Domingo, 23 de septiembre de 2007 | Hoy
PATRIMONIOS > TESOROS EN RIESGO
Algunos destinos turísticos emblemáticos en el mundo ya son sólo un recuerdo. Mientras tanto, es hora de cuidar los que se encuentran en peligro.
Por Graciela Cutuli
De las siete maravillas del mundo antiguo, sólo queda una, las Pirámides de Egipto. Aunque muy oportunamente acaban de ser declaradas las nuevas siete maravillas, es un buen testimonio de que nada es eterno, y hasta los más populares atractivos turísticos están sometidos al desgaste natural, al peligro de catástrofes naturales y, lamentablemente, el factor más destructivo de todos: al factor humano. De algunos de estos lugares, tanto naturales como obra del hombre, ahora sólo quedan fotos. Para los demás, es hora de actuar (¡y de viajar!) antes de que sea demasiado tarde.
Seis años después, de las Torres Gemelas sólo quedan el recuerdo y una sensación de asombro: increíblemente, los dos gigantes del Downtown neoyorquino se convirtieron en un agujero negro y su silueta aún se extraña en el característico perfil de la ciudad visto desde el Hudson. Pronto, sin embargo, tendrán sus herederas en las nuevas torres que vendrán –ya que no a reemplazarlas– a ocupar el mismo lugar, seguramente con el mismo destino de icono turístico, pero esta vez teñido de un manto de tristeza.
Aunque no se cobró vidas humanas, otra destrucción por mano del hombre fue la de los Budas de Bamiyán, en Afganistán, bajo el régimen talibán. Las dos estatuas preislámicas de 35 y 55 metros de altura, que databan del siglo V, fueron dinamitadas con el argumento de “evitar la idolatría”, y no hubo gestión internacional que pudiera prosperar para salvarlas. Tal vez con menos intención, pero no con menos descuido, en las playas de Pehuén-Co fueron pisoteadas y en parte destruidas huellas fosilizadas de animales prehistóricos que algunos años atrás habían sido descubiertas por el retroceso del mar. Un fin anticipado para un testimonio increíble, que se sabía que el mar desgastaría de nuevo, pero todavía en fase de estudio e intentos de conservación.
Otras veces es la naturaleza la que arrasa. Pocas semanas atrás, el terremoto de Perú dañó la península de Paracas e hizo caer dos emblemáticas formaciones rocosas erosionadas por el agua y el viento, La Catedral y El Fraile, que eran uno de los grandes atractivos de la región. También piezas arqueológicas y momias de los museos de Ica y Paracas sufrieron grandes daños por el sismo. Sin sismo de por medio, en 2005 cayó también otra conocida formación rocosa de Australia, uno de los Doce Apóstoles (de los que ahora sólo quedan ocho) ubicados al sur de Melbourne.
El fuego también es un feroz agente destructor. Casi cada año, Australia sufre numerosos embates en cientos de miles de hectáreas de bosques y áreas donde viven sus célebres canguros, wallabies, koalas y otras especies. Hace pocas semanas, ocupó las primeras planas de todo el mundo el fuego que invadió el Peloponeso, en Grecia, poniendo en peligro las atracciones arqueológicas y naturales de esta región que ofrece al turista interesado en arqueología y senderos de montaña una imagen diferente de la Grecia asociada con las playas mediterráneas. Y como no sólo los sitios naturales se ven amenazados, hace dos años la furia del huracán Katrina arrasó con el “French Quartier” de Nueva Orleans, que desde entonces nunca volvió a ser el mismo. Es de esperar, sin embargo, que el tiempo sane las heridas: así pudo hacerlo, aunque sea mediante una réplica, en Tandil, que este año “recuperó” su piedra movediza en el mismo lugar donde hace décadas cayó la original.
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