Dom 30.03.2008
turismo

NORUEGA > CRUCEROS POR LOS FIORDOS

Ruta vikinga

Los cruceros a lo largo de la costa noruega permiten conocer uno de los paisajes más hermosos y singulares de Europa, pero también adentrarse en las realidades cotidianas de un país que vive gracias al mar y sus puertos.

› Por Graciela Cutuli

En el viejo idioma escandinavo que hablaban los vikingos, “Noruega” quería decir la “ruta del norte”. Y así era Noruega para ellos, porque la costa que bordeaban era su ruta para viajar hacia el norte, donde en verano hacían excursiones de pesca y caza en tierras gélidas pero ricas en materias primas. Hoy día, los vikingos se reúnen sólo para festivales de verano, donde hacen revivir con cerveza y disfraces los tiempos antiguos. Pero Noruega sigue siendo la “ruta del norte” para los cruceros que llevan a miles de turistas cada año a descubrir la increíble naturaleza de sus costas, fiordos, pueblos y montañas hacia el mítico Cabo Norte. Es una ruta azul y verde. De aguas y montañas. De nieve y de sol de medianoche. Y es una de las caras más exóticas de Europa.

EL EXPRESO COSTERO Hurtigruten es la empresa pionera en las navegaciones a lo largo de la costa noruega. Por supuesto, no se remonta a los tiempos vikingos, que fueron los verdaderos pioneros, pero fue fundada a fines del siglo XIX cuando se planteó la necesidad de resolver el abastecimiento y la distribución del correo a los pueblos costeros. El Consejo Nacional de Vapores inauguró en 1893 el primer servicio entre Hammerfest, cerca del Cabo Norte, y Trondheim, que se encuentra más o menos en el centro. En verano, el viaje en barco se podía realizar en tres días, mientras que por tierra se requerían varias semanas para conectar algunos pueblos. Con esa ventaja, la ruta del norte recobraba significado, y casi al mismo tiempo los responsables de Hurtigruten comprendieron el formidable potencial turístico que representaban sus naves.

Los cruceros de hoy son los herederos de aquellos vapores de hace 115 años. Y aunque el confort y los servicios a bordo cambiaron radicalmente con el paso del tiempo, el nombre de la empresa sigue siendo el mismo. Hurtigruten quiere decir “expreso costero”, y es la vía más rápida para conocer las maravillas de este país tan particular: sus fiordos, que hacen entrar el mar entre paredes de montañas, sus pueblitos de casas de madera pintada, y las estepas de su norte, donde viven los lapones y sus renos.

La travesía es una manera de entrar en contacto con las realidades cotidianas del país, ya que los barcos siguen abasteciendo a los pueblos de la costa. Entre Bergen y Hammerfest, hacen escalas en 34 puertos, y ofrecen el servicio durante todo el año.

DE ESCALA EN ESCALA Para conocer mejor Noruega y su historia, también se puede desembarcar para pasar una noche en tierra y seguir viaje con otro barco al día siguiente. En cada pueblo habrá un museo, un monumento, un vestigio de tiempos vikingos o una leyenda para descubrir. La flota de Hurtigruten está compuesta por 14 barcos que recorren la ruta marítima a lo largo de la costa. Son barcos muy modernos, acordes con la Noruega actual, cuya economía está entre las más fuertes del mundo gracias al petróleo, y en cuyo modo de vida conviven los avances tecnológicos con las antiguas costumbres del país rural.

Durante el viaje se conocen también las grandes ciudades de Noruega, empezando por Bergen. La gran urbe meridional es famosa por su mercado pesquero y su muelle en el barrio portuario de Bryggen, que fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Las fachadas coloridas de las casas de techos puntiagudos son la imagen más famosa de la ciudad. Bergen es a la vez la segunda ciudad en importancia de Noruega, la puerta de entrada a los fiordos y el punto de partida de los cruceros de Hurtigruten. Como Roma, se formó sobre siete colinas, o pequeñas montañas, que ofrecen un anticipo de lo que será el resto del viaje a bordo de los barcos: un paseo por un laberinto de islas, fiordos y recovecos de una de las costas más “complicadas” del mundo.

Más al norte, y sobre lenguas de tierra rodeadas de brazos de mar, está la ciudad de Ålesund. Es conocida más que nada por su arquitectura art nouveau. Como el terrible incendio de 1904 destruyó casi toda la vieja ciudad de madera, la reconstrucción se hizo con piedra y material, y los edificios municipales y administrativos se diseñaron siguiendo el estilo más popular de la época, el art nouveau.

No muy lejos, Molde es otra escala del recorrido. Famosa por su festival de jazz, que atrae a público de toda Escandinavia, funciona como verdadera capital de la región de los más espectaculares fiordos, la región de More og Romsdal. A pesar de su ubicación geográfica, Molde es también la capital de las rosas de Noruega gracias a los benéficos efectos de la corriente del Golfo, cuyas aguas cálidas vienen desde el Caribe y cruzan todo el Atlántico hasta el norte de Europa. La corriente no sólo propicia que florezcan los jardines sino que también impide el congelamiento del mar, a diferencia del Báltico en las mismas latitudes. Esto permite navegar por los fiordos en invierno y conocer así un mundo de aguas y montañas, blanco y gris, reluciente en las pocas horas de sol o casi fantasmal bajo la luz de las auroras boreales.

SOL DE MEDIANOCHE Al contrario, en verano, y más hacia el norte, los días se alargan y cuando se llega a Trondheim, en la mitad del camino, las noches son muy cortas. Trondheim fue durante un tiempo la capital de Noruega y en la antigüedad centro de importantes reinos vikingos. Su rico pasado está escrito en las estatuas y los frescos de su catedral, donde San Olaf tiene un lugar especial. El viaje sigue siempre más al norte, y los barcos pasan por las islas Lofoten, una sorprendente parte de Noruega, donde parece que montañas de fiordos se hubiesen caído al mar para formar islas. Se cruza el círculo polar un poco más al sur, entre Mösjoen y Bodö, para pasar luego por el puerto de Narvik, donde llega el ferrocarril más septentrional de Europa, y donde se libró una gran batalla durante la Segunda Guerra Mundial. Otro momento mágico del viaje es cuando se dobla el Cabo Norte, el punto más al norte del continente. En verano, el sol brilla durante las 24 horas, y nadie quiere perderse el ritual de tirarse sobre las rocas, para “broncearse” (aunque las temperaturas no sean muy altas) bajo el sol de medianoche... El recorrido termina poco después, en Kirkenes, el último puerto antes de la frontera con Rusia. Desde allí se emprende el regreso por tierra o aire, o bien se aborda el barco para realizar nuevamente la “ruta del norte” al revés, emprendiendo lo que los vikingos no pensaron nunca en llamar la “ruta del sur”...

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