NOTA DE TAPA
Villa Pehuenia es una silenciosa aldea de montaña, ubicada a orillas del lago Aluminé y al pie del volcán Batea Mahuida, que el invierno cubre con un manto de nieve. Un romántico paisaje poblado de araucarias para recorrer paso a paso con raquetas en los pies y excursiones en lancha por el lago Aluminé. Pero también esquí en el cerro mapuche y canopy
en el bosque de Moquehue.
› Por Julián Varsavsky
Villa Pehuenia nació turística cuando hace 18 años un grupo de pescadores deportivos descubrieron la belleza virginal y solitaria del lago Aluminé y comenzaron a levantar cabañas a su alrededor. En plena cordillera del norte neuquino, a 1200 metros sobre el nivel del mar, este pueblo se diferencia de otros destinos cordilleranos por estar casi al doble de altura que los demás. Por eso el paisaje está dominado por millares de esbeltas araucarias que reinan casi en solitario entre la escasa vegetación. Estos curiosos árboles aparasolados que prácticamente no han evolucionado desde la época de los dinosaurios –y pueden vivir más de mil años–, le otorgan algo de vida al paisaje de altura, muy distinto tanto de los frondosos bosques de la región cuanto de la vacía estepa de la meseta patagónica.
Junto con Caviahue, Villa Pehuenia es una excepción dentro de la Patagonia andina ya que la vegetación está reducida a su mínima expresión, salvo por el contraste de las araucarias. Otro rasgo propio de la villa es que no es un destino de turismo masivo. Sus calles son todas de tierra, permanecen casi desiertas incluso en la alta temporada, y no hay siquiera una galería comercial ni un banco. Pero cuenta con posadas muy confortables, complejos de cabañas y varios restaurantes.
Un aspecto muy singular de este poblado es que, a diferencia de otros lugares de la Patagonia, es poco ventoso porque las corrientes que llegan desde el Pacífico atraviesan la cordillera por unos valles oblicuos a la costa chilena, frenando así el ímpetu de los vientos. Además, un detalle muy sugerente es que dentro del pueblo hay tres lagunas que se congelan todo el invierno.
A Villa Pehuenia se puede llegar por dos caminos diferentes que atraviesan lugares deslumbrantes. Uno es el camino de cornisas conocido como El Raue –muy colorido en verano–, y el otro es el Camino de Primeros Pinos, que en invierno ofrece uno de los paisajes más espectaculares de toda la Patagonia. Este camino (ruta provincial 13) no siempre está abierto durante el invierno, ya que suele taparse con la nieve. Por eso hay que averiguar de antemano. S el acceso está libre se debe aprovechar para recorrer, por ejemplo, la pampa de Lonkoluan, una planicie casi perfecta cubierta por una especie de tapiz blanco –donde no sobresale un solo árbol ni arbusto–, que se extiende a lo largo de varios kilómetros.
No es un centro de esquí fashion sino mapuche. Los cartelitos en la puerta de los baños dicen: “Wentru” (caballeros) y “Domo”. Manuel Cafulqueo está a cargo de este centro de esquí o parque de nieve ideal para principiantes y niños.
“?Y los mapuches donde están?”, le pregunta una señora de Buenos Aires a Cafulqueo, que sonríe con benevolencia y le responde que los tiene frente a ella. Por lo general los 42 miembros de la comunidad que trabajan en el centro hablan entre ellos en castellano, pero a veces se los escucha dialogar en mapundungun.
El centro de esquí Batea Mahuida fue inaugurado en el 2000 y el flujo de visitantes aumenta año a año. En las vacaciones de invierno pasadas lo visitaron cerca de 800 personas por día, que disfrutaron de las tres pistas de esquí de complejidad sencilla. A la principal de ellas se sube con un T-bar –un medio de arrastre de 620 metros– y a la pista más corta con un poma de 200 metros que suelen utilizar los niños.
En la escuela de esquí de Batea Mahuida hay once profesores –tres son de snowboard– y el alquiler de los equipos cuesta $ 30 por día. Para los niños más pequeños se alquilan trineos y culipatines con los que se lanzan por una pequeña pista en forma de U donde juegan con total seguridad. Los precios en general son sustancialmente más económicos que en los centros de esquí tradicionales. Por ejemplo, el pase diario cuesta $ 45 ($38 medio día).
Una excursión con raquetas de nieve por los bosques de araucarias que rodean Villa Pehuenia brinda los mejores panoramas del paisaje típico. Estas caminatas son casi tan simples como andar por la calle y no requieren de un estado físico especial. Las raquetas son necesarias para poder caminar por lugares con gran abundancia de nieve sin hundirse hasta la cintura. Las originales eran de madera, pero ahora las deportivas se hacen con una aleación de plástico y aluminio que pesan apenas 300 gramos y traen unas correas para unirlas al calzado. Deslizarse es imposible y en general una explicación previa de cinco minutos es suficiente para largarse a caminar.
El guía explica que los primeros en utilizar raquetas de nieve en esta zona fueron los mapuches. Se sabe que en el siglo XIX las armaban con cañas colihue que calentaban a la brasa para doblarlas y luego le agregaban un tejido de tiento de potro. Las utilizaban para ir a buscar sus vacas, que solían guarecerse bajo las araucarias, dentro de un “anillo” que rodea el tallo de esos arboles, donde la nieve se derrite por el calor del tronco.
Luego de una hora de caminata tranquila el paseo se detiene para descansar al borde del arroyo Puel, una vertiente de deshielos junto a la cual se disfruta de un vino caliente con canela, chocolates y tortas. Y luego se emprende el regreso, completando un circuito de 5 kilómetros.
La caminata con raquetas también se puede realizar de noche, a la luz de la luna. El guía de esta excursión nocturna es Antonio Muñoz Catalán, un joven miembro de la comunidad mapuche que lleva a los viajeros a recorrer las tierras de su familia, donde se crió. Pese a que se provee a cada turista de una linterna tipo minero, a los quince minutos de caminata ya casi no es necesario depender de ella porque ya la luna ha salido detrás de un cerro, iluminando intensamente el paisaje nevado donde se ven huellas de liebres, zorros, conejos y hasta de un pajarito rojizo llamado guarao. En un claro del bosque aparece una matera, que según el guía es un precario refugio de tablas y palos a pique que sus antepasados utilizaban durante las veranadas, época en que se llevan a pastar los rebaños de chivos, ovejas y vacas a la parte más alta de los cerros.
Luego de una hora y cuarto, la caminata nocturna termina en la casa de los padres del guía, que tienen lista la cena para los visitantes. Para entrar en calor se sirve un licor de frutilla y, como entrada, una bandeja de semillas de piñón hervidas que tienen un sabor muy parecido al del maíz. El menú se completa con platos tradicionales de la vida diaria actual de los mapuches: sopa, empanadas y tortillas rellenas con verdura y queso, todo preparado en una cocina económica a leña.
Moquehue es una pequeña localidad turística de 140 habitantes ubicada a media hora de Villa Pehuenia, donde se practica un canopy que une con un sistema de tirolesa la copa de varios árboles del bosque. Está a orillas del lago Moquehue y tiene cinco tramos que se recorren colgado de un arnés, entre coihues y araucarias, a lo largo de 400 metros. La excursión incluye un rappel de 8 metros para bajar del último árbol y se puede hacer todo el año.
Uno de los paseos ideales para admirar desde una perspectiva distinta el paisaje de Villa Pehuenia, con los picos nevados de los cerros Batea Mahuida al norte y el Bella Durmiente al oeste, es la excursión en lancha por el lago Aluminé. En la hora y media de recorrido por esas aguas tan transparentes, se rodean siete islitas sin nombre cubiertas por una densa vegetación. En el lago también se pueden pescar truchas marrón, arco iris y del lago, y una especie autóctona llamada perca.
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