Domingo, 1 de julio de 2007 | Hoy
VACACIONES DE INVIERNO > EN LAS SIERRAS RIOJANAS
Casas de adobe que viven a un ritmo de otros tiempos. Nueces, el recuerdo del dorado progreso minero de principios del siglo XX y un escenario natural que quita el aliento. Así son los paisajes al pie de las sierras de Famatina, en La Rioja.
Por Graciela Cutuli
En tiempos del turismo espacial, no hace falta subirse a una nave intergaláctica para conocer lugares remotos del universo, lugares donde el tiempo y el espacio parecen suspendidos e inmunes al paso de los siglos y de los hombres. Basta con ir hacia el noroeste, allí donde las montañas se vuelven como de fuego, para ingresar en un mundo hecho de piedra, mineral y adobe, donde los relojes parecen frenar su eterna carrera y el paisaje invita a la contemplación, la introspección y la lentitud. La moderna “cultura slow” podría tener allí uno de sus altares... Estamos a unos 235 kilómetros de la capital riojana, al pie del cordón de Famatina, donde álamos, viñedos y nogales ponen un toque verde entre los pueblos de adobe: Carrizal, Angulos, Santa Cruz, Pituil, Santo Domingo, Famatina, son nombres que de pronto se levantan de los mapas para cobrar un alma, iluminada por el dorado reflejo de una ilusión: la de aquellos mineros que, tanto tiempo atrás, se instalaron en la región en busca de oro en las montañas que rodean el valle.
Entre los tesoros guardados en las capillas de los pueblos dispersos por esta región riojana se encuentra un Cristo peruano del siglo XVIII, en la iglesia de San Pedro de Famatina, realizado en cerámica, cuero y resina en tamaño natural. Colmo del realismo, con un sistema de cuerdas se pueden articular y mover el cuello y los hombros. Como el Cristo Pobre de la iglesia de Plaza Vieja, esta estatua es centro de veneración sobre todo en Semana Santa. También se destacan la iglesia de San José de las Campanas (MHN), la iglesia de Santa Cruz y la de Pituil, que conserva un óleo de Santo Domingo de Guzmán fechado en 1615. En verdad, cada uno tiene que armar su propio itinerario, eligiendo cuáles serán los lugares a visitar: lo que sí está seguro de repetir es la cordialidad de los lugareños, tal vez de pocas palabras, pero siempre hospitalarios. Si hay que elegir una época, más allá del invierno que alivia las temperaturas, los períodos de festividad religiosa son la verdadera “temporada alta” local: por lo tanto, lo ideal es Semana Santa y diciembre, por las fiestas navideñas y la celebración del Niño de Gualco, una multitudinaria procesión que se realiza desde Angulos hasta Famatina a lo largo de 30 kilómetros de la RP 11.
Este paisaje signado por el color rojizo y ocre de los cordones montañosos culmina en el verdadero rey del cordón serrano: el Nevado de Famatina, que desde sus 6280 metros de altura se yergue como un centinela coronado de nieve. Durante mucho tiempo, como hoy todavía, el Nevado de Famatina fue el manantial de las ilusiones de los buscadores de oro. Las minas del cordón fueron ampliamente exploradas en busca de oro y otros minerales, y todavía se encuentran las instalaciones del cablecarril utilizado para el transporte de los materiales desde los socavones del cerro, explotados por la mina La Mexicana, hasta el ferrocarril. Esta excursión sigue un recorrido de 35 kilómetros a lo largo de nueve estaciones y sube hasta más de 4 mil metros de altura (lo que significa tomar precauciones para evitar el apunamiento). Los pirquineros del siglo XXI siguen trabajando en el mismo lugar, sobre todo en Playa Amarilla, Playa Ramblones y Mariposa de Oro, recolectando y lavando tierra y piedras en forma manual con sus característicos “coladores” de gran tamaño. Algunos aficionados se suman con intención de financiarse las vacaciones... pero no es tan fácil adquirir con rapidez la destreza que caracteriza a los pirquineros auténticos, ni soportar la inclemencia de un clima riguroso. Como dice el poeta sanjuanino Jorge Leónidas Escudero, que fue pirquinero en su juventud, el espíritu del buscador de oro es la “esperanza de encontrar un tesoro en los cerros”... Aunque el tesoro a veces sea verdadero y a veces sólo sea pirita, el mineral al que llaman “el oro de los tontos”, que puede deparar falsas alegrías durante un rato.
El verdadero tesoro de Famatina, sin embargo, hay que buscarlo en otro lado. Es que tiene otra naturaleza, está hecho de montañas y de cielo, de aguas y árboles, como los que diseñan un paisaje privilegiado en la Quebrada de Chañarmuyo, donde se alternan los valles cubiertos de verde con ríos de agua dorada y arroyos de deshielo. En el dique de la quebrada, a pocos kilómetros de Campanas, se practican deportes acuáticos y también la pesca del pejerrey. Un oasis verde en las serranías, que se repite en las huertas y plantaciones frutales de los pueblos de Famatina. Esta región es la primera productora de nueces de la provincia, y también se elaboran otros productos artesanales: pulpa de nuez, jaleas, dulces, frutas secas, arropes. En torno de Chañarmuyo, Pituil y Plaza Vieja se concentran los viñedos, con la elaboración de vinos, grapas y aguardientes (¡sólo para resistentes!), mientras el pueblo de La Cuadra es más conocido por sus alfombras y artículos de campo.
Y quien quiera alejarse un poco de tanta calma, o mejor dicho aprovecharla de otro modo, puede experimentar en Famatina la adrenalina de un vuelo en parapente, ya que este lugar es uno de los mejores del país para volar gracias a las condiciones del clima y de los vientos, que condicionan las actividades de esta clase. La pista de parapente local está en el cerro Cuesta Vieja, parte de la cadena de El Paimán, con una rampa de despegue situada a 1550 metros de altura. Con orientación este, facilita el despegue y logra mayor altura, ideal para viajar mayores distancias o permanecer volando sobre una zona de gran amplitud. La otra ventaja –además del camino de acceso, casi totalmente asfaltado– es que gracias a la poca vegetación se puede aterrizar en cualquier parte de los valles de Famatina y Antinaco. El vuelo en parapente permite conocer desde el aire, con extraordinaria diafanidad, el cordón del Paimán, entre las Sierras de Velasco y el cordón de Famatina, y los pueblos de Famatina y Pituil. En verano, se puede llegar hasta Chilecito. Casi como lo harían los pájaros...
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