Dom 08.09.2002
turismo

ESCAPADAS SERRANIAS BONAERENSES

Una ventana al aire puro

La zona de Sierra de la Ventana es una de las escapadas de miniturismo más populares de la provincia de Buenos Aires. Allí se encuentra el Parque Provincial Ernesto Tornquist, creado para proteger los restos del pastizal pampeano y especies como el guanaco, que anda en tropillas salvajes. Desde un camping con fogón y guitarreadas, hasta el confort de la Casa de Campo La Nancy, o las cabañas de Villa Ventana, la variedad de alojamiento y los paseos y excursiones cubren las exigencias de cualquier viajero.

Por Julián Varsavsky

La zona de Sierra de la Ventana, símbolo de vida al aire libre en la provincia de Buenos Aires, atrae a más de 40.000 personas al año y es uno de los destinos de miniturismo más completos de toda la provincia. El “Hueco de la Ventana”, con sus 8 metros de altura y 5 de ancho en lo alto de la sierra, se ha convertido en un clásico de los Monumentos Naturales del país, y es el punto más conocido del Parque Provincial Ernesto Tornquist, creado en 1937 para proteger un área de 6000 hectáreas del castigado pastizal pampeano, poblado por 200 clases de aves y especies amenazadas como las mulitas, los pumas y los guanacos.

Ascenso al “Hueco” La excursión a La Ventana es la meta máxima del viaje a estas serranías bonaerenses. La entrada está sobre la Ruta 76, y el recorrido completo del circuito de trekking requiere unas 5 horas de caminata exigente, pero sin mayores complicaciones. Para subir hay que registrarse en las oficinas del centro de guardaparques antes de las 11 horas, ya que luego de ese horario no se permite el ascenso.
El circuito hasta el Hueco de la Ventana está compuesto por 10 estaciones. El tramo más exigente y empinado es el primero, a partir del cual ya no hay más árboles. A medida que subimos, el mayor horizonte de visión permite divisar a la fauna local, como las dos tropillas de guanacos que habitan en el parque. Entre la flora sobresale un llamativo arbusto conocido como pino plateado, que a veces le sirve de camuflaje a los zorros. Y en el extenso panorama se ve parte del Cordón de Ventania y el cerro Tres Picos, que con sus 1244 metros de altura es el mayor de la provincia. En la Posta Nº 8 la mirada ya abarca todo el parque provincial, permitiendo distinguir claramente dos ambientes muy distintos: el pastizal pampeano y el ambiente rocoso de altura. El águila mora, el piquito de oro y el aguilucho serrano son algunos de nuestros anfitriones, y al llegar a los 1130 metros aparece la imponente ventana, que parece encuadrar toda la belleza del paisaje. Desde la altura se pueden ver las dos laderas montañosas, una a cada lado, y nos azota un viento inclemente que alborota las cabelleras y los sentidos.
Cualquier persona mayor de 8 años y sin problemas de salud puede realizar el circuito a través de senderos muy bien demarcados que no requieren guía. De todas formas, existen circuitos alternativos de gran sencillez como La Garganta Olvidada, que dispone de una pared ideal para la práctica de rappel y escalada en la roca. Además está la excursión a Los Piletones, que con sus varias cascadas es una de las más atractivas (requiere de dos horas).
El circuito llamado Reserva Integral incluye la visita a un alero con arte rupestre de un grupo pretehuelche de cazadores recolectores. Por último, hay una ascensión a la Garganta del Diablo, que lleva cinco horas y justifica un segundo día de visita a la sierra. La entrada al parque cuesta $ 3 por día, y una excursión guiada se cobra $ 4 por persona. En la base del Cerro de la Ventana hay un camping y una proveeduría muy populares en los meses de verano.

Villa Ventana A 17 kilómetros de la Sierra de la Ventana, en dirección a la ciudad de Tornquist, otro lugar de visita imperdible es el pueblo de Villa Ventana, que vive casi exclusivamente del turismo. Al recorrer sus arboladas calles de tierra se descubren agradables complejos de cabañas, campings, casas de té, talleres artesanales y un pequeño supermercado. Desde allí se realizan numerosos trekkings y cabalgatas, y también se visitan las ruinas del Club Hotel y Casino de la Ventana, inaugurado en 1911, y que en su momento fue considerado el mejor de toda Sudamérica. Su deslumbrante suntuosidad coincidió con la Belle Epoque, e incluía sala de cine, teatro, canchas de polo, golf, tenis, e incluso un generador eléctrico propio. Pero el ocaso llegó en 1920 con la prohibición de los casinos. El hotel tuvo más tarde sus épocas de resurgimiento y nueva decadencia, hasta que en 1983, estando en manos de los militares, seincendió derrumbándose de manera paralela a la dictadura. En la actualidad quedan las paredes externas, y para evitar que los turistas se lleven un souvenir de los restos, la visita se debe realizar con un guía autorizado ($ 2).

Casa de Campo La Nancy En la localidad de Goyena, a 60 kilómetros de la Sierra de la Ventana, la Casa de Campo La Nancy ofrece un punto de ubicación ideal para recorrer los distintos destinos de la zona. Un desvío de tierra que nace en la Ruta 33 lleva hasta la tranquera de La Nancy. La Casa de Campo es el centro de una estancia de 400 hectáreas, y al arribar allí estamos totalmente rodeados de sembradíos hasta donde alcanza la mirada. No se ve ninguna otra construcción ni torre de luz alguna, sino un verde infinito que se pierda en la llanura pampeana.
Las señoras Olga y Susana Martí –nietas del primer dueño de esta estancia de 1887– reciben personalmente a los huéspedes cuando descienden del auto. En los días de frío, lo primero que atrapa la atención del recién llegado es la calidez de los hogares a leña distribuidos por toda la casa, y las salamandras de casi todos los cuartos. El aroma de los eucaliptos en brasas impregna cada recoveco de esta vieja casona de 1927. En primer lugar, nuestras anfitrionas nos enseñan algunas reliquias familiares, como una vitrola de Ezequiel Martínez Estrada, quien vivía muy cerca de La Nancy y era amigo de la familia. También recorremos el viejo corralón de las ovejas y nos presentan al nuevo ternerito que nació la noche anterior. Pero son las 6 de la tarde –la hora del té– y la mesa está servida con pastelitos criollos de dulce de batata y budín casero recién sacado del horno.
La Nancy dispone de 7 habitaciones muy espaciosas, con piso de madera y antiguas camas de roble. A la hora de la cena, los huéspedes se reúnen alrededor de la gran mesa del comedor, listos para degustar los platos preparados por la señora Olga Martí, quien se luce con los crêpes de espinaca y la pata de cordero a las hierbas. Nunca falta un asado para algún almuerzo o los tallarines amasados a mano. Un buen vino acompaña las comidas, y para los postres se sirve crema catalana, flan casero o huevos a la nieve.
Durante la noche, el silencio campestre de La Nancy es casi absoluto. El vidrio de las ventanas se empaña, y apenas se oye el crepitar de las brasas de una salamandra junto a la cama, y el chistido apagado de una lechuza. A la mañana, luego del desayuno, hay quienes eligen dar un paseo en sulki o una cabalgata por los campos sembrados de soja, trigo y girasol (también se produce en la estancia ganado ovino y porcino). Otros sacan al jardín unos bancos hechos con un asiento de tractor que hay en el living, y se entregan a la plácida lectura al rayo del sol. En el jardín hay también unas cómodas hamacas atadas entre los árboles, y del otro lado de la casa está la cancha de bochas. Los amantes de la pesca pueden ir a una laguna cercana a Puán que es pródiga en pejerreyes, y los golfistas disponen de una de las mejores canchas del país, cerca de Sierra de la Ventana. La Nancy es ideal para ir con chicos, quienes tienen espacio de sobra para retozar sin necesidad de ser vigilados y carecen, rigurosamente, de televisión. Nuestros anfitrionas aseguran que, hasta ahora, ninguno notó la falta.

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