Domingo, 25 de agosto de 2002 | Hoy
PIGUE SIERRAS, CAMPO Y UN TOQUE EUROPEO
En la provincia de Buenos Aires, 560 kilómetros al sudoeste de la Capital Federal, la ciudad de Pigüé ofrece una opción por las sierras y el aire puro en la estancia La Lucía, y su antigua “maison” con decorado art-decó. Un paseo por este pueblo, fundado en 1884 por 40 familias de inmigrantes franceses, donde perduran casonas de estilo europeo de principios del siglo XX, un almacén de ramos generales y una tradición francesa que se refleja en la Fiesta del Omelette Gigante.
La historia de Pigüé comenzó el 4 de diciembre de 1884, cuando 40 familias francesas del Departamento de Aveyrón bajaron de un tren en la estación local del Ferrocarril Sud. Llegaron atraídos por la política argentina de poblar los territorios arrebatados a los indios. El promotor de aquella gran “mudanza” fue Clemente Cabanettes, un aveyronés que representaba en la Argentina a la compañía Pan Telefónica, de origen francés. Cabanettes soñaba con crear una colonia francesa en plena pampa, y por eso envió a su compatriota Francisco Issaly para que convenciera a un grupo de campesinos que habían perdido numerosas cosechas en el sur de Francia, sobre las ventajas de empezar una nueva vida al pie de las sierras de Cura Malal.
Estancia La Lucía
Uno de aquellos inmigrantes de principios de siglo fue Augusto Champredonde,
quien con los años logró establecer una estancia llamada La Lucía.
Hoy en día, los nietos y bisnietos de aquel pionero reciben huéspedes
en el antiguo casco de la estancia. Debido a la distancia desde Buenos Aires,
el visitante de Pigüé debe pernoctar al menos una noche para poder
explorar la zona. Y uno de los mejores lugares es esta antigua “maison”
francesa de ladrillos al desnudo que data de 1927.
Un camino flanqueado por dos hileras de árboles que forman una verdadera
bóveda vegetal precede al casco de la estancia, donde sobresale una torre
con techo cónico que le imprime al diseño un aspecto de castillo
de hadas. Al casco se ingresa por una sala ocupada por una vieja mesa de billar,
y tras una alta puerta de dos alas hay un luminoso living con antiguos sillones
y un hogar a leña de estilo art-decó. El decorado incluye un piano
y una vitrola a manivela de principios de siglo XX, donde todavía suenan
viejos discos de tango. En los cuartos, con piso de madera, también hay
algunos armarios y camas de aquel estilo modernista. Cada detalle del confort
y la decoración están finamente cuidados, desde los enormes y
esponjosos toallones hasta los jabones aromáticos del baño y los
almohadones de seda sobre la cama.
La comida es un capítulo aparte. Aunque por supuesto, predomina el gusto
francés (crepes de jamón y queso, el lomo al champignon y el carré
de cerdo), siempre está previsto un asado y tallarines caseros con diferentes
salsas tradicionales o agridulces. Pero el plato mayor, con el que la señora
Carmen Champredonde cosecha los mayores halagos, es la fondue de queso con trocitos
de pan, salchichas y peras secas. Un vino mendocino acompaña las comidas,
y para los postres se sirve flan casero, cuadraditos de membrillo en almíbar,
o copas de helado casero. En el comedor de La Lucía hay una gran mesa
ovalada con sillas de origen europeo y una araña de alabastro con estilo
art-decó. En una vitrina se guardan objetos antiguos como chales, abanicos
y peinetones de los antepasados de la familia Champredone.
Un aspecto distintivo de esta estancia son las cabalgatas que propone por la
geografía serrana de la cadena de Ventania. Hay quienes eligen caminar
por las vastas extensiones y subir entre las rocas hasta la parte más
alta, y otros optan por el sulky o simplemente el caballo. En el camino se recorren
las plantaciones de trigo, girasol y soja de la estancia, que también
produce ganado vacuno, ovino y porcino. Al llegar la cima de la sierra se ve
el pico Curamalal (1040 msnm), el más alto de la zona.
Durante la noche, se escucha en el cuarto la actividad nocturna del bosque:
los grillos, el aleteo de una lechuza, el golpe seco de un cascarudo contra
la pared. Al abrir la ventana en la mañana, el canto de los pájaros
invade la habitación. Y en el comedor nos espera un suculento desayuno
con pan casero endulzado, dulce de leche, dulce de ciruelas, mermelada de membrillo
y miel azucarada, todo de producción propia de la estancia.
La ciudad y sus recuerdos
Pigüé es una ciudad de 15.000 habitantes, con un aire netamente
pueblerino. Sus calles son anchas y empedradas, y todavía perduran numerosas
casas con anchas fachadas y arquitectura típica de comienzos del siglo
XX. Sus edificios históricos son el reflejo de las distintas corrientes
inmigratorias que poblaron Pigüé. Uno de los más llamativos
es el Teatro Español, levantado en 1926, con una fachada francesa decorada
con algunos elementos clásicos y el escudo de la familia real española.
El interior, como todo teatro español antiguo, tiene una planta en forma
de herradura. Otro edificio emblemático es la Sociedad Francesa, de 1894,
encuadrado en el neorrenacimiento francés, con pilastras laterales de
estilo jónico. En la actualidad funciona allí la Alianza Francesa.
Y por último está el ecléctico edificio de la Sociedad
Italiana, decorado en varias etapas entre 1905 y 1926, con un grupo escultórico
que remite a la fundación de Roma, con la loba, Rómulo y Remo.
La iglesia Nuestra Señora de Luján de Pigüé también
presenta un estilo poco común en la provincia de Buenos Aires, con líneas
neogóticas y coloridos vitreaux, y una torre reloj de 45 metros.
En el cruce de las calles Belgrano y San Martín hay un almacén
de ramos generales; una reliquia histórica que, increíblemente,
se mantiene en funcionamiento desde 1886. No se trata de un lugar turístico,
sino de un amplio almacén que vende toda clase de productos. Lo más
extraño es la mueblería y el hecho de que aún hoy se siga
vendiendo absolutamente de todo. En la vereda del almacén hay unas argollas
que servían para atar los caballos, y en el interior se mantienen las
viejas estanterías de madera de roble que llegan hasta el techo en las
paredes de enfrente y detrás del mostrador. En el almacén de Don
Víctor De Miguel se puede comprar un rifle, una salamandra, un par de
botas de cuero o insecticida para el campo. Una pared entera oferta toda clase
de vinos y bebidas alcohólicas. Pero también se venden calefones,
jaulas para pájaros, todo tipo de productos de pesca, perfumería,
ferretería y de almacén. Además hay una completa videoteca.
La caja registradora es una National fabricada en 1930.
El Museo Histórico A un costado de la ciudad, las 15 hectáreas de altas arboledas del Parque Municipal “Fortunato Chiappara” camuflan al Museo Regional de Pigüé. El museo fue instalado en una casona que perteneció a Mary Elizabeth Goldman de Sewell, una de las maestras estadounidenses que Sarmiento trajo al país en 1869. En la sala de Modas y Costumbres de Antaño se exhiben antiguos vestidos, sombreros y muñecas, siempre con estilo francés. También están las viejas herramientas de campo de los primeros colonos, las puertas de vidrio del antiguo Banco Nación y una serie de fotos y armas pertenecientes a la primera conscripción que se realizó en Argentina en 1895, en el vecino campo de Cura Malal, un hecho que movilizó a 12.000 jóvenes. que fueron trasladados a un campamento en medio de la nada, donde murieron entre 300 y 400 por enfermedades y frío. Los fines de semana el museo abre de 14 a 18.30 horas y la entrada es gratuita.
Queso y dulce de leche
Visitar una fábrica de alimentos artesanales ofrece la posibilidad de
redescubrir los sabores tradicionales. Esto sucede al visitar la fábrica
de queso y dulce de leche San Roque, ubicada en medio del campo, a 3 km. de
Pigüé. Allí nos recibe la señora Inés Jacquier
de Roque, quien trabaja junto a su marido, su hijo mayor y dos empleados. Durante
la visita se observan las etapas de producción del queso y los estantes
donde se coloca el producto para estacionarlo. Y lo mismo sucede con el dulce
de leche. La visita guiada cuesta $ 1,50 por persona e incluye un frasco de
dulce de leche. Teléfono 02923-473442.
El origen francés de Pigüé trascendió, naturalmente,
en Francia, y todos los años llegan a la ciudad un promedio de 200 franceses
interesados en estrechar lazos con los franceses de segunda y tercera generación
queviven en Pigüé. Muchos llegan buscando posibles parientes, y
todos se van felices de la vida por haber encontrado un particular espejo de
su nacionalidad en medio de la pampa argentina. El más famoso de los
visitantes que llegó a Pigüé fue el ex presidente de Francia,
François Mitterrand.
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