Dom 20.01.2008
turismo

NOTA DE TAPA

Ruta andina

Un plan de viaje por el noroeste de la provincia de Chubut, en paralelo a la cordillera. Lago Puelo, El Hoyo, Cholila, Esquel y toda la belleza de los Andes patagónicos. Además, en las cercanías del pueblo de Gualjaina, la increíble Piedra Parada.

› Por Julián Varsavsky

En la provincia de Chubut cabe siete veces la república de Bélgica. Y un mes completo no alcanzaría para recorrer en detalle todos sus sitios de interés, variados y muy originales. Los más conocidos están sobre la costa –Puerto Madryn, Puerto Pirámides y Península Valdés–, pero cruzando toda la meseta patagónica desde el mar hacia los Andes se llega a una vasta franja paralela a la cordillera que resguarda pequeños paraísos no tan conocidos como El Hoyo, Cholila, Gualjaina con su Piedra Parada, y la localidad de Lago Rivadavia con su cercano Lago Verde, que se alternan con lugares más famosos como Lago Puelo y Esquel. A continuación, un plan de viaje de norte a sur hasta el Bosque Petrificado de General Sarmiento.

Desde Lago Puelo

Una de las puertas de entrada al sector cordillerano de Chubut es el pueblo de Lago Puelo, ubicado justo en el límite norte de la provincia. En general se llega desde Río Negro, viniendo de Bariloche y El Bolsón. Y la gran ventaja que tiene esta zona es que la gira se puede realizar con un auto común –hay sectores con camino de ripio consolidado, pero en buen estado–, o con líneas de autobús que interconectan cada localidad.

Lago Puelo es una idílica villa andina rodeada de ríos y arroyos que bajan de la montaña y desembocan en un lago cristalino cuyas altas temperaturas veraniegas lo convierten en el balneario por excelencia de la zona. El lugar para bañarse es un rincón de arenas blancas y aguas transparentes de origen glaciario llamado La Playita, donde se puede nadar a gusto y realizar actividades acuáticas como el canotaje y el buceo.

El alerce “Abuelo”: cuatro mil años de vida en el Parque Nacional Los Alerces.

El pueblo, como todos los de la llamada Comarca Andina del Paralelo 42, vive del turismo y de las plantaciones de fruta fina, pero su rasgo más característico es que mantiene el encanto de una aldea tranquila, sin gran afluencia de visitantes. A 5 kilómetros del pueblo está el pequeño Parque Nacional Lago Puelo. El parque ocupa otro valle labrado por las glaciaciones, cuyas fuerzas descomunales abrieron un paso cordillerano por donde se cuelan desde Chile la flora y fauna de la selva valdiviana, exclusiva del otro lado de los Andes, salvo aquí.

En Lago Puelo hay una variedad de hoteles, cabañas y camping que convierten a la localidad en un buen lugar para hacer base unos tres o cuatro días y visitar las cercanas localidades de El Hoyo, Epuyén y también El Maitén, sede de los talleres de La Trochita, el tren turístico que llega hasta Ñorquinco y regresa al punto de partida en una excursión de medio día.

Una playita patagónica en los alrededores de Epuyén.

Historias de bandidos

Desde Lago Puelo se puede seguir viaje por la Ruta 40 –totalmente asfaltada en esta zona– hacia la localidad de Lago Rivadavia, previo desvío a la derecha en la Ruta Provincial 71, de ripio en buen estado. En Lago Rivadavia hay dos lodges de pesca, dos complejos de cabañas y un camping, donde se puede hacer base dos o tres días más para visitar la parte norte del Parque Nacional Los Alerces, donde están el Mirador del Lago Verde, el alerzal milenario y diversos circuitos de trekking en los que existe la posibilidad real –aunque difícil– de ver al huemul e incluso al pequeño ciervo llamado pudu pudu. El parque comienza a sólo 6 kilómetros al sur del pueblo, por la Ruta 71.

Desde Lago Rivadavia se visita también el pueblo de Cholila, rodeado por unos paisajes muy singulares: la estepa no deja de ser estepa, pero tampoco es el bosque frondoso de los Andes. Las últimas estribaciones de la cordillera terminan en Cholila, para dar lugar a una planicie perfecta donde se levantan hileras de rectos álamos que brillan como llamaradas gigantes a cielo abierto. Por eso reina en Cholila la soledad de los grandes espacios vacíos de la estepa, pero matizados por los rectos y coloridos álamos, las montañas hacia el oeste y los ríos y los espejos de agua hacia el este. Además, algo en el paisaje establece una relación no del todo arbitraria con la palabra “remoto”. Y a simple vista éste parece el lugar predestinado para que se ocultaran del mundo Butch Cassidy y su banda, cuando iniciaron una nueva vida de retiro en el campo, aunque fuese obvio que por mucho tiempo no se iban a aguantar.

Una vista del lago Futalaufquen en el Parque Nacional Los Alerces.

Las calles de Cholila son todas de tierra y en sus casas bajas dispuestas alrededor de una sencilla plaza viven unas 2400 personas. Su arquitectura es, como siempre, un reflejo de la evolución histórica del lugar. Por un lado, todavía quedan casas solitarias de madera –también llamadas de pared francesa– con tejuelas en el techo y rodeadas por una cerca de palo a pique, ligadas originalmente a los criollos chilenos e incluso a las costumbres tardías de los mapuches. Estas casas de madera conviven con otras también de madera, pero construidas al estilo del Lejano Oeste norteamericano, separadas unas de otras por extensas chacras (el ejemplo emblemático es la casa de Butch Cassidy, que se puede visitar). Los inmigrantes austríacos y alemanes de comienzos del siglo XX también hicieron su aporte con las casas de madera con techo a dos aguas estilo alpino. Y el que sería el estilo más autóctono argentino es el de los grandes almacenes de ramos generales con sus paredes de ladrillo a la vista, que se repite en los viejos molinos harineros y las fábricas de cerveza, aunque hayan sido construidos por inmigrantes suizos, sirio-libaneses y españoles.

La otra excursión que se realiza desde Lago Rivadavia es a la localidad de Leleque para visitar el famoso museo de historia de la Patagonia que instaló el polémico empresario Luciano Benetton.

Un catango tirado por bueyes, postal de la vieja Patagonia.

A Esquel

La siguiente estación de esta gira por el oeste de Chubut es la localidad de Esquel, a donde se llega atravesando el Parque Nacional Los Alerces por la espectacular Ruta 71 y luego la Provincial 259 (la mayor parte del camino está asfaltado).

El principal destino desde Esquel es también el Parque Nacional Los Alerces, creado en 1937 con el objeto de preservar los bosques milenarios de alerces, esos gigantes de la selva valdiviana que están entre los seres vivos más antiguos del planeta. El alerce más visitado del parque es el “Abuelo”, un árbol que ya existía cuando el hombre aun estaba en la Edad de Piedra. En el transcurso de los 2600 años que le llevó crecer hasta sus 58 metros de altura, fue fundada Roma y su imperio, cayó Constantinopla, se descubrió América, Armstrong caminó por la luna y cayeron las Torres Gemelas. Y mientras tanto el alerce siempre estuvo incólume en su mínima porción de tierra de dos metros de diámetro, brotándose de hojitas tersas cada año, como en una parábola de la eternidad.

Una pared de álamos le da dimensión y color al paisaje de Cholila.

La otra excursión muy popular es la del Viejo Expreso Patagónico –o El Trochita, como lo llaman los lugareños–, que va desde Esquel hasta un mercado artesanal de la comunidad mapuche de Nahuel Pan. Se trata de un tren a vapor de trocha angosta (75 cm), que es uno de los últimos en su tipo en todo el mundo en seguir prestando un servicio público. Los vagones del Trochita son de madera y poseen una indispensable salamandra para las épocas de frío. En el sinuoso trayecto por los cerros de la Patagonia se cruza un puente de 105 metros y un túnel de 100 metros, y se regresa al punto de partida dos horas y media después.

A veinte kilómetros de Esquel, en la ciudad de Trevelin, viven los descendientes de los primeros colonos galeses de la zona, que se establecieron en 1888. Allí hay una parada casi obligatoria para probar el ya famoso té galés. Y el paseo continúa hacia Nant y Fall, un área natural protegida con un arroyo del mismo nombre que forma siete cascadas, tres de las cuales se pueden visitar.

A 22 kilómetros de Trevelin –sobre la Ruta 259– se visita el Molino Nant Fach, construido por Mervin Evans, bisnieto de pioneros galeses. El molino es un testimonio de la época de oro en que la actividad molinera de Chubut era reconocida mundialmente por la calidad de su harina. “Este es un museo donde las cosas funcionan”, afirma con orgullo su propietario, mientras se ve cómo el agua de un arroyito hace girar la rueda del molino. Con la harina que produce Mervin se amasa el pan de las tostadas de la casa de té galés Nain Maggie, ubicada a dos cuadras de la plaza de Trevelin, donde se sirve dulce de tomates verdes, grosellas y ciruelas, scons y las infaltables tortas (galesa, de manzana y de crema).

La Piedra Parada, una roca solitaria en medio de la nada, cerca de Gualjaina.

La piedra parada

Luego de una estadía en Esquel es momento de desandar unos kilómetros hacia el norte para visitar Piedra Parada, uno de los paisajes más extraños del sur argentino. Se trata de una roca solitaria en medio de la nada en la meseta central patagónica. A primera vista, esa mole rocosa –de 260 metros de altura y 100 metros cuadrados en la base– resulta totalmente inexplicable. Hasta que uno se entera de que ese lugar fue el centro de la caldera de un volcán que, hace miles de años, escupía lava en un radio de 30 kilómetros. Pero un día se apagó y sus últimos fluidos incandescentes se solidificaron, formando la Piedra Parada. Desde Esquel son 99 kilómetros y se llega por la Ruta 40 hacia el norte, empalmando hacia la derecha por la Provincial 12 –de ripio consolidado–, hasta la localidad de Gualjaina, donde se puede dormir una o dos noches. Y desde Gualjaina son 42 kilómetros por la Ruta Provincial 12 a través del Valle de Piedra Parada.

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