nueva opción, el buceo con lobos marinos, a $ 375.
El té galés se puede probar en Gaiman y Dolavon, los pueblos galeses más cercanos a Trelew ($ 18), pero hay opciones en Puerto Madryn por $ 14.
La mejor manera de recorrer la península es en vehículo propio o alquilado, pero hay que tomar precauciones para la conducción en camino de ripio, sin superar los 60 km/h debido al frecuente cruce de animales.
Secretaria de Turismo - Municipalidad de Puerto Madryn. Av. Julio A. Roca 223. (02965) 453504 / 456067 / 470750. E-mail: [email protected]
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