CHILE > LAVA Y NIEVE A ORILLAS DEL VILLARRICA
› Por Graciela Cutuli
En esta parte de la Patagonia chilena, los cielos totalmente despejados son raros. La humedad procedente del Pacífico, que se frena contra la infranqueable Cordillera y favorece el eterno verde de sus bosques, tiende a convertirse en una bruma suave que por la mañana se levanta sobre montañas, lagos y árboles e invita a creer que esta parte del mundo acaba de ser creada. El espejo inmóvil del lago Villarrica, al pie del volcán del mismo nombre, contribuye a la ilusión: lo rodea un cinturón de arenas negras, y sólo el vuelo de algunas aves interrumpe a esta hora la belleza tranquila del paisaje, una típica postal de la Araucanía. Más tarde, todo será distinto: al fin y al cabo, ésta es una de las regiones más turísticas de Chile, y Pucón –el pueblo nacido junto al lago– es un destino top del verano austral. A los argentinos nos recuerda a San Martín de los Andes, la ciudad neuquina que se encuentra a unas dos horas y media de trayecto por tierra, cruzando la Cordillera a través del paso Tromen (Mamuil Malal, para los chilenos). Para los europeos –y son muchos los que visitan la región–, es un pasaporte a una de las regiones que consideran entre las más exóticas del planeta.
Entrando o saliendo de Pucón, se advierte enseguida sobre la carretera una línea verde con flechas que indican una dirección a seguir. ¿De qué se trata? Si recordamos que estamos siempre bajo la silueta dominante del Volcán Villarrica, considerado el más activo de Sudamérica, no es difícil adivinarlo: se trata de la línea de evacuación que debe seguir la población en caso de una eventual erupción. Como en tantas otras regiones del mundo cercanas a volcanes, también en Pucón el tema es una vivencia cotidiana y no alarmante, sobre todo ahora que se trabaja con éxito en la detección temprana de los indicios de erupciones. El Villarrica, de 2847 metros de altura, siempre nevado y a menudo coronado por nubes dispersas, es el gran atractivo de esta región: aquí se pueden visitar incluso los campos de lava arrojada por el volcán a lo largo de su historia, incluyendo una curiosa cueva volcánica que permite bajar varios metros hasta quedar sumidos en una misteriosa y total oscuridad. Afuera, quedan todavía los bosques quemados por el fuego y las cenizas: es un paisaje imponente, de aire primigenio, que invita a la aventura: no en vano Pucón está considerado como uno de los mejores destinos de Chile para quienes buscan la emoción del turismo alternativo. Trekking, internándose en las laderas del volcán hasta llegar al cráter. Rafting, en los rápidos del río Trancura Bajo y Alto (con un nivel de dificultad 2/3), y canopy (o arborismo) en los circuitos puestos al nivel de la copa de los árboles en varios tramos de bosque. También es posible realizar cabalgatas por el Parque Nacional Villarrica, o ir más allá hasta las lagunas de altura del Parque Nacional Huerquehue.
Los aventureros reponen fuerzas por la noche, cuando las calles de Pucón –un oasis tranquilo durante el día– se llenan de chilenos, argentinos, brasileños y europeos que recorren de bar en bar la noche patagónica. Trago va, trago viene, siempre hay tiempo también para acompañar el pisco, el licor de pehuén o un buen vino chileno con los mejores platos de la gastronomía local. La Araucanía, no caben dudas, es tierra de buen comer: empezando por los frutos de mar que son famosos en Chile, siguiendo con el salmón y las truchas, y avanzando luego en la carta con el ciervo y otras especialidades regionales. Lo único difícil es elegir. Sobre todo si se está sentado a la mesa del restaurante del hotel Villarrica Park Lake, situado unos kilómetros en las afueras de Pucón, al borde de una ruta donde se alterna el verde del bosque con el amarillo de las retamas en flor: está considerado como uno de los mejores de Chile, y promete toda una experiencia en materia de sabor.
El paseo por el pueblo en sí va de la plaza, frente a otro icono puconino –-el Gran Hotel Pucón, cuyo hall de antigua elegancia merece la visita para apreciar el paisaje sobre el lago– hasta la avenida principal, la calle O’Higgins, que en Chile es el equivalente de todas las calles argentinas que se llaman San Martín. Después de las calles comerciales, que ofrecen artesanías y productos patagónicos, se puede visitar la Península de Pucón, el monasterio de la congregación Santa Clara y los puestos que exhiben, al entrar en la ciudad, uno de sus más vistosos y tradicionales recuerdos: son las flores en madera, un producto de los artesanos locales que identifica a Pucón. Talladas con máquinas especiales que forman como grandes virutas de sacapuntas, las flores son moldeadas y teñidas en colores que rivalizan con los naturales: así, en ramo o por unidad, ya están listas para pasar a manos de los turistas.
Al día siguiente, el programa ya es otro. En plena temporada de pesca con mosca –que en la IX Región, es decir la Araucanía, va del segundo viernes de noviembre al primer domingo de mayo– la propuesta es intentar con el “fly casting” en el río Liucura. La prueba será desde la costa, y los guías llegan equipados con todo lo necesario: las moscas, por empezar, las cañas y los waders que nos permitirán adentrarnos en el agua hasta la cintura. Hay que elegir muy bien el lugar, ya que la abundante vegetación de las orillas no permite bajar en cualquier lugar de la costa del río. Las primeras pruebas no pueden sino hacer sonreír a los expertos: tirar una línea con poca destreza probablemente haga reír hasta a las truchas que se mueven mimetizadas entre los colores del agua. Pero poco a poco, la paciencia y maestría de los guías empiezan a lograr resultados: ahora, la línea vuela describiendo la parábola correcta sobre el río, se posa y comienza su paciente trabajo de engaño. El resultado es el pique: estas aguas son el reino de los salmónidos, que poco a poco empiezan a mostrar su presencia ante las manos hábiles de los pescadores. Para cualquiera que intente la actividad, recuerdan los guías, hay que tener presentes las reglamentaciones que imponen el uso de cierto tipo de anzuelos, la devolución de las piezas, un máximo de capturas diarias y los permisos al día.
La intensa actividad volcánica de la Araucanía tiene como consecuencia las afloraciones termales que caracterizan la zona: las termas de Pangui, Quimey-co, Menetue, San Luis o las Geométricas son todas accesibles desde Pucón. Esta vez, la visita les toca a las de Huife, que están 33 kilómetros al nordeste de Pucón (a 133 de Temuco, la capital regional, y destino de los vuelos que llegan desde Santiago). El camino, entre bosques de coihues, raulíes, araucarias y pehuenes, está matizado de retamas y flores silvestres: de casualidad, un pequeño jabalí se cruza de pronto en el camino, y aunque sabemos que es casi imposible divisar el huemul, el pequeño ciervo autóctono en peligro de extinción, nadie pierde las esperanzas. Sin embargo, con más tiempo y un par de prismáticos, es más fácil observar pájaros carpinteros y chucaos, aves típicas de la región.
Después de algunos kilómetros de asfalto y otros tantos de ripio, estamos a las puertas de las Termas de Huife: entre el exuberante verde de la vegetación nativa se descubre el discurrir rápido del río Liucura, que en sus afloramientos termales a alta temperatura –hasta 38 grados– está recomendado para tratar afecciones de la piel y las articulaciones. Y si no hay nada de eso que lo justifique, igualmente se puede decir adiós al estrés, en sus magníficas piletas al aire libre, y también en la piscina semicubierta que propone nadar contra la corriente, extenderse en camillas que liberan chorros de agua masajeadores o un fuerte chorro central que provoca al nadar alrededor un pequeño tsunami termal.
Terminada la visita, tras el adiós a las termas, Pucón espera nuevamente. Habrá tiempo para un último paseo sobre la playa, para reunir los últimos recuerdos y emprender el regreso. Que será a través del paso Mamuil Malal, bajo la emblemática silueta del Lanín, rumbo a San Martín de los Andes: que ya es tema, claro está, de otro viaje.
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