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Domingo, 16 de septiembre de 2007

JUJUY > EN LA QUEBRADA DE HUMAHUACA

Vida de kollas

La comunidad rural kolla de Hornaditas, en la Quebrada de Humahuaca, comenzó hace cinco años a recibir turistas que buscan conocer y vivenciar por unos días la cotidianidad de la vida de campo humahuaqueña. El atractivo geográfico que sirve de “excusa” es un denso “bosque” de cardones.

 Por Julián Varsavsky

En la Quebrada de Humahuaca hay ciertos rincones que suelen quedar afuera de los paquetes turísticos, lugares donde muchos viajeros encuentran las vivencias más intensas de una gira por el noroeste argentino. Uno de estos “secretos” de la quebrada es la comunidad kolla de Hornaditas, que está a 15 kilómetros de la ciudad de Humahuaca, donde se visita un extraño bosque de cardones. La excursión hasta allí se puede hacer en vehículo propio o en remise por un camino de asfalto desde la ciudad de Humahuaca (Ruta Nacional 9).

El curioso cardón tiene dos siglos de antigüedad y más de 10 metros de altura.

En el bosque de cardones sobresale uno en particular que tiene dos siglos de vida y supera los 10 metros de altura. Pero lo más extraño de ese cardón es su profusión de brazos entremezclados a lo pulpo, que le dan un aspecto único en toda la quebrada. Como el paseo lo suele guiar algún niño de la comunidad, los visitantes se enteran de que es seguramente el cardón más grande y antiguo de la Quebrada de Humahuaca, aunque ha ido empequeñeciéndose con el paso del tiempo. Cuando son jóvenes los cardones crecen como una columna solitaria, pero con los años se van ramificando en forma de candelabro. Por lo general crecen en las serranías de mediana altura, y cuando se secan dan una madera liviana y resistente que se utiliza en la construcción de los techos de las casas. Sus espinas miden 8 centímetros de largo y sus flores son grandes, vistosas y efímeras: se abren sólo de noche y viven apenas unas 24 o 48 horas.

Alrededor de los cardones hay unas pocas casas desperdigadas pertenecientes a algunas de las 82 familias kollas que conforman la comunidad de Hornaditas, la mayoría de las cuales viven en las montañas, dedicadas a la agricultura y la ganadería. En el lugar, llama la atención una gran iglesia y un árbol de más de dos siglos que está frente a ella. El pequeño guía explica que es churqui –de la familia del algarrobo– venerado por la comunidad. Por eso, cada año, a mediados de enero o principios de febrero se realiza en Hornaditas la Fiesta Nacional del Cardón y el Churqui, en la que participan grupos folklóricos con erques y charangos, y copleros de toda la Puna y la Quebrada de Humahuaca.

Los sugestivos colores de las serranías del Hornocal.

Dormir en el campo

Desde hace unos cinco años algunos miembros de la comunidad de Hornaditas han comenzado a recibir turistas en sus propias casas. Hasta el momento son siete familias en total que ofrecen una estadía sin lujos, en casas de adobe y pisos de tierra, en la que los visitantes pueden disfrutar de todos los pequeños placeres cotidianos de la vida de campo en la quebrada. Esto implica, de acuerdo con el gusto de cada uno, participar en el “semilleo” del maíz o de su cosecha, salir a buscar al rebaño de un centenar de cabras en la montaña y llevarlas al corral con la ayuda de unos perros, cocinar pan en un horno de barro, o preparar con los integrantes de la familia un guiso de quinoa, mote o papa verde. La idea de los anfitriones es no actuar para el turista sino mostrarle todo tal cual es.

Uno de los pioneros del turismo rural comunitario en Hornaditas fue el matrimonio de Clara y Héctor Lamas, que vive en una idílica quebrada al pie de un viejo antigal (fortaleza de los omaguacas). La idea de recibir turistas surgió por casualidad, cuando una tarde fría de 2002, Clara invitó a un grupo de viajeros que esperaba un micro a tomar mate cocido en su casa. Como se sintieron muy a gusto, los invitados se quedaron a dormir sobre unos cueros de oveja y a la mañana siguiente se fueron felices de la vida sugiriéndole a Clara repetir la experiencia y comenzar a cobrar.

Las coloridas papas andinas están presentes en casi todas las comidas humahuaqueñas.

Ahora la “infraestructura” ofrece algo más de confort porque hay camas y velador, y el baño –que está afuera de la casa– tiene inodoro, lavamanos con espejo y una ducha. Las comidas son casi al aire libre, bajo al quincho donde está la mesa familiar. Los visitantes suelen quedarse entre uno y tres días; algunos visitan la cercana Inca Cueva con una caminata de seis horas para ver pinturas rupestres guiados por el hijo mayor de la familia. Otros viajan a Iruya, en Salta, o a Villazón, en Bolivia, y regresan a dormir. Y la mayoría simplemente se dedica a descansar y hacer salidas por los sitios arqueológicos de los alrededores. En la casa de Clara los visitantes participan del ritual de “corpachar” la tierra (darle de comer), aunque solamente en la primera semana de agosto, como lo indica la tradición.

El éxito de la experiencia ha sido total: en los últimos años han pasado por lo de Clara unas dos mil personas. Después del viaje, muchos de los visitantes suelen juntarse en Buenos Aires para celebrar una fiesta de la Pachamama, con Clara como invitada de honor.

El camino serpentea por las laderas de los cerros del Hornocal.

Excursión a la Inca Cueva

Desde la casa de Clara Lamas se realiza un trekking de varias horas hasta la Inca Cueva, el sitio de arte rupestre considerado por los arqueólogos el más importante de la región. Casi todo el techo y las paredes de esta cueva de 10 metros de alto, 40 de ancho y 5 de profundidad, están cubiertos con pictografías de colores blanco, negro y rojo, que forman figuras geométricas, de animales y perfiles humanos.

Lo más significativo es la antigüedad de las figuras. De hace unos 10 mil años son los círculos concéntricos, las líneas de puntos y en zigzag. De siete mil años son los cuerpos humanos alargados, sin piernas ni manos, pero con vistosos adornos. Y de 1500 años atrás son las imágenes de un grupo de llamas domesticadas. Esta caminata hasta el límite oriental de la Puna sólo se puede hacer con un guía de la zona.

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